Todo era nuevo para mí, los amigos, las fiestas, el amor, incluso la libertad, era como un ave que había sido enjaulada toda su vida, nunca había experimentado el viento bajo sus alas, me habían abierto la reja y no sabía cómo volar, aunque ansiaba ser como las otras aves, no sabía como vivir como una, pero quería ser parte de los gorriones, de seos ruiseñores que no le temían al alba.
—¡Vamos Armin! ¡entra ya! —gritaron mis amigos animándome.
—¡que no te de pena! ¡todos estamos nadando en ropa interior! –me dijo Cecilia sin una pisca de vergüenza.
El corazón me latía con fuerza, ya no quería estar detrás de la reja, así que me agache para quitarme las zapatillas, no importaba que las piernas me temblaran, puse mis manos hacia atrás para bajarme el cierre de mi vestido, la ropa interior que me había regalado Cecilia era blanca, tenía miedo que hasta el alma se me asomara, pero aun así quería hacerlo, quería saltar para unirme a ellos.
—Ah, creo que si se quitará el vestido… —externó Yeral mientras tragaba saliva, todos tenían los ojos puestos en ella y Nil comenzó a sentirse inquieto.
—Esperen, creo que la ropa interior que lleva puesta no es apta para esto… ¡Espera Armin!
Cuando estaba apunto de bajar el cierre hasta el final, Cecilia se me acercó impidiendo que me quitara el vestido.
—Tu ropa interior es blanca y de encaje ¿recuerdas?
—Es verdad…por un momento pensé que tenía la original.
—Menos mal que pensé rápido, si no hubieses excitado a todos aquí, ese hubiese sido un gran problema. —externó Cecilia aliviada.
Cuando menso lo pensé, Levy ya se encontraba detrás de mí y entre él y Cecilia me aventaron al agua, las risas no se hicieron esperar y yo quise darles un escarmiento, tardé demasiado en salir.
—¡Armin! —gritó Cecilia asustada.
—¿No sabe nadar? —se preguntaron todos con el corazón en la garganta.
Cuando Nil estaba por sumergirse, salí a la superficie y comencé a reírme.
—¿Estás bien? —preguntó Nil mientras me agarraba de los hombros.
—Jajajajaja, si, lo siento solo quería asustarlos jejeje, lo siento.
—¡Dios! ¡no hagas eso! Casi me da un infarto. —exclamó Cecilia mientras fruncia el ceño, era demasiado tierna cuando se enojaba.
—No lo volveré hacer perdón jejeje.
—Si que eres mala Armin jaja, es una lástima que no te hayamos visto en paños menores. —externó Levy mientras me aventaba agua en la cara.
—Por poco y causo mi ruina jajaja, lo bueno es que mi mejor amiga em salvó. —A Cecilia le gustaba escuchar eso, sabía que en el fondo ella también estaba feliz de tener una amiga en al cual confiar, aunque estuviéramos enamoradas del mismo chico.
El tiempo en la piscina me hizo olvidarme de aquel sentimiento amargo de haber visto a Alen seguir con paso firme a Irene, me sentía como una perdedora, ojalá nunca hubiera salido de esa piscina.
—Deberíamos irnos a dormir, nos va a dar hipotermia jajaja. —dijo Cecilia soltando un estornudo.
—Si, mañana hay clases, voy a sentirme como un zombi. —pronunció Levy desanimado.
—¿Qué no iban a suspenderlas?
—Quizá nos quitaron ese privilegio al enterarse de la pelea con Midnigth, malditos Mingnianos, arruinaron todo. —dijo Cecilia molesta.
—Olvídense de eso, que les sirva de consuelo que en unas semanas nos iremos de vacaciones a la playa, probablemente sepamos el destino antes del fin de semana. —manifestó Jack para motivarnos.
—Si, supongo que eso calma mi enojo. —añadió Cecilia agotada.
—Vámonos, las acompañaremos a su habitación. —nos dijo Nil mientras nos daba unas toallas para secarnos.
—No se preocupen, solo déjenos en el pasillo, Armin dormirá conmigo, su habitación esta más lejos y no quiero que se enferme.
—Que buena amiga eres enana. —le dijo Yeral alborotándole el cabello.
—Gracias. —le dije con una sonrisa.
Los chicos nos acompañaron a la habitación y se fueron a descansar, cuando estábamos a punto de entrar a la habitación, le dije a Cecilia que s eme había caído uno de mis aretes y que con suerte estaría en el pasillo, Cecilia suspiró y me acompañó.
—¿Segura que lo perdiste aquí? Debe estar en la piscina, si es así ya no podremos recuperarlo ¿tan importantes son?
—Es que me los regaló María en uno de mis cumpleaños, los cuido mucho, enserio necesito encontrarlo. —le dije angustiada.
—Ay Armin, espero que podamos verlo, ya apagaron las luces del pasillo ¿tienes la linterna de tu celular? El mío se apagó, ya no tengo batería.
—Si, dame un momento, ay no, el mío ni siquiera enciende, creo que lo mojé y se descompuso.
Al verme tan angustiada, Cecilia me agarró de la mano y me acompañó con una sonrisa.
—Ya, ya, tendremos que agudizar nuestra vista, la luz de la luna es lo único que nos queda, pero busquemos de rodillas, gateando, tal vez sea más fácil sentirlo con las manos, con suerte se nos encaja en las rodillas jaja.
Íbamos a la mitad del pasillo cuando, mi corazón sintió un aguijón que comenzaría a torturarlo poco después, empezamos a escuchar los gemidos insistentes y agitados de una pareja apasionada, Cecilia y yo nos miramos con la misma expresión, esa que nos partía el alma por dentro, giré mi rostro y entonces recordé que ahí cerca estaba la habitación de Alen, él estaba con una mujer…era la voz de Irene.
—Ay, no puedo más…Alen…no tan rápido…
La preocupación de mi arete pasó a segundo plano, me puse de pie y corrí hacia la habitación de Cecilia.
—¡Armin! —Cecilia me siguió y entonces cerramos la puerta.
—¿Puedes prestarme una pijama? Ya quiero dormirme…le dije conteniendo las ganas de llorar.
—Armin…quizás…
—¿Era él verdad? Estaba con Irene…
—Las dos escuchamos lo mismo, no sé qué decirte.
—Ya se que no tengo derecho de sentirme así…es solo que…me duele como si me estuvieran arrancando el corazón a mordidas.