Sobreviviendo a Alen Bradford

Huye del lobo.

 

Las palabras de Alen me dejaban perpleja, sabía que debía leer entre líneas para entender lo que realmente me estaba diciendo, pero yo estaba encantada con él, me parecía intrigante y peligroso y eso me gustaba, Cecilia había regresado casi inmediatamente después de que Alen se fue, se veía decaída.

Realmente tenía ganas de comer un poco más. —dijo en un tono deprimente.

—No te preocupes, mañana en el desayuno agarrare varios sobres para que los lleves a tu habitación. —le dije para consolarla.

—No... voy a tratar de dejarla. —declaró resignada.

Aquella conversación me pareció que iba más haya que solo mermelada, pero apenas si la conocía, estaba segura de que profundizar en el tema la molestaría.

—¿Nos vamos a dormir? Debes estar agotada, mañana nos espera un día largo.

Me dijo Cecilia con total seriedad, decidí acompañarla hasta su habitación, una vez que llegamos estiró sus brazos para recibir el mantel que habíamos puesto en el jardín y cuando lo hizo, varios sobres de mermelada cayeron al piso y su rostro se ruborizo por completo.

—¡No te agaches! Yo los levanto. —le dije actuando de la manera más natural para que no se avergonzara.

Mientras estaba en el suelo se inclinó conmigo y me dijo esforzándose por contener las lágrimas.

—El chico que me gusta no es el tipo de hombre que mis padres quisieran para mí, no es el héroe, si no el villano, una persona que se ama así misma debería huir de él, amar al chico malo es un error ¿Entiendes?

—Ah... creo que si... ¿Quién es él? ¿Cuál es su nombre? —le pregunte mirándola a los ojos.

—Si encuentras a un hombre así, huye de él, es mejor sufrir para dejar de amarlo a caer en sus manos y morirte de dolor por un beso ¿Entiendes lo que digo Armin? Alguien tan inocente como tú seria solo una presa en sus manos.

—No lo hare, no estaré con ese hombre, tú tampoco, enamorémonos de un chico bueno, uno que nos haga sentir mariposas en el estómago. —le dije tratando de ser optimista.

—Asegúrate de que eso que sientes si sean mariposas y no avispas, descansa Armin.

—Tu igual... buenas noches. —Cecilia cerró su puerta justo a la mitad del pasillo, me encontré con Yeral, quien bostezaba como si fuera un león rugiente.

—Dulces sueños ovejita. —me guiño el ojo amistoso y me despedí de él con una sonrisa extraña, me dolían las palabras de Cecilia, aunque no comprendía de quien estaba hablando ¿Quién sería ese chico prohibido? Sea como sea, Cecilia era afortunada de escapar de él, me pregunto si podre reconocerlo cuando me encuentre con él.

Estaba muy cansada, los ojos se me cerraban, abrí la puerta de mi habitación y me desplomé en mi cama, mi mente estaba invadida por él, era una sensación de infección, como cuando el virus invade tu cuerpo y se incuba silencioso hasta que te das cuenta que ha vencido tus defensas, me dormí pensando en Alen y desperté de la misma forma, solo que con su virus dentro de mí

Eran las seis de la mañana, y unos fuertes golpes a la puerta me hicieron brincar de la cama, me arrastre hasta la puerta y Cecilia hablo por debajo de ella.

—Soy yo, ábreme.

—Cecilia ¿Qué haces despierta tan temprano? —le pregunté mientras abría la puerta.

—Las clases inician a las siete, tenemos clases de gimnasia, vine a arreglarme a tu cuarto, por alguna razón el agua de mi baño comenzó a salir fría.

—¿De verdad? Que mal... báñate primero si quieres, yo arreglaré mi uniforme primero.

Los ojos de Cecilia mostraban signos de desvelo y dolor, no pude evitar sentir compasión por ella, era tan linda, tenía un cabello castaño y corto hasta los hombros, ojos grandes y labios carnosos, era intimidante pero hermosa, bajita y adorable, estaba segura de que, si le decía esto último, me golpearía.

—No tardare. —me dijo notablemente cansada.

—Tomate tu tiempo.

Mientras esperaba mi turno, decidí mirar a la ventana, la vista era increíble, el sol salía iluminando todo a su paso, mis ojos recorrieron todo lo que pudieron y se posaron entrometidos en la vivida escena de una chica entregándole una carta de amor a Nil, este se veía inmune ante el nerviosismo de su enamorada, ella sonrió antes de salir corriendo y él se quedó ahí parado, guardó la carta en su bolsillo y se fue, era muy apuesto, seguramente recibía declaraciones de chicas lindas la mayoría del tiempo.

Mi cuerpo se asomó por completo, me parecía irreal que el sol lo iluminara de esa forma, era como un hada, mágico y lleno de fantasía.

Nil me miró con esa seriedad misteriosa y yo no supe como saludarlo, la atmosfera se rompió cuando Arnen y Esra lo llamaron, él se retiró sin decir nada.

—Termine. —la voz de Cecilia me saco un gran susto.

—¿Qué haces?

—¡Nada! Hehe, iré a bañarme.

—¿Era yo? O las estrellas de este internado tenían algo de misterio, en especial esos dos...

Una vez que terminamos de alistarnos nos dirigimos al comedor, el uniforme de gimnasia constaba de una blusa blanca con franjas negras en las mangas, un pants negro y un short debajo, unos tenis blancos y un listón en la cabeza.

Yo llevaba el cabello recogido en media cola y el listón atado a mi cabello en forma de moño.

Mientras Cecilia y Armin caminaban entre las mesas de la cafetería las cabezas giraban hipnóticas para observarlas.

—Cielos Armin, no sabía que podías hacer esto, llamas mucho la atención. —dijo Cecilia nerviosa y añadió. —es como estar con un famoso.

—No me ven a mí, te ven a ti, tú eres la popular. —le dije sin saber dónde meter la cabeza, me sentía avergonzada.

—Créeme, esto jamás había pasado tan intenso, hasta las chicas nos miran.

—¿Y qué hacemos? —le pregunté con nerviosismo.

—Nada, solo disfruta, esta es la señal de que serás parte de la realeza de este instituto.

—¿Y quién es el rey?... —me pregunte a mí misma con curiosidad.




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