Cada acción que mi depredador hacia me parecía confusa y a la vez llamativa, la forma en la que jugaba conmigo, el tono pasivo agresivo de su voz rasposa que me hipnotizaba, era como el trompetista de hamelin, Alen tocaba la flauta mientras yo me dirigía al precipicio, estaba haciendo justo lo que una presa no debe hacer, ser demasiado curiosa, confiar en la sonrisa babeante y llena de afilados colmillos que me seducían, mi ingenuidad creía que quería darme un beso pero, era más que evidente que quería morderme, despedazarme entre sus brazos.
En medio de la noche sus ojos brillan con descaro, salvajes y eufóricos por devorarme, pero no puedo ignorarlo, no puedo dejar de seguir sus huellas, estoy segura de que caeré en la trampa, tarde o temprano estaré en su cueva.
Aquel desayuno estuvo lleno de estos pensamientos, no podía dejar de ver la mano de Alen, tenía mi listón enredado en los nudillos ¿Qué significaba eso? ¿Me estaba reclamando como suya? ¿Era algo que hacía con todas las chicas? Sea cual sea la respuesta...me gustaba sentir que era visible para él.
Después de media hora, la clase de gimnasia había iniciado, el maestro de física nos había separado por dos grupos, hombres y mujeres, por un lado, las chicas jugaríamos volibol y ellos basquetbol, los deportes no eran mi fuerte, pero era buena corriendo y saltando, me gustaba más la natación, aunque apenas estaba aprendiendo a nadar.
—No puedo creer que quedáramos en empate. —dijo Cecilia con enojo, al parecer era una chica muy competitiva.
—¿Estuvo bien no? Hiciste un gran trabajo. —le dije sonriendo, rápidamente su mirada se dirigió hasta la cancha, los chicos también habían terminado el juego, estaban sudando, Alen se había quitado la camisa dejando solamente la interior, sus brazos marcados estaban al descubierto, ahora entendía por qué las demás estaban hipnotizadas.
Ese chico peligroso estaba a la vista, parecía un búfalo en plena temporada de apareamiento y no era la única testosterona andando, su sequito de príncipes también se veían como un oasis en el desierto.
—¿Cómo pueden pavonearse con tremenda cara y tremendo cuerpo? Se les van a salir los ojos a nuestras pobres compañeras. —exclamo Cecilia ruborizada.
Yo ni siquiera pude responderle nada, sentía mi cara tan caliente que tenía miedo de que alguien me viera tan ruborizada.
—¿Por qué todos están esforzándose tanto? —le pregunte al fijarme en que todos daban lo mejor de sí mismos.
—¿No te lo dijeron? Mañana competiremos con otro internado, el instituto de Salem.
—¿Mañana?
—Si, es muy importante obtener las mejores puntuaciones, ayudan mucho en nuestras calificaciones, además si nuestro grupo gana en cada categoría obtendremos permisos especiales para salir un día extra al asignado.
—Wao, con razón todos están tan concentrados.
— llevamos semanas practicando, nadie quiere quedar en segundo lugar y para ser honesta no somos tan malos, Alen y los chicos son muy buenos en lo que hacen.
—¿Qué categorías hay?
—Basquetbol, volibol, natación, carreras y boxeo
—¿Boxeo? ¿no es muy peligroso? —pregunte sorprendida.
—El año ante pasado fue karate, obviamente hay reglas y los participantes están protegidos, esta vez ganaremos, Alen es la persona más competitiva que conozco, no le gusta perder, por su solo orgullo es capaz de darnos la victoria.
—Es verdad... el practica ese deporte, seguro le ira muy bien, lástima que yo no soy buena para esto, me esforcé mucho hoy y no logré demasiado.
—Si me di cuenta.
—Auch, que honesta jaja
—Pero puedes participar en otra categoría, yo estuve ahí el año ante pasado, pero no puedo dejar que esas tontas arruinen nuestra puntuación perfecta esta vez, así que yo no me inscribiré.
—¿Cuál es la categoría? ¿relevos?
—No, porrista, puedes ser el alma de la fiesta y apoyar a tus compañeros con el espíritu del entusiasmo y el compañerismo.
—¿Qué? ¿enserio eso cuenta?
—Si, eres bonita, incluso más que Irene.
—¿Quién es Irene? —de pronto una risa coqueta y femenina se hizo presente a la distancia.
—Esa urraca de ahí. —Irene era la chica bonita del salón de Esra, Levy, Arnen y Jack, tenía el cabello negro, no muy alta y con un buen cuerpo, sus ojos negros y rasgados eran destacables.
Mi corazón se encogió cuando la vi colgada del brazo de Alen, se veían dolorosamente bien, me di vergüenza yo misma por imaginarme cosas donde no las había, esa chica era como él, seguro su familia la amaría.
—¿No es despreciable? La muy perra se cree la diosa del mundo, jajaja, la estúpida no había estado viniendo a clases porque su tía abuela falleció del otro lado del mundo, ya me imagino la cara que va a poner cuando te vea.
—¿Qué?
—Vámonos, no arruinemos su cara de sorpresa, no te miento cuando te digo que ella hasta ayer tenía la corona.
—Tenía muchas ganas de preguntarle si Irene era la novia de Alen, pero preferí quedarme con la duda, no sabía si estaba lista para escuchar la respuesta.
—Apresúrate, estoy segura de que, si te inscribes ahora, nadie dudara en darte un lugar en esa lista codiciada, quien sabe, igual y nos inscribimos juntas.
—¿Pero no querías ganar en el volibol?
—Esto es más importante, confiaré en el esfuerzo de nuestras compañeras, no me puedo perder la cara de esa bruja, ni la de sus amigas.
En menos de veinte minutos Cecilia ya nos había inscrito al equipo de porristas del evento de mañana, no tenía idea de lo que tenía que hacer o que cosas tenía que decir, Cecilia prometió que lo resolvería y acepté.
Por otro lado...
Irene y sus amigas estaban comiendo con los chicos, Cecilia y Armin habían decidido quedarse en la habitación de Cecilia para que se midieran los trajes de porristas.
—¿Dónde están esas dos? —preguntó Yeral mientras las buscaba entre las mesas.