No tenía idea de que miradas como esa existieran, no comprendía como un chico podía invadir mi alma con sus ojos, no sabía que el que me estaba apuñalando con la mirada era nada más y nada menos que Alén Bradford, el peor error de mi vida y el hombre que pisotearía mi corazón.
El chico más codiciado de Mirland tenía los ojos puestos en mí, solo él sabía lo que su mente estaba maquinando, apenas si pude percibir aquella sonrisa maliciosa, no sé si soy estúpida, pero creo que ese fue el momento exacto cuando me enamore del.
No tuvo que hacer mucho para conquistarme, solo verme como su nueva obsesión, su muñeca de diversión, esa mirada…la acción imprudente de haberme fijado en él me llevaría a estar en sus manos.
Tres horas seguidas habían transcurrido con el profesor Leith, durante ese tiempo me percate del trato especial que recibían cierto grupo de jóvenes por parte de mis compañeros, cuatro de ellos para ser precisa, Alen Bradford, Yeral Lake, Cecilia Martin y Nil Brenon,
El grupo de elite no solo del salón sino de todo el instituto, en total eran ocho alumnos estrella, los más adinerados he influyentes del país, los otros cuatro se encontraban en la clase de al lado.
Para mi sorpresa, el profesor abandono el aula una vez que terminó su clase y en cuanto el salio del salón, un grupo de alumnos se abalanzo contra mí.
—¡Hola! ¿Armin verdad? Qué bello nombre, es algo inusual ¿Es extranjero? toda tu eres increíble ¿tienes novio? —Dijo Thomas con una sonrisa nerviosa.
—Ah, hola... —me sentía abrumada por toda la atención que estaba recibiendo.
—¿Tu cabello siempre es así de suabe? —me dijeron algunas de las chicas que sin mi permiso comenzaron a toquetearme.
—¡Wuoo! Eres muy bonita, pareces un vampiro, eres tan blanca. —manifestó Cristian entusiasmada.
—Oye no le digas así, creerá que es un insulto. —exclamo Berny sin dejar de tocarme el cabello.
Estaba a punto de sentirme sofocada por el espacio tan reducido que me estaban dejando, sus preguntas y halagos insistentes me hacían sentir muy incómoda, no es que no quisiera estar con ellas, pero, había hombres ahí, no sabía cómo reaccionar y comencé a sentirme ansiosa.
—Aun lado, déjenla en paz, la nueva viene con nosotros. —exclamo Cecilia agarrándome del brazo, sentí como si me hubiera sacado del mar.
—¡Ay! ¿Qué le pasa? De seguro Alen le ordeno que se la llevara. —se dijeron unos a otros con molestia,
—Es una lástima, si el rey ya le echó el ojo, no hay nada que hacer, él consigue todo lo que quiere. —exclamaron los chicos en modo de queja.
No entendía lo que estaban diciendo, eran muchos susurros, tantas miradas, solo sentía el fuerte jaloneo de Cecilia, quién me llevaba a las manos de mi depredador.
—¿A dónde me llevas? —la miré confundida por la urgencia de tomarme del brazo y jalarme.
—Agradéceme luego, esos losers te rondaban como tiburones.
—¿Tiburones?
—Si, tú eras la foca, aunque pareces más una sirena. —me dijo mirándome de arriba abajo como si se tratara de un escáner aprobatorio.
En mi punto de vista, los verdaderos tiburones eran ellos, los cuatro chicos intimidantes que brillaban con su sola existencia, al principio creí que Cecilia quería aprovecharse de mí, era normal que mis compañeras en el antiguo instituto me llevaran en contra de mi voluntad, solían encerrarme en le baño, amenazarme con cortarme el cabello o arañarme el rostro con pasadores, hubiera preferido eso a estar frente a él como su nueva mercancía.
—Bien, aquí esta, orden cumplida jefe. —dijo Cecilia con un tono sarcástico, yo tragué saliva cuando me percaté de lo imponente que era su líder.
—¿Aun sigues con vida? —me preguntó Alen con una ligera sonrisa y añadió. —parecías pedir ayuda.
—Ah, no es eso, es solo que no estoy acostumbrada a estar con...
—¿Chicos? —me interrumpió Cecilia y añadió. —¿Es verdad que estudiaste toda tu vida en colegios de monjas?
—Si… —respondí avergonzada.
—No seas tan tímida, no mordemos, bueno, Alen si jajaja. —exclamo Yeral entre risas, yo sonreí apenada, todos ellos eran muy atractivos, incluyendo a Cecilia.
—Bien ¿Por qué no nos presentamos con ella? Así se corta esta tensión espantosa, la pobre esta rígida como un maniquí. —dijo Cecilia en un tono pasivo agresivo y añadió. —empiezo yo, me llamo Cecilia, prohibido decirme lía.
—Yo soy Yeral, puedes ponerme un apodo si quieres. —sonrió coqueto. —el reservado de ahí es Nil ¿parece un príncipe no?
—Hola. —me dijo Nil, con una voz serena y casi imperceptible, Yeral tenía razón, parecía un príncipe, irradiaba paz y tranquilidad, además de que era realmente guapo, noté que lo estaba viendo demasiado y rápidamente regresé la mirada hacia el resto, solo quedaba Alen, no podía sostenerle la mirada y pude sentir como mi rostro se calentaba, él sonrió, le había parecido divertido la forma en la que me hacía reaccionar.
—Yo soy Alen, baja la guardia, tu cara esta más roja que un tomate. —me dijo esto mientras me pasaba a un lado, todos lo siguieron y yo me quede atrás.
—¿Qué haces? muévete, iremos a almorzar. —exclamo Cecilia con molestia.
Era evidente que no le caía muy bien, o al menos eso me trasmitía, la verdad es que era muy mandona, aun así, como una oveja los seguí, Alen iba a la cabeza, seguido de Nil y Yeral, Cecilia caminaba a mi lado, era increíble la forma en la que todos habrían paso, las miradas estaban sobre nosotros, parecía una pasarela.
—Ah, sí, claro ¿Dónde vamos a preparar nuestro almuerzo? —le pregunte confundida, pues en el colegio de señoritas nosotras preparábamos los alimentos, nos turnábamos, mientras unas cocinaban, otras limpiaban.
—¿De que estas hablando? Iremos al comedor, tu escoges lo que quieras del bufet.
—¿Un bufet?... ¡woo!... —mis ojos se abrieron en el momento en el que entramos al gran salón, era precioso, había ventanales y candelabros colgando del techo, los cocineros estaban uniformados y había tanta comida que no sabía ni por dónde empezar.