Todo este tiempo la verdad estuvo ante mis ojos, el dolor de Cecilia gritaba su nombre, Alen Bradford era el chico del que ella estaba enamorada, había estado tan ciega que no noté su sufrimiento, lo mucho que se esforzaba para apoyarme, aunque ella estuviera soportando sus propios sentimientos, sabía que Alen no le correspondía, pero, aun así, me di cuenta de lo buena amiga que era.
La vez que escuchamos aquellos ruidos apasionados, también se trataba de ellos, no importaba si eran oficiales o no, Irene y Bradford tenían una relación complicada y viciosa, Cecilia se rindió al verme con los ojos llenos de lágrimas, no pudo seguir disimulando.
—Es él ¿no es así? El chico al que amas es Alen Bradford… —le dije con un gran nudo en la garganta.
Cecilia me miró aterrada y lo negó.
—No…no es él, deja de asumir cosas.
—¿Entonces por que lloras así? Si me dices que el te gusta, te prometo que dejare lo que siento a un lado, yo jamás haría algo que te lastimara. —exclamé aferrándome a sus hombros.
—Armin, ya te dije que no es él…estoy enojada por que de todas las mujeres que existen en el mundo, él decidió liarse con ella, Irene es la persona que más detesto, la odio…
—Pero…
—Si logras quitarle a Alen, me sentiré más tranquila, si él te eligiera a ti no tendría ningún problema en apoyarlos, pero a Irene no la soporto, eso todo….
—¿Por qué me dices que debo escapar de él? ¿es por esto’ ¿Por qué desde el principio no tenía oportunidad? Querías que no pasara por lo mismo que tú….
—¿Vas a insistir con lo mismo? Lo que sentí por Alen fue hace mucho tiempo ¿de acuerdo? Ya no siento nada por él, si te gusta esta bien para mí, pero no quiero que te confunda.
—No eres buena mintiendo…me he dado cuenta de eso ¿Por qué no eres sincera conmigo? —le pregunté con tristeza.
—Armin, aun si tus sospechas fueran ciertas, no quiero que te rindas por mí, si vas a dejar aun lado tus sentimientos por Alen, que sea por que lo que acabas de ver te convenció de que él no piensa separase de Irene, su maldita relación es toxica y sexual, créeme cuando te digo que en el día a día no la trata como a una novia, aun así, no quiero que te reprimas por lealtad o algo así, so sería muy egoísta de mi parte, créeme cuando te digo que lo único que deseo para ti es que seas feliz, abre los ojos Armin, que tu instinto de supervivencia te muestre que hacer, ya lo haz escuchado todo, decide por ti misma que harás a partir de ahora, no te preocupes por mí ¿de acuerdo? Si lo haces me enfadaré contigo.
Lo único que se me ocurrió después de escucharla fue lanzármele a los brazos, Cecilia era mi lugar seguro, verla sufrir me partía el alma.
—Estoy confundida…creí que le gustaba, pensé que al usar mi listón como amuleto tenía algún significado para él, pero me equivoqué, al final esta haciendo el amor con Irene, me siento como una idiota…perdón…
—Ya no llores y deja de pedir perdón que no haz hecho nada malo, ellos llevan haciendo esto desde antes de que llegaras, aun así, sigue siendo molesto…
—¿Por qué el amor duele tanto?
—El verdadero amor no duele Armin, ponte la pijama, vamos a descansar, mañana tenemos clases.
Cecilia y yo nos acostamos y aunque al principio conciliar el sueño fue difícil, al final el cansancio nos dejó rendidas, sin darnos cuenta nos dormimos abrazadas, como si inconscientemente las dos buscáramos consuelo la una en la otra.
—Cierra los ojos Armin, desearía que al despertar dejaras de sentir cosas por él, lo único que te traerá ese amor será dolor y malos recuerdos, Alen es la etapa que debes saltarte, es el tipo de experiencia que te lleva al psicólogo y te deja traumas de por vida, duerme ya que con suerte pierdas la memoria y te libres de ese mal que se apellida Bradford. —se dijo Cecilia en sus adentros mientras se acorrucaba con su amiga.
Alen seguía despierto, Irene descansaba en su regazo con la frente empapada de sudor, había quedado tan agotada que se quedó profundamente dormida, las horas transcurrieron y él sabía que Armin lo había escuchado todo, lo supo por que alcanzó a escuchar la voz de Cecilia que pronunciaba su nombre con urgencia, pero Alen ni siquiera se inmuto.
El tiempo pasó y ya eran las cinco de la mañana.
—Despierta, tienes que irte, ya esta amaneciendo. —exclamó Alen con su voz ronca.
—¿Qué? No quiero irme, creí que era más temprano, sigo cansada… —susurró Irene adormilada.
—Levántate recoge tus cosas y vete, no quiero problemas con el director, no estoy de humor.
—Bueno, me encantó pasar la noche contigo, hay que repetirlo, últimamente me has tenido olvidada, desde que llegó esa perra pareces distraído, voy a ponerme celo… —Alen agarró a Irene de la cara y la apretó con su mano.
—Cuida tus palabras. —le dijo con un tono amenazante.
—¿Qué? ¿Qué dije?
—Largo de mi habitación quiero dormir tranquilo por lo menos dos horas, cierra la puerta y no hagas ruido.
Irene se cambió rápidamente y después le lanzó una mirada fiera, una vez que cerró la puerta se recargó en la puerta confundida por lo que había pasado.
—¿Qué le pasa? ¿Por qué me habló de esa forma? ¿se habrá enojado por que le dije perra a esa estúpida? ¿pero por qué? No, debo haberlo molestado con otra cosa, esa estúpida no significa nada para él, soy yo la que duermo con él de todas formas…
Irene se fue a toda prisa a su habitación y se sentó en su cama golpeando el colchón con el puño varias veces.
—Voy a tener que ponerle límites a esa mosca muerta, me tiene harta con su simple existencia.
El sol por fin había salido y las clases estaban por iniciar, Armin se giró hacia Cecilia para darle los buenos días, pero ella estaba ardiendo en temperatura.
—¡Ceci! Te resfriaste… te llevaré a la enfermería. — le dije a Cecilia con preocupación.