Sobre tus alas [ Jason Todd]

CXXV Promesas 2.0

Dejamos el centro de la ciudad y avanzamos hacia las partes altas. En la carretera, Jason vuelve a hacer rugir su moto, yendo a toda velocidad pese a mis quejas. Voy a terminar estrangulándolo de tanto que lo aferro. Al menos tendrá problemas de circulación en las piernas.

Por un momento, la idea de que me llevará a su casa pasa por mi mente, pero se desvía y llegamos a lo que parece un parque. Dejamos la moto en un estacionamiento frente a un restaurante.

—Primero comeremos algo... ¿Qué te pasa?

—Tengo las piernas adormecidas.

Era él al que tenía que pasarle esto, no a mí.

—De seguro estabas muy tensa, tienes que aprender a disfrutar de la velocidad —dice, apoyando su mano en mi hombro.

Me zafo, retrocediendo.

—Yo no tengo que aprender nada de eso —me quejo—. Y devuélveme mis cosas.

Lo hace de mala gana. Tal vez él no aprecie su vida, pero yo sí. Y no sé por qué tuvo que traerme a comer tan lejos, este lugar está en medio de la nada.

—Vamos, caminando se te pasará —extiende su mano para que la coja, pero me adelanto, ignorándolo.

Le pedí que disminuyera la velocidad porque estaba asustada y no le importó. Detesto que, de ser tan encantador pase a ser tan bruto.

El restaurante es un lugar moderno y estilizado, nada comparado con los antros de comida rápida al que supuse que podría llevarme.

Como al que llevó a Kory.

Intento no pensar en eso y ponerme a comparar nuestra cita con la que tuvo con ella, esa era una cita de venganza. Además, si no quiso darme un simple beso, dudo que quiera terminar teniendo relaciones sexuales conmigo.

Escogemos una mesa junto a la ventana. Es un ventanal que abarca toda la mitad superior de la pared. Por ella se ve parte del parque. Logro distinguir unas mesas de camping a lo lejos y pienso que eso pudo ser mucho más divertido que venir aquí. Tal vez, cuando me toque a mí invitarlo, si logramos superar esta cita.

Hasta el momento, lo bueno está empatando con lo malo.

Ordeno algo liviano. No sé lo que planea hacer después y no quiero terminar vomitando como Kory. Él pide lo mismo y mis sospechas se disparan.

—No me vas a hacer vomitar ¿O sí?

Su risa lo delata, está planeando algo malvado.

—Sabelotodo ¿Qué modales son esos? No hables de vómito en la mesa —dice con fingida repugnancia.

Bufo. No dejaré que se salga con la suya.

Mientras como, saco mi teléfono. No veo nada interesante, sólo es parte de mi plan de indiferencia. Él me observa atentamente.

—¿Qué te parece este lugar?

—Es bastante agradable —admito, dejando el teléfono a un lado—. Me gusta la iluminación natural gracias a los amplios ventanales.

—En la parte de atrás tienen un...

Se interrumpe cuando suena mi teléfono. Miro la pantalla y sonrío, fingiendo que tecleo un mensaje. En realidad puse una alarma. De hecho fueron varias.

—¿Qué decías? —le pregunto, distraída.

—Nada —masculla, malhumorado.

No pasa mucho hasta que suenan las otras alarmas y sigo fingiendo que tengo una entretenida conversación con alguien.

—No te estás enviando mensajitos con Grayson ¿O sí?

—Dick no es el único que me hace reír.

Sí, eso le digo, sabiendo que podría estar presionando el botón rojo y desencadenar una explosión nuclear.

Extrañamente él sigue comiendo, como si nada. Detuve el asunto de las alarmas. Al menos debía terminar de comer en paz.

~🦇~

Tras la comida, me llevó a caminar por el parque. El sendero, que se internaba por entre los árboles, poco a poco perdía serenidad, llenándose el ambiente de algo que se oía como un zumbido. Lo miré, intrigada y se limitó a sonreír con superioridad.

Cogiendo mi mano furtivamente y sin que lograra evitarlo, doblamos por el sendero y el zumbido se volvió más intenso, revelándose como lo que realmente era. Aunque había comenzado a sospecharlo cuando vi las banderas a cuadros blancos y negros ondeando en lo alto de unos pilares a la distancia.

Jason me trajo a un circuito de karting.

Debe querer matarme. Quizás ésta también sea una cita de venganza para él. Tal vez sea un sádico y así se relaciona con las mujeres.

Lo miro, intentando descifrar lo que su retorcida cabeza está pensando.

—Sé que te gustó jugar a las carreras de autos, así que pensé que te gustaría venir aquí.

Debe estar bromeando.

—Esto no se parece en nada a los videojuegos. ¡Si me caigo por un barranco, moriré de verdad!

—¡No hay barrancos, Isabel! —se ríe, minimizando nuevamente lo que siento.

—¿Y si choco y mi auto explota?

Vuelve a reírse y me siento tan humillada.

—Estos autos no explotan. Además, hay neumáticos en todo el perímetro de la pista que amortiguan los choques. Los autos también tienen protecciones y usarás un casco, nada te pasará —acuna mi rostro entre sus manos, acariciando mis mejillas.




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