Sobreviviendo a Alen Bradford

Sonrisa.

 

La multitud se apresuraba para observar a su nueva estrella, su princesa heredera, las personas pueden remplazar muy rápido a sus ídolos, basta con que sus ojos sean deslumbrados para que se olviden de las personas que adoraban con devoción.

—Creo que ser su favorita tiene su costo... —Irene se acomodó el cabello y un golpe en el hombro la sacó de su realidad, las personas pasaban de largo dejándola atónita, enseguida desvió su mirada hacia Alen quien sonreía ligeramente posando sus ojos sobre la bella novedad que tenían enfrente.

Ella giro el rostro y sus ojos deslumbraron a Armin quien le ayudaba al profesor Leith a cargar unas guías, ella y Cecilia quien le sonrió burlona al verla tan desconcertada.

—¿Alen?... —Irene se quedó sola en el pasillo, no entendía lo que estaba pasando, ella estaba acostumbrada a toda esa atención, ella era la reina, al menos hasta hace unos días.

—Pueden tomar sus asientos, jóvenes, sé que somos muchos, pero mantengamos el ambiente ordenado, la clase de hoy estará interesante.

—Aquí le dejo las guías. —le dijo Armin con una suabe sonrisa.

—Gracias Armin, me encargare de devolverte el favor. —le dijo el profesor sonriéndole de manera coqueta a lo que Armin no supo cómo reaccionar.

—¿Ya están todos adentro? —pueden sentarse donde gusten, no importa que los dos salones se mesclen.

—Ven, sentémonos por ahí. —Cecilia le señaló unos asientos al fondo del auditorio, Armin desvió la mirada y notó que aquella chica estaba sentada al lado de Alen, no tenía por qué dudarlo, seguro que era su novia.

  Armin estaba algo cabizbaja, aunque trataba de disimularlo bien, su rostro se llenó de sorpresa al darse cuenta que la única butaca compartida que quedaba era donde Nil se encontraba sentado, no es que le desagradara la idea de estar junto a él, era solo que también la intimidaba de alguna forma, no sabía con exactitud si ella le caía bien, pue Nil parecía muy serio.

—¿Puedo sentarme? —preguntó con timidez.

—Adelante, le dijo sin siquiera mirarla.

En el momento que Armin se sentó pudo percibir el delicioso aroma que Nil emitía, olía a mandarina, ella estaba hambrienta, pues no había comido nada.

 

La clase había iniciado y las luces estaban apagadas, pues una película de la historia de la segunda guerra mundial estaba siendo proyectada, la luz del proyector Iluminaba a Nil resaltando su belleza, él tenía la mirada puesta en la película.

Pero de pronto sacó una mandarina de su maletín y comenzó a pelarla, el delicioso aroma cítrico despertó en mí el hambre que me atormentaba y un leve pero mortal gruñido se me escapó del estómago.

—¡Ay! No... —Armin se cubrió el estómago y se ruborizó enseguida y añadió. —Lo siento... es que no he comido...

Nil extendió su mano y le dejó la mandarina que había pelado y el sacó otra he hizo lo mismo.

—Gracias...

—Puedes comerla sin problemas no tiene semi... —Los ojos de Nil se abrieron de golpe al ver los cachetes llenos de Armin, parecía una ardilla y una risita incontrolable se le escapó llamando la atención de todos ahí.

—Nil... —Armin no podía creer que Nil estuviera riendo y que su sonrisa fuera tan linda.

—¿Se puede saber que tanto está pasando ahí atrás? — preguntó el profesor Leith con molestia.

—¿Nil se está riendo? —se preguntaron todos en la clase sorprendidos.

Nayon sintió un pellizco en el corazón, jamás lo había visto reír y tenía la esperanza de que lo hiciera con ella.

El asombro de todos era evidente, por primera vez en un año, Nil dejaba escuchar su risa y Alen solo los miró fijamente, con una seriedad sepulcral.

—Al final si sabía sonreír. —dijo Irene con rareza.

—Ya fue suficiente, quiero hablar con usted después de clases señor Brenon, los demás vuelvan a poner atención, tendrán que contestar una guía, no se confíen.

La clase terminó y Nil se quedó con el profesor Leith, Armin se sentía muy apenada pues por su culpa lo habían castigado, el profesor lo dejó limpiando la pizarra y antes de que saliera del aula ella y Cecilia se escondieron.

—Uff, casi nos ve. —dijo Armin aliviada.

—Ve a disculparte, yo los esperare aquí afuera, no sabemos si el profesor regresará.

—¡Gracias! No me tardo.

 

—tarda todo lo que quieras nena. —Cecilia le guiñó el ojo y Armin se ruborizo y entro al aula con cuidado.

—¿Nil? Ah, hola, lamento haberte metido en problemas, no debí haber comido de esa forma. —dijo Armin apenada.

—No tienes por qué disculparte, se sintió bien. —dijo con una suabe sonrisa y añadió. —sonreír no es tan malo.

—No lo es... de hecho tu sonrisa es bonita...

Nil la miró y se sorprendió con el cumplido de Armin.

—Ah, si quieres podemos ayudarte, así terminamos más rápido y podemos ir a cenar.

—¿Quién más está contigo?

—Cecilia, ella estaba cuidando la puerta por si el profesor regresaba jeje.

—¿Ya se hicieron amigos? —pregunto Cecilia asomando su cabeza.

—¿Quieres? —le preguntó Armin causándole ternura y Nil no tuvo más remedio que aceptar.

—Está bien...

—¿De verdad? ¡Ay que alivio! Creí que te caía mal, me alegra que no sea así...

—¿Te alegra? —Nil vio la alegría que Armin despedía, lo emocionada que estaba por tener un amigo nuevo y eso volvió a sacarle una risa y añadió.

—Eres muy fácil de complacer.

—Es que eres el primer amigo varón que tengo. —Los ojos de Armin brillaban como dos luceros tintineantes y sinceros.

—A aquella noche los tres se fueron juntos a cenar, todos estaban en el comedor, excepto Alen, Armin dedujo que estaría con Irene.

—Oye Armin ¿Ya dinos que poderes tienes para hacer sonreír a esta piedra? jajaja. —le preguntó Levy con una sonrisa burlona, mientras abrazaba del cuello a Nil.




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