Sobreviviendo a Alen Bradford

El embrujo de tus ojos.

 

Aquella noche me fui del gimnasio casi volando, las palabras de ese chico tenían algo hechizante, se quedaban en mi cabeza y se anidaban en mi corazón, sin saberlo me estaba volviendo adicta a sus órdenes, a querer complacerlo ¿En qué momento la oveja decidió que enamorarse del lobo era buena idea? Y es que esto tiene una explicación, me estaba enamorando de Alen Bradford, cualquier bandera roja, por más grande y brillante que fuera, seria invisible para mí, pues a mis ojos, él era perfecto.

Estaba tan contenta que quise correr a contárselo todo a Cecilia, esto que estaba sintiendo seguro que era amor y corrí a su habitación, cuando llegué ella también venia llegando.

—¡Cecilia! —sonreí en cuanto la vi, pero mi felicidad se apagó al verle la cara.

—¿Dónde estabas? Creí que vendrías con nosotros. —me dijo casi en forma de reclamo.

—Lo siento, me quede pensando en todo lo que paso y después...

—No importa, tampoco es como si tuvieras que estar aquí. —me interrumpió con desanimo.

En ese momento me di cuenta de que había sido muy apática, Nil ahora era mi amigo, al igual que Cecilia y yo no había ido a ver si se encontraba bien, sin darme cuenta había tomado un partido, aunque no entendía bien la situación.

—Lo lamento... —dije con vergüenza.

—¿Por qué te disculpas?  No hiciste nada malo.

—Tienes razón, debí ir con ustedes, solo que aún me siento fuera de lugar con todos, no quise tomar un bando, pero al final si lo hice, pero no fue mi intención, todo se sintió tan extraño y no conozco toda la historia.

—Entra, te contaré como están las cosas en la familia. —Cecilia me dejó pasar y después cerró la puerta con delicadeza.

—Lo que te diré debes guardarlo en secreto ¿Escuchaste?

—Si, por su puesto, cuenta con eso.

—Bien, confió en ti.

—Ok. —por alguna razón el ambiente se puso raro, estaba ansiosa por escuchar aquel secreto, estaba esperando cualquier cosa, algo así como dos clanes rivales, uno de vampiros y el otro de hombres lobo, no me juzguen, pero en la escuela de monjas la imaginación fue lo único que me ayudo a no caer en la locura.

 

—Ya sé que te dije que nuestro grupo era muy unido, te mentí, muchas veces somos unos narcisistas, ególatras, superficiales y competitivos, aun entre nosotros hay rivalidades, como ya lo sabrás Alen está a la cabeza, después esta Nil, no sé si ya te disté cuenta del parecido que hay entre ellos, eso es porque son familia, primos hermanos para ser precisa... —en este punto Cecilia me contó sobre la razón de sus apellidos.

—La verdad es que si noté un poco de tención en ellos cuando los conocí, creí que era la personalidad de Nil...

—Ambas familias son las más influyentes y poderosas económicamente hablando, es triste que entre familias exista esa rivalidad, sus padres se han encargado de sembrar eso en sus hijos.

—¿Y cómo es que están en el mismo grupo de amigos?

—Porque creo que en el fondo se quieren. — me respondió Cecilia con una mirada triste.

—¿Y cómo esta Nil? Debió ser un golpe duro para él que Alen haya metido a su padre enfermo en esto.

—¿Y cómo crees que estaría? Si no lo hubiéramos detenido se habrían agarrado a golpes... como aquella vez.

—¿Aquella vez? —pregunté preocupada.

—Si, cuando éramos niños ellos pelearon por algo similar, Alen insultó a su madre y Nil no pudo contener su ira y ambos terminaron con la nariz rota, estoy segura de que si no los hubiéramos detenido se habrían matado.

—Pero solo eran niños...

—¿Te imaginas lo que se harían ahora?

Cecilia tenía una expresión de tristeza y quise consolarla de alguna forma y puse mi mano en su hombro y la sobé.

—No te preocupes, como tu dijiste, en el fondo ellos se quieren, esto solo fue un mal rato, mañana se les olvidara.

—Eso espero.

Nuestra platica había durado hasta las dos de la mañana y Cecilia me invitó a quedarme en su recamara, ya las luces estaban apagadas cuando comencé a escuchar unos ruidos extraños, eran gemidos que provenían de la otra habitación, mi corazón se aceleró pues nunca los había escuchado, al principio creí que alguien se estaba muriendo del dolor, cuando estaba a punto de pararme de la cama y recargarme en la parad para despejar mis dudas, escuché que Cecilia estaba llorando, en ese momento me quede inmóvil, no quería incomodarla y recordé las palabras que me dijo Yeral cuando recién había llegado, dijo que Cecilia compartía piso con Bradford, una angustia se apoderó de mi al pensar que aquellos ruidos frenéticos y apasionados provinieran de su habitación ¿Pero eso no era seguro verdad? Es decir... había otra habitación al lado y yo ni siquiera sabía en cual dormía él.

Esa noche me convencí a mí misma que aquello no había tenido importancia, el día deportivo había llegado, seria porrista por primera vez en mi vida y podría ganarme aquel premio que tanto codiciaba.

—¿Qué te parece? ¿me veo bien? —me preguntó Cecilia quien se había hecho un peinado muy tierno y femenino en el cabello, se veía preciosa, aunque era notorio que había llorado, pues tenía los ojos hinchados.

—Te vez muy bonita, pareces una muñeca de porcelana. —le dije maravillada.

—Gracias, ya que termine de arreglarme, te voy a peinar y a maquillar, aunque no lo necesitas, te vez increíble. —me dijo con seriedad.

—Cecilia... ¿Te puedo hacer una pregunta?

—Dime.

—¿Quiénes son tus vecinos? —le pregunté con miedo de escuchar su respuesta.

—En este pasillo están Levy y Nil, pero se encuentran hasta el final, también están Yeral y...Alen, yo estoy en medio de ellos.

—¿De verdad? Tienes suerte de tenerlos cerca... — le dije desanimada.

—Tú también, tienes a Ezra, Jack y Arnen.

—No lo sabía. —le dije con una sonrisa forzada y añadí —¿Escuchaste algunos ruidos extraños anoche?




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