Era la frescura de su saliva, la manera en la que movía la lengua, sus besos eran entre dulces y salvajes, una mezcla perfecta para no sentir que era mío, la forma en la que manipulaba mi cerebro y mis emociones era sobrenatural, con ese acto inesperado hizo que mi mente se me pusiera en blanco y todo el enojo, la decepción y la tristeza desaparecieron dejando en su lugar un deseo profundo de permanecer eternamente entre sus brazos.
—Ya te respondí, me gustas y quiero que seas solo para mí.
—¿Qué quieres decir con eso? —le pregunté tratando de que mis pies permanecieran en suelo firme, estaba segura que estaba flotando.
—¿A caso no te quedó claro? Ven aca y quédate sin dudas. —Alen se apoderó de todos mis sentidos y me volvió adicta a sus labios, no había cosa más dulce que el sabor de su toxica saliva y nada más peligroso que su lengua afilada y bífida.
—Pero…Irene… —le dije temblorosa, ya que me tenía a sus pies.
—Olvídate de ella, no es importante, además, quiero besar esa tierna boquita una vez más. —me dijo de manera seductora y volvió apoderarse de todo lo que era primerizo para mí.
Mi cara estaba tan roja que no sabía para donde mirar, mis ojos brillaban como dos estrellas que tintineaban en la madrugada, Alen se deleitaba en toda mi inexperiencia, estaba feliz de corromperme, usarme y divertirse, sin darme cuenta se escuchó un crujir de rama seca que llamó mi atención, Alen ni siquiera se inmutó, pero yo era muy curiosa y nerviosa, tenía miedo de que algún profesor nos descubriera, pero mi corazón sintió un golpe cuando vi la figura de Nil que se perdía entre los jardines.
Había sido testigo de aquellos besos apasionados y se fue, dándonos la espalda, el príncipe había caído en cuenta de que a la princesa le gustaba el dragón y a pesar de que su vida corría peligro, no quería ser rescatada por él.
—Nil… —no voy a negar que sentí mucha nostalgia, una tristeza que no sabía explicar.
Me aprecio sentir que Alen sonreía victorioso, como si todo este tiempo hubiera sabido que Nil estaba observándolo todo y encontró placer en su partida.
—¿Por qué estás temblando? —me preguntó Alen con una sonrisa divertida.
—Es que…fue mi primer beso…
Estas palabras llenaron su pecho y sonrió con malicia como si se burlara de mí, él sabía el poder que tenía sobre mí y la devoción irracional que había desarrollado.
—Eso me gusta, eres como una muñeca de caja.
—¿Qué?
—Olvídalo, será mejor que te metas a bañar, tu cabello es un desastre, a esta hora no hay personas en los pasillos que llevan a tu recamara, vete ahora y arregla todo el desastre, me encargaré de que nadie vuelva a molestarte.
—¿Qué somos? —le pregunté de manera involuntaria, mi boca se había mandado sola y después la vergüenza se apoderó de mí, lo lamento, es que no quiero compartirte con nadie…
Alen me miro de arriba a bajo y sonrió maliciosamente y después de pensarlo unos segundos me respondió.
—No quiero volver a verte cerca del francés, no lo soporto, te veo luego Ovejita. —Alen se fue dándome la espalda y no supe cómo reaccionar.
La verdad me sentí muy triste, estaba segura de que solo me había besado por que se le dio la oportunidad, quizá ese beso no significaba nada para él, probablemente no estaba dispuesto a deshacerse de su relación promiscua con Irene, después de todo, ella tenía con él mucho tiempo y yo solo era una novedad en su vida, recuerdo que me fui llorando a mi habitación y me metí a bañar sintiéndome una tonta.
—¿Será que solo me ve como mira a Irene? No quiero…no quiero que piense así de mí, no quiero ser su distracción, quiero ser su adoración, quiero que me ame, que el corazón se le acelere cuando me mira a los ojos, quiero ser su gran amor, quiero que me vea como su única chica, por que el es todo eso para mí…no sobreviviré sabiendo que le gusto de la misma forma que le gusta Irene, yo no puedo conformarme con eso, me niego a ser una más de su colección…
Armin sabía que no podía permanecer encerrada en sus pensamientos, como un flash recordó a Cecilia y el cariño que le tenía al llevó apresurarse y alistarce para ir a verla, no tenía mucho tiempo, así que se arregló y se cambio de ropa, estaba limpia y hermosa y se fue a buscarla en su dormitorio, pero mientras mensajeaban, Cecilia le avisó que se encontraba en la enfermería.
Una vez que se encontraron, se dio cuenta de que no estaba sola, Yeral y Ezra estaban con ella.
—¡Cecilia! ¿Cómo te sientes? Lamento no haber venido antes yo…
—¿Como está eso de que La idiota de Irene y sus buitres te acosaron?
Me preguntó Cecilia y Yeral y Ezra parecían indignados.
—¿Cómo lo saben? —les pregunté avergonzada.
—Eso no importa ¿Qué te hicieron?
—Me…vaciaron un bote de agua sucia y me abofetearon, bueno solo me golpeó Irene.
—¡Maldita perra!
—¡Cecilia espera! —Armin, Yeral y Ezra trataron de detener a Cecilia, pero ella salió corriendo a toda prisa para encontrarse con alguna de ellas, estaba furiosa, la sangre le hervía y ahora que la fiebre le había bajado y se sentía mejor, estaba ansiosa por poner a esas abusivas en su lugar.
—¡Cecilia! Es mi culpa, no debí decirle nada, está enferma. —externó Armin mientras corría para alcanzarla.
—Trataremos de alcanzarla, esa enana corre más rápido de lo que creí. —dijo Yeral agitado.
—No te culpes por esto, es normal que Cecilia te quiera defender, pero debemos evitar que cometa una locura, si se encuentra con las tres se le irán encima y esto podría ponerse feo. —externó Ezra a toda prisa.
—No…por favor no te metas en problemas por mi… ellas son peor de lo que piensas. —se dijo Armin así misma mientras su corazón temía una desgracia.