Sobre tus alas [ Jason Todd]

CXIX Contra la pared 2.0

—Vira a la izquierda en la calle que viene para ir por la autopista —le indico a Jason, viendo el mapa de la ciudad en mi teléfono.

Planeo alejarlo lo que más pueda del centro de la ciudad y la gente.

—¿Por qué estabas tan asustada cuando saliste de ese lugar?

—Usé el computador de esa mujer y robé información confidencial — miento.

—Estabas sonrojada —agrega, mirándome de reojo.

De sólo recordarlo me vuelvo a sonrojar.

—Sólo eso —aseguro, pero la vacilación es innegable en mi voz.

—Eres muy mala mintiendo. No sé cómo logras que la gente te crea, primero el capitán del Atlantis y ahora esa telefonista.

Y tú, cuando te dije que sabía la dirección del taxista. Espero que no me mate cuando sepa la verdad.

—Y ¿Qué pasó? —insiste, entrando en la autopista.

De aquí nos vamos a las partes bajas de la ciudad, muy lejos de todo el mundo.

—Nada, sólo... vi a la telefonista teniendo intimidad con alguien.

—¡¿Qué?! ¡¿La viste follando?! ¡Que voyerista, sabelotodo! Eso te pasa por andarte metiendo donde nadie te ha llamado.

Todo es por su culpa. Si no fuera por él y su locura, ahora no tendría estas horrorosas imágenes en mi cabeza.

—¿Por qué quieres matar a ese hombre?

La tenue risa burlona, que había aparecido en su tétrico rostro, se esfuma.

—No lo entenderías.

—Yo creo que ni tú lo entiendes.

Me da una breve mirada cargada de desprecio y permanecemos en un incómodo y aterrador silencio, al menos para mí. La sensación que Jason me produce es similar a la de un principio, antes de conocerlo. Ahora tampoco lo conozco.

En cuanto dejamos la autopista, tras andar por ella unos quince minutos, se estaciona en una solitaria calle. En frente hay una pequeña cancha donde unos niños juegan fútbol, justo a la entrada de un frondoso parque.

—Dame la dirección y bájate —ordena.

Me niego.

—¿Quieres verme cuando lo haga? Estás llevando tu voyerismo a otro nivel.

—Todavía no creo que estés hablando en serio, Jason ¡No puedes hacer algo así! ¿No lo ves?

—Dame la dirección y bájate.

Es imposible hablar con él en este momento. Está completamente cerrado a la posibilidad de diálogo. Tiene un objetivo en mente y hará cualquier cosa para cumplirlo. Se ha vuelto su obsesión.

Tengo que desestabilizarlo, distraerlo de su meta y que se calme. Si entra en razón, luego ya no podrá matar a ese hombre y este horrendo episodio psicótico quedará atrás y volverá a ser el Jason de siempre.

El que amo.

—¿Y si terminas en la cárcel?

—Nadie me descubrirá si te quedas callada.

Yo quería ser su novia, no su cómplice.

—De todos modos podrían descubrirte, piensa en tu futuro, en todo lo que perderás.

—Eso ya no importa.

No funciona. Como lo pensaba, es incapaz de ver más allá de su fijación. Le doy una dirección que invento y él parece satisfecho. Me quito el cinturón de seguridad y abro la puerta.

—No iré a visitarte a la cárcel —sentencio.

—No te pediría que lo hicieras —afirma fríamente, sin atreverse a mirarme.

—En ese caso, me gustaría que hiciéramos algo primero.

Ahora sí me mira y su expresión de asombro es hermosa cuando me acerco a él y le acaricio el rostro.

Esto no se lo esperaba y ya puedo ver cómo su cerebro se sacude.

Le beso la mejilla y bajo a su cuello.

—Te... ¿Te sientes bien?

Su voz se entrecorta. Está agitado y nervioso.

—No —susurro sobre sus labios, para luego darle un beso en el mentón.

Traga saliva y se lame el labio, suspirando.

—¿Ver a esa pareja te calentó?

—Tal vez. —Desabrocho su pantalón y oigo algo parecido a un gruñido.

Coge mi cabello, buscando mi boca con desesperación, pero lo aparto.

—Has sido un chico malo y la que manda aquí soy yo —me acerco más a él, poniendo una rodilla entre sus piernas—. No tienes permiso para tocarme y no vas a moverte —ordeno, recorriendo sus labios entreabiertos con mi dedo.

Él asiente y tan obediente y sumiso no lo había visto nunca.

¡Vaya descubrimiento y ha sido tan simple!

Deslizo su chaqueta, sin quitársela del todo y las manos le quedan aprisionadas tras la espalda. Cuando le pongo el cinturón de seguridad me siento realmente poderosa. Quietecito en el asiento lo tengo justo donde quiero. Mi mano derecha se ha metido bajo su polera, acariciando juguetonamente su bien formado vientre, la izquierda busca con sigilo las llaves del auto hasta que las saco. Oculto el sonido gimiendo en su oído.




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