Sobreviviendo a Alen Bradford

El internado de Mirland.

 

¿Alguna de ustedes le han roto el corazón alguna vez? ¿Se han sentido vacías y arrepentidas de haber amado tanto? ¿Alguna vez alguien las dejó sin alma? ¿alguien las abandonó llevándose lo poco que les quedaba? Quiero contarles la historia de como el joven Alen Bradford me rompió el corazón, la forma en como lo hizo pedazos y desapareció sin importarle que estuviera agonizando, pero debo iniciar desde un poco más atrás...

toda mi vida había estado rodeada de reglas y exigencias, limites que en lugar de reformarme me esclavizaban, cosas como, no comas, no rías, no hables, no vayas, no, no, y no, esa es la palabra que más he odiado, mi nombre es Armin soy la única hija de la familia Tesland, la única sobreviviente, mi padre era un hombre perfeccionista, obsesionado con el trabajo y nunca estaba en casa, mi madre fue la mujer más sociable del mundo y se desvivía por agradar a las personas a su alrededor, aunque eso fuera agotador para ella, cuidaba la reputación familiar con uñas y dientes, era tan vanidosa y exigente que me es dificil describir su maternidad, para ser honesta, su muerte no me dolió más de lo que me dolió su ausencia, la soledad es una compañera hiriente y perversa que te mata con su silencio ensordecedor, dejaron que los sirvientes me criaran, mi verdadera familia fue el personal de limpieza. mis padres murieron envenenados, aunque me hayan dicho otra cosa, un accidente de auto no te deja los labios morados, sus asesinos no se tomaron la molestia de acabar conmigo, no sé por qué dejaron con vida a una niña sola a quien a nadie le importaba, tras la muerte de mis progenitores herede una cantidad demencial de dinero, dinero del que no dispondré hasta que sea mayor de edad, eso si el asesino de mi familia no se arrepiente y me mata también, aunque...no se si eso sería realmente malo... desde los seis años Oliver cuida de mí, el mayordomo fiel de los Tesland.

él y María, la mujer que me crio y a la que en secreto llamo madre... toda mi vida estudie en colegios de señoritas, aburridos y religiosos, monjas a quienes el encierro les ha robado la sonrisa, la religión se volvió su mayor verdugo, aún recuerdo sus regaños absurdos cuando me reía, cuando jugaba decían:  "Las señoritas de clase no hacen esas cosas" esa era su frase favorita, como si yo buscara eso, no busco ser una dama, busco ser feliz...tener un propósito en la vida y tal vez algún día tener una familia de verdad, una que pueda proteger con mis manos.

Estaba segura de que moriría enclaustrada en esa prisión, que las ultimas personas a las que vería serían esas monjas que tanto me detestaban, pero el cielo escuchó mis ruegos, pues cuando menos lo pensé, Oliver tomo una inesperada decisión.

 

—Señorita Armin, tome asiento por favor, hay algo que quiero decirle.

 

Aquella tarde me encontraba muy nerviosa, estaba en medio de una clase de idiomas cuando la madre superiora interrumpió a la señorita Moun, justo detrás de ella se encontraba Oliver, con su cara seria he inexpresiva, de inmediato la directora me ordenó recoger mis cosas y esperar a fuera, mientras caminaba en los pasillos logre escuchar que no me volvería a presentar al colegio, la impresión se apodero de mí y no supe más del asunto.

—¿Me sacaste de la escuela? ¿Por qué?... —le pregunté confundida, temerosa de que ya no me permitieran continuar con mis estudios.

—¿Era feliz en ese lugar? —La pregunta de Oliver me sorprendió, me estaba preguntando algo que creí a nadie le importaba y con una expresión de dolor le respondí.

—No...

—Para ser honesto, ese lugar me parece abrumador, no creo que vaya con usted.

—Pero... mis padres.

—Sus padres ya no están señorita, antes ellos podían decidir por usted, hay cosas que los adultos debemos elegir por su bien, pero en cuanto a escoger un lugar donde pasar los últimos tres años de su educación media, le corresponden a usted, el colegio religioso es más una cárcel, al menos esa es la impresión que me da.

Oliver tenía razón, ese lugar era una prisión, un lugar donde no te dejan sonreír, ni pensar, o ser tu misma no es un buen lugar para crecer, pero... era la voluntad de mis padres que permaneciera ahí hasta los veinte años.

—Perdóneme si fui muy atrevido, pero no nos gusta verla marchitarse tan joven.

—¿No les gusta? mis ojos se desviaron a la puerta y ahí estaba María junto al resto del personal de servicio, no sé si era mi imaginación, o si realmente estaban preocupados por mí, que patético que desconfié de las buenas personas, pero es que me resulta dificil reconocer quien me ama y quien se aprovecha de mí.

—Se que esa era la voluntad de sus padres, pero si esa voluntad no la hace feliz, entonces nos rehusamos a seguir esas órdenes.

—Oliver... —Mis ojos se iluminaron con el calor que sintió mi corazón, con esa muestra de afecto obedecería en todo lo que me pidieran.

 

—Para que usted reciba su herencia debe cumplir lo estipulado en el testamento, usted debe internarse en una institución hasta los veinte años, las opciones son el colegio de señoritas que ya descartamos y la otra opción sería el internado de Mirland.

—¿Mirland? ¿Es otro internado de señoritas?

—No, es mixto.

—¿Qué? —los nervios recorrieron mi cuerpo como ondas de electricidad, jamás había convivido con chicos, de hecho, les tenía miedo, estaba tan acostumbrada a estar con mujeres que el solo hecho de pensar en hablar con un hombre me paralizaba.

—El internado Mirland tiene premios por su excelente preparación académica, es el mejor colegio que existe en el país, sus notas son perfectas para que pueda ingresar al colegio.

—Pero ya casi termina el año, ¿No están muy avanzados?

—Usted es inteligente, estoy seguro que se pondrá al corriente enseguida, será lo mejor para usted.

—Entiendo... —la verdad es que me sentía insegura, el año escolar ya había iniciado, todos ya habrían encontrado su lugar en ese lugar, sus mejores amigos, su comodidad y yo sería una extraña en un mundo al que no estaba acostumbrada.




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