Cecilia se había resfriado, tenía temperatura y su cuerpo necesitaba descansar para recuperarse, estaba preocupada por ella y pensaba en ir a verla en cuanto tuviera oportunidad, sin ella a mí lado me sentía insegura, era como caminar en medio de ojos morbosos y sonrisas peligrosas de personas que me veían como una novedad, creían que por venir de un colegio de monjas era estúpida y podían burlarse de mí, era popular entre la mayoría, pero había cierto grupo de chicas que me odiaban en secreto y que solo estaban buscando la oportunidad perfecta para atraparme.
Para ser honesta estaba acostumbrada a recibir acoso por parte de mis compañeras en el otro instituto, todo tipo de torturas, empujones, insultos, amenazas, lo último que recuerdo fue cuando le pusieron raticida a mi comida, si hubiese probado solo un bocado, estaría muerta.
Armin llevaba el cabello suelto y su uniforme de diario, se veía hermosa y segura de sí misma, aunque por dentro se sentía muy nerviosa, mientras avanzaba, se encontró con Alphonse quien la estaba esperando en el pasillo que la llevaba a su salón de clases, ella iba cabizbaja, pensando en todo lo que había ocurrido anoche, le dolía el corazón como si un rifle la hubiese perforado en el alma.
Armin mantenía la mirada en el piso, tratando de adormecer de alguna manera aquel sentimiento de decepción que la invadía.
—Armin ¿puedo hablar contigo un minuto? —me preguntó Alphonse mientras se me ponía en frente, se veía muy guapo, hasta los golpes se le veían bien, dándole un estilo rudo y único.
—Alphonse ¿Qué haces aquí? Voy a clase… — le dije con mucha vergüenza, después de ver su insistencia me daba pena despedirlo, no quería ser grosera con él, una parte de mi aún tenía miedo de que Alen nos mirara y creyera que él y yo teníamos algo especial, aunque el ochenta por ciento de mí, quería vengarse de él por haberme roto el corazón de esa forma.
Era ridículo que me sintiera ofendida, ya que Alen no era nada mío y apenas si lo conocía, pero me sentía herida y celosa, así que desee que Alen me mirara sonreírle feliz mente a su enemigo para que supiera un poco lo horrible que se siente ser reemplazado.
—No voy a quitarte mucho tiempo, quiero darte esto.
Mis ojos se abrieron de golpe, en el momento que sacó su mano detrás de su espalda con una hermosa flor celeste, admito que fue un detalle inesperado pero tierno.
—¿Es para mí? —le pregunté impactada, esa era la primera vez que alguien me daba una flor.
—Jaja, si, es solo para ti ¿no vas a rechazarla o sí? Eso si me rompería el corazón. —exclamó Alphonse con una hermosa sonrisa.
—Vaya, no sé qué decir… ¿Por qué me das esto?
—¿No es obvio? Me gustas, no voy a rendirme contigo, no importa cuantas veces me amenace tu perro guardián, yo soy muy terco, aun si tu me rechazas, seguiré intentando llegar a tu corazón.
No sé si la razón de su encanto se debía a que era francés o si su insistencia me aprecia tierna, estaba muy alagada de que alguien me encontrara interesante que se me escapó una sonrisa nerviosa.
—¿No te soy tan indiferente o sí? —me preguntó aun sonriente.
—No quiero jugar con tu corazón, sé lo que se siente cuando alguien te lleva a las nubes y después te deja caer de golpe al pavimento, me gusta alguien, aunque él no me corresponde…mi corazón no entiende de razones, así que…no sé qué decirte.
—¿Es él no? Alen Bradford ¿Por qué una chica dulce como tú se fijó en un neandertal como él? ¿Qué le vez? Es un salvaje, he visto como te mira, cree que le perteneces, se cree tu dueño y eso es desagradable, nadie puede poseer una flor tan linda como tú. —me dijo Alphonse mientras me pellizcaba una mejilla y añadió. —además tiene novia, la abeja reina que se cree deseada por todos los hombres que al rodean.
Sin querer solté un suspiro involuntario, me sentía acabada ¿quién puede obligar a su corazón arrepentirse de su elección? ¿quién dijo que podemos manipularlo para que deje de sentir amor? Lo intenté tantas veces que este terminó odiándome por obligarlo a dejar lo que tanto quería.
—No se que decirte, no tengo experiencia con los chicos, solo me gusta y ya… en cuanto a Irene, no la conozco, pero no pienso interponerme en su relación.
—Pues yo si pienso arrancarte a ese lobo de la cabeza, además, los zorros son más astutos, considérame alguien incansable.
—¿Te irás? —le pregunté mirándolo a los ojos.
—Si, nuestro autobús sale en unos minutos ¿estás Trieste e que no me veras más? }
—Solo preguntaba.
—Te veré en la playa, espero que ese tiempo me ayude a conquistarte, por ti sería capaz de cambiarme de internado.
—¿No tienes miedo de Alen? —le pregunté con angustia.
—Pff, jajaja, solo le tengo miedo a que me digas que no, te veré pronto mi bella dama. —Alphonse se despidió de mi besándome al mano y me dejó sin palabras, tenía la cara tan roja que me acaloré de inmediato, fue peor cuando me di cuenta de que todo el salón había sido testigo de todo.
—Ahora lávate la mano, tienes baba aristócrata. —exclamó Yeral mientras me limpiaba la mano con su suerte.
—¿Te parece bien coquetear con extranjeros? Voy a tener que castigarte. —me dijo Levy frunciendo el ceño.
—ya déjenla en paz, el francés le dio esa flor. —declaró Ezra con seriedad.
Nil no dijo ni una palabra, estaba muy serio y se metió las manos al pantalón y exhaló como si estuviera cansado.
—Nos vemos, nosotros nos vamos a nuestro salón. —dijo Jack entre bostezos.
—Por cierto ¿dónde está Cecilia? —preguntó Arnen curioso.
—Esta resfriada, me pidio que le avisara al profesor, después de clases iré a ver si fue a la enfermería o no, ella quería dormir, no se sentía bien.
—Vamos, entren al salón, ya es hora de la clase. —manifestó el profesor Leith, con una cara de pocos amigos, al verlo ene se estado se me hizo más difícil contarle lo de Cecilia, aun así, me acerqué a él.