Sobre tus alas [ Jason Todd]

CXXIII Salto de fe 2.0

—Que pena para ti. Si quieres regresarte antes de que acabemos, tendré que secuestrarte.

Ja. Como si yo fuera a dejar que algo así pasara.

Luego de andar unas cuadras en el centro de la ciudad, Jason se estaciona fuera de un bar.

—¡Vamos a pasarlo genial! —exclama, caminando hacia la entrada.

Yo me quedo junto a la moto, pasmada y algo decepcionada también.

—¿Qué pasa? ¿No quieres bailar conmigo?

A mí no me gusta bailar, ni siquiera sé hacerlo y no me siento con ánimos para aprender ahora.

Ayer él estaba como un psicótico, desesperado por matar a alguien y ahora quiere bailar. No puede ser el mismo Jason, tal vez tenga doble personalidad.

—Si te estuviera invitando Grayson, aceptarías encantada ¿No?

Debe ser una broma.

—Sólo baile con él una vez y fue un vals, donde la sincronización y ritmo necesarios son mínimos. Dudo que en este lugar se baile eso. Además, estaba desprevenida y muy enamorada.

Hago énfasis en la última parte y veo cómo la sonrisa maliciosa que Jason tenía desde que llegamos, se desvanece.

Él no va a acorralarme y mucho menos a humillarme. No tengo por qué tolerar sus celos absurdos. Dejo el casco sobre la motocicleta y salgo caminando. Fue una cita breve y horrible, pero perfecta para la extraña relación que tuvimos. Éste es el fin.

—¡Espera, Isabel! —coge mi mano, poniéndose frente a mí—. Era una broma, pero salió mal. Empecemos de nuevo.

Siento deseos de darme un cabezazo en la pared. Hasta sus bromas se han vuelto retorcidas y nada graciosas.

—Yo no quiero entrar a ese bar —me cruzo de brazos, bien firme y decidida.

—No vinimos al bar, eso era parte de la broma. Vinimos a ese lugar —me gira de los hombros, enseñándome nuestro destino.

—¡¿El museo de ciencia y tecnología?!

Es uno de mis lugares favoritos de la ciudad. Intento disimular la enorme sonrisa de mi rostro y parecer indiferente.

—Oh, es el museo —digo, con tono aburrido.

—Así es ¿Te sorprendí?

Veo la ilusión en sus bellos ojos y me trago la ternura que me provoca.

—Soy una nerd. Aun con tus pobres habilidades detectivescas, no era muy difícil suponer que un lugar así podría ser de mi agrado.

Su mirada se vuelve indescifrable y me pongo en marcha, antes de que mi máscara de frialdad de haga trizas.

—Espero que no hayas venido muchas veces —comenta, caminando a mi lado.

—Vengo por lo menos una vez al mes.

Se queda boquiabierto.

Cada cosa que digo lo desanima más y más. No imaginé que ser fría y cruel pudiera ser tan fácil, eso es muy triste. Pero es necesario, para que aprenda que sus acciones tienen consecuencias.

—¡Soy un idiota! Tratándose de ti, era obvio que podrías conocer este lugar de memoria ¿Quieres ir a otro lado?

Luce tan perdido que me apiado un poco de él. Ser fría podrá ser fácil, pero no me gusta serlo.

—Este mes no he venido y ya deben haber renovado la exposición itinerante. Además, es la primera vez que vengo acompañada —tomo su mano y vamos dentro.

Él entrelaza sus dedos con los míos y siento un nudo en el estómago.

Aguanta, Isabel. No se lo dejes tan fácil.

~🦇~

—Los sueños pueden volverse realidad, eso es lo que amo de la ciencia —digo, girando sobre mi eje tal como hace la Tierra cada día, en medio de la sala de Universo y astronomía.

Es un hermoso lugar, cuyo techo abovedado está cubierto de las estrellas que deberían verse en el cielo si las noches no fueran tan luminosas. Al centro de la sala, una pantalla interactiva permite observar distintos componentes del universo, con lujo de detalles.

En los muros hay una cronología de los descubrimientos astronómicos hasta nuestros días, con biografías de los principales artífices de la materia e imágenes de galaxias coloridas y lejanas, de estrellas muriendo y otras naciendo tan lejos de nosotros. Descubrir sus misterios ha sido el sueño de muchos hombres y mujeres, que no se conformaron sólo con admirar la belleza del cielo.

—Copérnico, por ejemplo. Estaba convencido de que era la Tierra la que giraba en torno al sol y no al revés. Incluso hubo personas condenadas a muerte por defender tal hecho, pues los alejaba de Dios. Hoy sabemos que es así y tenemos hasta imágenes del sistema solar ¿Imaginas lo feliz que se sentiría Copérnico? ¿O Galileo? A él iban a condenarlo a muerte si no admitía que estaba equivocado y que era el sol quien giraba. Lo hizo, a pesar de estar convencido de lo contrario.

—Entonces fue un cobarde.

—¡Claro que no! Requiere de mucha valentía ir en contra de lo que crees con todas tus fuerzas, aun cuando tienes evidencia de que es así, pero el resto se resiste a verlo y te condenan porque tus ideas no se adaptan a la "realidad". Él dijo lo que querían oír y, en su mentira, pudo continuar viviendo por su amor a la verdad. No es cobarde, sino trágico y hermoso a la vez.




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