Sobreviviendo a Alen Bradford

Amigas.

 

Jamás me había sentido tan culpable por haber abierto la boca, no tenía miedo de lo que Irene y sus secuaces hicieran conmigo si se enteraban que había sido yo quien había revelado que eran unas abusivas, me preocupaba más bien lo que pudieran hacerle a Cecilia, estaba segura de que tuve suerte, ellas eran capaces de hacer cualquier cosa para intimidar a alguien, Cecilia era mi mejor y única amiga, uno de mis tesoros más grandes y no quería que la lastimaran.

Armin corría con todas sus fuerzas junto con Ezra, pues Yeral se había adelantado, pero la había perdido de vista.

—¿Dónde se metió esa enana? Espero no haga una tontería… —se dijo así mismo Yeral mientras se apresuraba.

Por otro lado, Cecilia estaba furiosa, buscaba cualquier pretexto para poner en su lugar a ese trio de buitres, parecía que su resfriado había pasado en segundo plano, pues estaba llena de energía, la suficiente como para iniciar una pelea.

—Malditas víboras, por su bien espero no encontrármelas, estoy que me lleva el demonio.

Cecilia preguntó a medio mundo por Irene y sus amigas y nadie le sabia dar respuesta, hasta que un grupo de chicas le dijeron que se encontraban en la cancha de tenis tomando el sol.

Los alumnos veían a Cecilia como un gorila golpeándose el pecho, enardecido con los cazadores que habían entrado a su territorio, corrió tan rápido que en el momento de frenar sus zapatos sacaron chispas, resoplaba como un toro bravo y casi casi sacaba humo por la nariz, una ves que vio a las tres arpías, caminó hacia ellas con paso firme, como ellas estaban de espaldas, no la vieron venir, fue cuando Cecilia agarró del cabello a Irene y la tiró de la banqueta acercándola bruscamente hacia ella cuando Nayeon y Erika la vieron, gritaron horrorizadas.

—¡Ahora si maldita bruja! Voy a darte tu merecido. —exclamó Cecilia mientras la arrastraba del cabello por toda la cancha.

—¡Suéltame orangután! ¡quítame las manos de encima! —gritó Irene al mismo tiempo que trataba de zafarse de su agarre.

—¿Qué crees que estás haciendo maldita loca? ¿Qué diablos te pasa? —le preguntaban Nayeon y Erika entre gritos.

—¡Cierren la boca que ahorita siguen ustedes!

—¿Qué? —Nayeon y Erika se quedaron tiesas, Cecilia era como una gata rabiosa.

—¿Qué hacen aquí paradas idiotas? ¡quítenmela de encima! —les ordenó Irene con desesperación.

—¡Si me ponen una mano encima les arrancaré los dedos a mordidas! ¿escucharon? —las amenazó Cecilia mirándolas como un demonio en llamas, pero, aunque ella se veía intimidante, le tenían más miedo a Irene, así que se le fueron encima a Cecilia y comenzaron a jalonearla del cabello y a rasguñarle la cara.

—¡Que me sueltes machorra asquerosa! —le decía Irene pataleando.

A Cecilia no le importaba ser rasguñada y despeinada por Nayeon y Erika, no le importaba lo que pasara con ella, siempre y cuando siguiera aferrada a Irene.

—¿Por qué estás haciendo esto idiota? ¡ya déjame en paz!

—¿Creen que pueden acosar a Armin y salirse con la suya? ¿creen que nadie va a defenderla?

En este punto, Yeral, Ezra y Armin estaban llegando a la escena y escucharon todo lo que ellas hablaban.

—¿Y quien te dijo eso? nosotras no le hicimos nada que no se mereciera, se lo buscó por golfa.

Cecilia le dio una fuerte bofetada a Irene y las tres se le fueron encima y mientras Yeral, Ezra y Armin corrían a separarlas, Cecilia gritó a voz en cuello.

—¡No vuelvan a ponerle una mano encima a Armin o se las verán conmigo! No dejaré que le hagan daño a mi mejor amiga…

Estas palabras llegaron a lo profundo del corazón de Armin y aunque Yeral y Ezra le dijeron que no se metiera, ella se abrió paso y se le fue encima a Nayeon y Erika.

—¡Déjenla en paz! —gritó Armin mientras las jaloneaba del cabello.

—¡Armin! ¡Cecilia ya basta! —Yeral las agarró a ellas dos mientras que Ezra jalaba a Irene, Erika y Nayeon.

—¡Chicos! ¡que bueno que vienen! ¡este par de locas nos atacaron de la nada!

—¡Ya fue suficiente! —gritó Ezra lleno de enojo dejándolas instantáneamente calladas y añadió. —sabemos lo que le hicieron a Armin ¿Qué tiene en la cabeza? ¿estiércol? No pueden ir por ahí acosando a otras personas como una bola de cobardes.

—¿Qué? ¿De qué lado están idiotas? —les preguntó Irene furiosa.

—Del lado de nuestras amigas, Cecilia y Armin, será mejor que dejen esta estupidez del acoso, por su bien deténganse. —les dijo Yeral con el ceño fruncido.

—¿Y que harán si los ignoramos? —insistió Irene retándolos.

—Entonces aténganse a las consecuencias. —les dijo Yeral mirándolas fijamente y ellas se fueron de ahí furiosas, lanzándole una mirada afilada a Armin y Cecilia.

—Esto no sé quedará así.

—¡No nos amenaces! ¡te estaré esperando arpía! —le dijo Cecilia mientras le alzaba el dedo de en medio.

Cecilia aun no dejaba de insultar a Irene cuando de pronto, Armin se le abalanzó y comenzó a llorar.

—Lo siento….lo siento mucho…perdóname…

—Armin… ¿Por qué lloras?

—Tu eres lo más preciado que tengo…por mi culpa te lastimaron.

Armin decía esto porque Cecilia estaba toda rasguñada de la cara, después de que se le pasó la adrenalina, comenzó arderle la piel.

—Armin agarró su manga y comenzó a secarle los rasguños mientras aun lloraba.

—Mira nada más como te dejaron esas montoneras, me dieron ganas de…. —Yeral se mordió la lengua y trató de peinar a Cecilia.

—Vamos, consigamos alcohol y algunos algodones, esto se puede infectar, pero vayamos a la enfermería o nos meteríamos en problemas, mejor vayamos alguna habitación. —propuso Ezra mientras miraba el rostro de Cecilia.

—Los chicos no van a creer esto…

Ezra, Yeral y Armin se fueron a la habitación de Cecilia y ahí le curaron los rasguños, mientras aun le colocaban ungüento para que le cicatrizara rápidamente, los otros chicos llegaron rápidamente, por que Irene y sus secuaces les habían alterado la verdad, haciéndose pasar como victimas para que Alen se pusiera de su aldo, pues sabían que con el como aliado, todo les saldría bien, pero no contaban con lo que sucedería después.




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