Él no conocía la vergüenza, era el cinismo en persona, se acercaba a mí como si no tuviera novia, aunque él dijera que no estaba en una relación con Irene, dormían juntos y no se me olvidaba que esa noche la eligió a ella antes que, a mí, Anel estaba molesto porque Alphonse me estaba conquistando, eso lo fastidiaba, odiaba la idea de que tocaran sus cosas, porque para mi dolor, él me veía como un objeto más de su basta colección.
—¿te comió la lengua el gato? —me preguntó mi verdugo mirándome fijamente.
—No es eso, pero ya te dije que no deberías hablarme con tanta confianza, sobre todo cuando Irene y tu… —Alen comenzó arrancarle los pétalos a mi flor y mis ojos dejaron en claro mi asombro y añadí. —¿Qué haces? Eso es mío…
—Estás muy respondona ¿Qué te pasa? Que yo sepa los corderitos no muerden.
Yo estaba celosa, enojada con él por haberme dado alas y por la forma tan dura en la que me dejó caer, me las cortó de golpe, sin ningún aviso y de la manera más cruel que encontró.
—Aprietas los labios como si quisieras decirme algo ¿Qué es?
—Eres un chico muy extraño, tu amistad es confusa para mí… —le dije soltando un puchero.
—¿Por qué le tienes tanto miedo a Irene? Te preocupa que se enoje conmigo por acercarme a ti, pero ya te dije que ella no es mi novia, además, no te estoy pidiendo matrimonio, solo vine hablar contigo.
Cada palabra me molestaba aun más y aunque se veía tan guapo, quería ahorcarlo y escupirle todas sus palabras bonitas con las que me había hecho creer que le gustaba.
—Ah, ya se que te pasa, estas irritada por que tu chico francés se va, no te preocupes, es del tipo de criaturas que no se rinden, lo tendrás revoloteando a tu alrededor hasta que caigas. —exclamó Alen con enojo.
—¿Por qué te cae tan mal? Alphonse es amable y… —nuevamente Alen me interrumpió, pero esta vez se acercó a mí de tal forma que no sabía si quería besarme o amenazarme, mi corazón se puso tan nervioso que comencé a temblar y el aire me faltaba.
—No le aceptes más flores, si te mueres por unas yo puedo darte un ramo de tus rosas favoritas, se ve que esa es silvestre, que desagradable. —dijo con enfado.
—Dáselas a Irene yo puedo comprarme flores si las quiero. —no se de donde saqué el valor para hablarle así, creo que eran los celos, la rabia de que no aceptara que estaba con ella.
—Entonces no recibas flores de nadie ovejita, estas advertida. —mes susurró al oído antes de irse a su lugar, la clase estaba por comenzar, Nil recién llegaba con Yeral del baño, él me miró con seriedad, parecía que había vuelto a caerle mal, sin duda el día no iba como queria, no tenía idea de que iba a ponerse peor.
—¿Otra vez con esa cara? Parece que alguien te hizo enojar, es raro verte así. —me dijo Nil quién se sentaba a mí lado y luego desvió la mirada hacia Alen y este le sonrió con descaro.
—No es eso, es solo que estaba pensando en Cecilia, me pregunto si ya se sentirá mejor, ya pasaron dos horas…
—Estábamos hablando con ella por mensaje, parece que decidió ir a la enfermería, esta en buenas manos, más tarde iremos a ver cómo está. —Nil desvió la mirada hacia la flor que me había dado Alphonse y al verla sin pétalos exhaló, a mí me dio vergüenza y la escondí en mi maletín.
—La próxima vez no le aceptaré nada, sé que ustedes no se llevan bien con él y con el otro internado.
—¿Piensas verlo otra vez? —me preguntó con seriedad.
—Eh, bueno, fue un decir…
—Si quieres ser su amiga esta bien, no tiene nada de malo, si él se lleva mal con media escuela, pero a ti te trata bien, supongo que no es condenable, pero no creo que sea un buen partido.
Nil se concentro en su libro y me dejó pensativa, siempre tenía las palabras correctas para mí, era un buen consejero, pero era evidente que a él tampoco le caía bien Alphonse, aun así, no me lo imagino deshojando la flor que medio como obsequio.
Las horas pasaron y el tiempo del almuerzo había llegado, habíamos quedado de llevar la comida con nosotros para comer junto a Cecilia, pero yo necesitaba ir al baño, con todo lo que había pasado, quería refrescarme la cara, así que le dije a los chicos que los alcanzaría después, Nil y Yeral estuvieron de acuerdo y entonces pasó lo que tenía que pasar.
Irene, Nayeon y Erika me interceptaron, cuando iba en el pasillo, me jalaron del brazo con fuerza y me metieron a una de las bodegas donde guardaban las cosas de limpieza y ahí sucedió todo.
—¡Ay! —exclamé cuando me aventaron contra la pared.
—¡Cierra la boca idiota! No intentes gritar porque nadie va a escucharte, es la hora del almuerzo y nadie pasa por aquí, en la próxima hora serás solo nuestra. —declaró Nayeon mientras me amenazaba con una navaja para sacarle punta a los lápices.
Estaba segura de lo que iban hacerme, esta no era la primera vez que pasaba por esto, el acoso escolar motivado por el odio era el peor.
—¿Qué quieren? —les pregunté llena de ansiedad.
Lo primero que recibí fue una bofetada por parte de Irene.
—¿Creíste que me quedaría de brazos cruzados y no haría nada? ¿Cómo debería llamar a las mujeres que revolotean alrededor de mi chico? —preguntó Irene con rabia.
—Zorras, esa es la palabra correcta. —respondió Erika jalándome el cabello.
—Yo les llamaría perras, espero que esto te deje en claro que si vuelves hablarle a mi novio te castigaré.
—¿Qué vas hacerme? —le pregunté al ver que tenían todo preparado.
—híncate, y no grites.