Creo que en el fondo sabía que él no era bueno para mí, tenía todas las banderas rojas pegadas en la frente, pero fingía no verlas, no es que yo quisiera cambiarlo, solo creí que lo que él me hacía sentir era normal, recuerdo la primera vez que probe los caramelos, tenía tres años, mi madre me había dejado unos dulces en el comedor, recuerdo haberlos visto desde el otro extremo del salón, brillaban tanto que solo podía fijarme en ellos, deseaba saborearlos y descubrir lo deliciosos que eran en mi paladar, mi intención solo era tomar uno, pero termine devorándolos todos, no pude controlarme y las consecuencias de mi indisciplina fueron un terrible dolor de estómago, creo que Alen fue uno de esos caramelos, admirable y brillante a la vista, pero una vez que lo probé, me dolió el corazón, pero por desgracia, él es una de esas experiencias dolorosas de las que quieres volver a repetir por la dulzura y el placer que te da con la simple vista, el escarmiento no fue suficiente como para querer dejarlo.
—Oye, Armin, deja esa cara larga, deja que te retoque el maquillaje, te prometo que te recompensare con un regalo si sigues haciendo tan buen trabajo animando a nuestros amigos. —me dijo Cecilia apartando mi rostro de ellos.
—Gracias...
Su pongo que Cecilia era consciente de que me gustaba Alen, seguramente soy muy obvia, no puedo evitar seguirlo con la mirada, como si él fuera el único hombre en el mundo, como si fuera mi vida entera y es que después de todo, él era mi primer amor.
—¡Listo! te ves fabulosa, tenemos una hora para comer, descansemos un rato. —exclamó Cecilia mientras se estiraba.
Habíamos ido a la cafetería, estaba llena y decidimos comer afuera, en unas bancas que estaban rodeadas de hermosos jardines, Cecilia era una gran compañía, tenía un aspecto intimidante, pero era tan agradable, que me transmitía mucha seguridad, así que no pude evitar abrazarla.
—Huy, eres muy cariñosa. —dijo incomoda, pues no le gustaban mucho los abrazos, pero los toleraba por mí.
—Lo siento, pero no puedo evitar sentirme segura y cómoda contigo, eres como mi refugio. —le expresé desde lo más profundo de mi corazón.
—¿Te sientes triste? —preguntó mientras me apartaba de ella para verme a los ojos.
—Si...pero me da vergüenza sentirme así, siento que es ridículo. —sonreí de manera forzada.
—No, está bien, es mejor aceptar nuestras emociones a reprimirlas, pero... ¿Por qué te sientes así?
—Porque creo que me gusta alguien que ya tiene un compromiso, nunca me había gustado nadie en mi vida y pensé que cuando llegara la persona indicada, el enamorarme sería una experiencia increíble, mágica y que todo seria color de rosa, pero lo que me está pasando es una mescla de ambos sentimientos, duele más de lo que me gusta. —le dije mientras sonreía con tristeza.
El rostro de Cecilia se notaba dolido, pero al mismo tiempo empático.
—¿Y puedo saber quién es el chico?
—Alen Bradford. —dije sin titubear.
—Ah, ya lo sabía. —expreso con dolor.
—¿No es sorpresivo o sí? Digo, a la mayoría de las chicas de esta escuela les gusta, solo soy una más.
—Supongo que sí, pero, no creo que seas del montón, tú eres más noble que el resto, siento que tu corazón no alberga ambiciones, prejuicios, ni maldad, eres muy inocente, no voy a decirte de quien sí y de quien no enamorarte, solo cuida mucho tu corazón, es lo más valioso que tienes, no permitas que nadie te lo rompa, si vas con cuidado estarás bien.
No sabía muy bien porque Cecilia me decía todo eso, pero ya me encontraba dentro de la jaula y no lo sabía, al final Alen no solo me rompería el corazón, sino también el alma.
—Ir con cuidado... —repetí pensativa.
—Si.
—Irene están bonita... si yo fuera hombre también me enamoraría de ella, es perfecta, seguro que tiene una familia y muchos amigos. —le dije mientras lloriqueaba.
—¿Qué? No empieces a delirar o te lavaré la boca con jabón. —Cecilia me dio un pequeño golpe en el hombro y añadió. —Nunca te compares con nadie ¿entendiste? Esa mujer no es una competencia para ti, tú tienes un buen corazón, además, tú eres bellísima ¿No viste como te miraban todos? Eres una reina bebé, aveces tengo la impresión de que te percibes a ti misma como un trol o un cangrejo.
—¡Pff! jajaja, jaja. —las caras que ponía Cecilia cuando me regañaba me hacían reír muchísimo, me había hecho sentir mucho mejor.
—Así está mejor, sacúdete la ropa y prepara tu mejor sonrisa, animemos Nil y Levy mejor que cualquiera.
—¡Si!
—Corre, talvez alcanzamos a saludarlos antes de que los acomoden en la cancha.
Cecilia y yo nos apuramos para alcanzar a los chicos, me sentía más tranquila, ahora que le había confesado que Alen me gustaba, sentía que podría contar con Cecilia para todo, lo que yo no sabía era el dolor que ella sentía al saber que su única amiga estaba enamorada del mismo chico que ella, no puedo imaginar lo que sintió en ese momento, yo estaba tan ciega que jamás me percate de todo lo que sufrió para poder superarlo.
—¿Viniste a desearnos buena suerte? —le preguntó Levy a Cecilia mientras le daba golpecitos en la espalda con su raqueta.
—Armin también vino, solo que fue a traerles algo ¿Están nerviosos?
—No, Nil y yo estamos preparados para recibirlos jaja. —le respondió Levi con una sonrisa.
—Tenemos que ganar, tenemos toda la presión del grupo, todos quieren ese viaje a la playa, estoy seguro de que nos matarán si empatamos. —expreso Nil con seriedad.
—Tampoco somos monstruos jaja. —exclamó Cecilia apenada.
—Ahí viene Armin. —dijo Levy saludándola desde lo lejos.
El aire ondeaba el cabello de Armin, parecía una sirena, llevaba el cabello recogido por el calor, sus piernas lucían más con aquella falda que dejaba a la vista su hermoso color de piel, el color de la porcelana, les tenía un cariño especial a Levy y a Nil, así que estaba muy feliz de poder alentarlos antes de la competencia, las personas se abrían paso mientras ella se apresuraba para saludarlos, su sonrisa era brillante y con una mano agitaba sus pompones.