Sobreviviendo a Alen Bradford

Un cordero en medio de lobos.

 

Había Siete chicos en la mesa, estaba bien despierta, tratando de actuar lo más normal posible, estaba segura de que ellos no hablarían de su periodo o la medida de su sostén o que tan anchas tenían las caderas, era como estar en medio de una manada de depredadores, todos son intimidantes, pero planeo sobrevivir.

—¿Chica nueva? Que afortunados creí que eso no era posible en estas fechas. —dijo Arner dedicándome una sonrisa, el chico era muy alto, se veía bastante atlético he inteligente, sus gafas le quedaban bien.

—Cecilia debe ser la más feliz, ya no serás la única de tu especie jaja. —bromeo Levy clavándole una mordida a su manzana. —él era el más bajito de todos, tenía el cabello teñido de rosa y un arete en la oreja izquierda, me daba un aire al principito de los cuentos.

—¿Escuche que vienes de un internado de señoritas? Espero que te acoples rápido, es un gran cambio, estas rodeada de hombres, pero estarás bien. —exclamo Jack quien se acomodaba el saco.

—No estará bien con él. —dijo Ezra con gran seriedad y se introdujo un gran bocado de pasta.

Todos lo miraron y trataron de disimular sus palabras.

—No le hagas caso, como vez las bromas no son lo suyo jaja. —Añadió Yeral quien recién llegaba, su bandeja tenía pura carne.

A lo lejos pude ver que Alen y Nil apenas venían, las miradas de las chicas no se les despegaban, algunas revoloteaban a su alrededor pidiéndoles sus números o dejándoselos en sus bandejas, Alen les sonreía y Nil las ignoraba, ambos seguían caminando dejándolas atrás.

—¿Encontraron lo que buscaban príncipes? —les pregunto Arner saludándolos.

—Lo de siempre.

Pude percatarme de que Alen comía de forma balanceada, por su físico se ve que se ejercita, Nil por su parte me sorprendió, solo tenía fruta en su bandeja, más uvas que nada.

—¿Cómo siguen tus manos? ¿sanaron? —los chicos le hicieron esta pregunta a Alen, no entendía a que se referían.

—Para que dejes esa cara de suspenso, Alen practica boxeo. —me dijo Cecilia casi en secreto.

—Están como nuevas, listas para entrenar otra vez. —Dijo Alen quien desvió su mirada hacia mí y rápidamente la bajé, pude sentir como mi cara se ponía colorada.

—¿En tu escuela de monjas te dejaban comer así? —Alen me lanzo esta sagaz pregunta haciendo que todos miraran hacia mí, Nil sostuvo sus cubiertos, atento a lo que iba a responder.

—¿Perdón? 

—Te pregunte si en tu antigua escuela las madres te dejaban comer así.

No sabía si me estaba avergonzando delante de todos, mi charola estaba casi repleta, pero le respondí con total tranquilidad.

—No, en mi antigua escuela yo tenía que cocinar los alimentos de mi clase, era un colegio muy estricto, pero aprendí hacer muchas cosas. —le dije con una pequeña sonrisa la cual recibió con agrado.

—Un día deberías cocinarnos algo. —pronuncio antes de quitarme la mirada de encima y continuar con su platica.

No sabía cómo sentirme al respecto, al final no pude comer nada de lo que me había servido, creo que en el fondo me sentía triste.

El receso había terminado y todos se adelantaron a las clases, yo me quede en el baño, recargada en el gran espejo, seguramente solo fue un comentario inocente pensé, me miré al espejo y acomode mi cabello para después regresar a clases, cuando Sali me lleve una gran sorpresa, Nil estaba esperándome afuera, tenía ese semblante serio y misterioso que si me decía que era un ángel yo le creía, extendió su brazo y me dio una manzana.

—No dejes que nadie te diga que comer. —esas fueron sus palabras antes de dejarme sola.

Admito que ese fue un bonito detalle, por alguna razón puse esa manzana en mi pecho y la estrujé antes de comérmela, aunque también me sentí avergonzada.

El día avanzaba y la última clase era de literatura, había tratado de olvidar aquel incidente y me encontraba más relajada, la profesora estaba siguiendo la lectura de un libro de romance y les pedía a varios compañeros leer unos párrafos para escuchar nuestra dicción.

 Amablemente nos pido participar para leer lo que quedaba del capítulo, pero nadie levantaba la mano, me dio pena dejarlo así y aunque no quería, levante la mano, curiosamente casi al mismo tiempo que Nil, él la bajo en seguida y la profesora me escogió a mí, quizá el también sintió pena por ella.

Para mi mala suerte me puso de pie en medio de la clase, así que respiré profundo y comencé a recitar.

La voz de Armin era agradable al oído, todos estaban atentos a sus suabes y tiernas palabras, el atardecer la iluminaba como si ella fuera inmaculada, recogía sus mechones detrás de su oreja, la pasión con la que leía era fascinante, Alen le hizo un recorrido con la mirada y se mordió el labio, Cecilia lo notó y sintió que el corazón se le encogía, seguramente querrá divertirse con ella se dijo así misma, quien al mismo tiempo disfrutaba de su voz.

—¡Que hermosa lectura señorita Tesland! Me conmovió de principio a fin, nos transportó a la época y la ambientación fue sublime, gracias por leer para nosotros.

Una vez que baje el libro cruce la mirada con Nil, sus ojos brillaban como estrellas y al percatarse de que lo estaba mirando, volteo a la ventana con gran seriedad.

Lo que estaba leyendo era realmente hermoso, así que disfrute cada línea, cada párrafo y mis compañeros parecían haberlo disfrutado también.

—Esto sería todo por hoy señores, pueden ir a descansar, nos vemos mañana temprano.

Todos estaban agradecidos de que las clases por fin terminaran, había sido un día pesado, planeaban las cosas que harían después, yo no sabía cómo es que tenían energía para seguir caminando, lo que yo quería era tomar un baño he irme a dormir.

—Buen trabajo Tesland, casi haces que me guste la literatura jaja. —dijo Yeral dándome un golpecito en el brazo, Alen le dio una mirada de disgusto y se puso de pie cargando su mochila.




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