Sobreviviendo a Alen Bradford

Una sobredosis de ti.

 

¿Qué tan masoquista puede ser una persona para permanecer en un lugar donde poco a poco te destruye? ¿Existe una droga que te envicie sin ni si quiera haberla consumido? Necesito saber si con solo unas palabras mal intencionadas, alguien puede infectarte de falso amor, esto es trascendental, como un viaje astral, solo me bastó con hablar con él, ni siquiera me ha besado y ya me hace alucinar, solo he inalado su perfume, pero ya no tengo los pies sobre la tierra, mi mente está de viaje, al igual que mi cordura, estoy segura que ha modificado mi ADN, porque para mí, él es adictivo y me hace perder la cabeza.

Cecilia y yo habíamos ido a comprar una bebida a la expendedora, algo refrescante es lo que nos hacía falta para seguir funcionando, ya había olvidado las veces que me había retocado el maquillaje, pero esta vez realmente quería verme linda, me encontraba cepillando mi cabello como una loca, sentía que necesitaba ser lo más perfecta posible.

Hubo un momento donde caí en cuenta que nunca me había sentido así, ansiaba con desesperación su atención, sabía que no estaba bien adorar tanto a alguien, pero Alen Bradford era peor que la cocaína o que cualquier droga que el hombre hubiera inventado, él era una calamidad deseable para mí, era toda esa tempestad que estaba esperando con los brazos abiertos.

—Te vez linda, pero creo que no estás segura de eso. —externó Cecilia mientras me quitaba el cepillo de la mano.

—Quiero verme linda para él... —le confesé con vergüenza.

—Tal vez si te arreglas para ti, le resultes más atractiva, creo que los gustos de Alen no son tan exigentes, solo ve a Irene, es bonita, pero hueca de la cabeza y del corazón.

—¿Ellos son novios?

—Creo que no.

—Parece que sí, Irene actúa como si lo fuera, como si fuera la oficial.

—¿Lo dices por que se escribió su nombre e la pierna? —me preguntó Cecilia levantando una ceja.

—Siempre esta con él, realmente parecen una pareja. —le dije con desanimo.

—Te corrijo, ella, siempre está detrás de él, eso es muy diferente. —exclamó Cecilia con molestia.

—A él parece no molestarle, no he visto que le ponga un alto. —murmuré entre dientes.

 

Cecilia cambió su cara a una de frustración, se tomó un momento para pensar en lo que iba a decir y entonces vociferó con seriedad.

—Él jamás le pidió ser su novia, Irene esta tan desesperada por tenerlo a su lado que rebajo sus propios estándares de amor propio.

—¿A qué te refieres?

—A que más que novios son amigos con derechos, todo el mundo cree que son una pareja porque lo aparentan, se comportan como una, pero Alen nunca le hizo la pregunta que todas esperan escuchar.

—Las cosas ya no son como antes, creo que no necesitaron seguir las reglas de una relación para salir, supongo que, aunque solo se diviertan juntos, en el fondo se quieren.

—Ja, él no sabe querer. —exclamó Cecilia con dolor.

—¿Cómo le hago para que alguien deje de gustarme?

—Le pregunté con tristeza, yo no sería de las chicas que interfería en la relación de una persona, aunque Irene no era mi amiga, no sería la tercera en discordia, aunque en el fondo... quería ser yo su mujer.

—No es tan fácil como crees, no basta con solo desearlo.

—¿Lo dices por experiencia no es así? Por el chico que te gusta.

—Mi caso es muy diferente, lo conozco desde hace mucho tiempo, siempre supe que no tenía oportunidad, me rechazó de todas las formas posibles, por dignidad, por amor propio decidí que era el momento de retirarme, de renunciar a la posibilidad de un nosotros.

—Ojalá hubiera visto lo maravillosa que eres. —le dije mientras sostenía su mano, Cecilia me miró con ternura y me acarició la cabeza como si ella fuera una hermana mayor.

—En cuanto a ti... creo que tu deberías intentar conquistar al chico que te gusta, por alguna razón siento que tu si tienes una oportunidad con él, he visto cómo te mira Alen, creo que no le eres indiferente, créeme cuando te digo que conozco sus miradas, la que te da a ti es... diferente. –exclamó con los ojos mojados.

Como no lo vi antes, mi querida Cecilia se estaba muriendo de amor por él, cuanto debió amarme para dejar a un lado sus sentimientos y apoyarme en mi deseo de conquistarlo, si pudiera regresar el tiempo la abrazaría con fuerza y correría con ella de las garras de ese hambriento lobo rapaz.

—¿En serio crees eso? ¿Debería persistir en mis sentimientos por él? —Le pregunté llena de esperanza.

—Ya te lo dije, Irene no es su novia, haz tu mayor esfuerzo, pero si me permites darte un consejo, escucha a tu corazón, si te dice que corras, huye, Alen es como un laberinto, si entras en él, corres el riesgo de no salir viva de ahí.

Las palabras de Cecilia me dieron miedo, pero como cualquier adicto, hice caso omiso a la advertencia, leí el letrero que decía peligro y aun así me adentré a lo más profundo del bosque, el lobo andaba suelto y yo me encontraba curiosa en plena temporada de caza.

Finalmente nos fuimos de ahí, la hora de la competencia final se acercaba.

—Necesito ir al baño ¿te adelantas? No me tardo. —me dijo Cecilia con una sonrisa forzada.

—¿No quieres que te acompañe? —le pregunté con insistencia.

—No, no te preocupes por mí, no me tardo, creo que algo me hizo daño, no quiere que escuches todo el desastre.

—Ok, nos vemos en el salón principal. —exclamé con una sonrisa y me despedí de ella.

No sabía cómo sentirme al respecto, había muchas emociones dentro de mí, todas mescladas, me era dificil descifrarlas, estaba tan pensativa que no me fije por donde iba, tenía mi mente divagando entre mi amor por Alen y la sensación de peligro que me daba cada vez que estaba con él, y el choque con algo me trajo de regreso a mi realidad.

—Lo siento mucho... —dije mientras me sobaba la nariz.




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