Irene estaba adolorida, Alen le había enterrado los dedos en la piel apretándole el brazo y azotándola contra la pared, la sensación de hundimiento y vacío comenzó apoderarse de ella, era como un agujero negro que se formaba en su estomago, haciéndola sentir miserable, lo único que podía repetir en su cabeza eran las palabras que su paraíso le había dicho antes de botarla como una bola de papel “Ya me estás aburriendo” una y otra vez, estás palabras se reproducían sin piedad llenándola de ansiedad he inestabilidad.
Esta no era su primera pelea, no era la primera vez que discutían por los celos de Irene, desde el principio Alen fue muy claro con el tipo de relación que ellos mantendrían, nada de exclusividad, nada de celos y reclamos y por ultimo, estaba prohibido enamorarse, pues lo suyo solo era mera diversión para pasar el rato de una manera agradable, aunque Irene aceptó los términos, ella tenía la esperanza de que las cosas cambiaran con el tiempo.
Y es que ella era la única chica con la que Alen parecía mantenerse interesado, sabía de sus acostones con algunas chicas del internado, mismas que eran acosadas por Irene y sus amigas y terminaban corriendo ante su ferocidad, nada era duradero, Alen solía aburrirse con rapidez, así que solo había una mujer que lo llenaba de alguna manera, él de alguna u otra forma, siempre regresaba a los brazos de Irene.
Pero la llegada de Armin había alterado su dinámica y parecía distorsionar el rumbo de las cosas, nunca había visto a Alen tan obsesionado, tan encaprichado con un juguete nuevo, él no solía cortejar a nadie y mucho menos perseguir a sus presas, pero la chica nueva tenía algo que rompía todos los moldes, ella era una presa especial y Alen la reclamaba como suya a cualquiera que ponía las manos sobre ella.
—Esto también será pasajero…es solo un juguete…las cosas volverán a ser como antes, lo sé, estará a mis pies mañana y esa maldita será olvidada al igual que el resto de moscas que revolotean a su alrededor.—externó Irene apretando los dientes, estaba temblando de rabia y apretaba sus puños con fuerza.
—¡Irene! ¿Estás bien? Vimos a Alen muy enojado ¿te hizo algo?—Erika y Nayeon le preguntaron eso porque ella estaba en el suelo.
—No es nada, solo fue una pequeña discusión.
—¿Se enojó contigo por meterte con Armin?—le preguntó Nayeon acercándose a ella, pero esa fue una mala idea, pues Irene buscaba quién se la pagara y sentía la necesidad de desquitarse con alguien.
—¡Deja de preguntarme estupideces! ¡Tráiganme algún sapo! Amenos que quieran ser ustedes mi desquite.
—Ok… iremos por Sara dientes de lata.—dijeron ellas temerosas y se fueron en busca de una víctima para que su líder se desahogara.
Sara era una chica tímida y reservada, que era objeto de burlas y acoso estudiantil por parte de sus compañeros de clase, no tenía amigos, era todo lo que los abusadores llamaban “Una nerd” o inadaptada, su estancia en Mirland, no era precisamente cómoda debido a que era un blanco fácil para todo tipo de burlas.
Su peor error fue haber visto de manera fija y constante a Irene, fue uno de esos días en los que la reina de Mirland caminaba pomposa sobre la cafetería, su cabello negro y sedoso parecía una cascada brillante y además se veía preciosa, Sara la contempló admirando su belleza, por su cabeza pasaron miles de halagos, en donde la comparaba con una princesa o una diosa asiática.
Pensaba que Irene era perfecta, que probablemente viva en una historia de cuento, era la chica más popular del internado, además parecía ser la novia del chico más genial y apuesto de todo Mirland y en sus adentros, deseó ser ella, creía que solo así su vida dejaría de ser tan insignificante.
—Si tan solo pudiera parecerme un poco más a ella, quizá ya no sería invisible.—se dijo así misma el día que admiró a esa celebridad y comenzó a imitarla en secreto, desde sus posturas, la manera en que comía, de echo, compró e mismo perfume que Irene usaba.
Irene ya estaba fastidiada de su admiradora, el principio le parecía divertido ver como la imitaba y se burlaban de ella en secreto, pero, con lo que acababa de pasar, no encontró un mejor objetivo para descargar su ira, pues ya tenía planeado ponerle un alto a su fastidiosa afición.
Sara recién estaba saliendo de la biblioteca cuando fue interceptada por Nayeon y Erika.
—¿Donde diablos estabas? Creemos que te había tragado la tierra. —le dijo Nayeon con enojo.
—Si se la tragara por error la escupiría en seguida jajaja.—externó Erika burlona.
—¿Que pasa?— les preguntó Sara asustada al ver como la agarraban de los brazos llevándosela a la fuerza.
—Ven acá y no te resistas.
Sara sintió miedo, sabía lo que le esperaba y comenzó a sentirse muy nerviosa.
—No puede ser…seguro que Irene ya se dio cuenta de que la estoy imitando… ¿que voy hacer? Todas le tienen miedo y tiene fama de ser muy cruel con sus enemigas, si caigo en sus manos seguro me irá peor que con los acosadores de mi clase.—pensó Sara atormentándose con todos esos pensamientos, intentó frenar el paso, pero Erika la sujetaba del cuello por la parte de atrás asegurando su cruel destino.
Una vez que la llevaron ha donde se encontraba Irene, la aventaron ante ella y Sara calló de rodillas a sus pies.
—¡Ay!—Sara no quería ni verla a los ojos, tenía miedo de airarla si la retaba con la mirada, así que intentó ponerse de pie.
—¿Quien te dijo que te levantaras?—le preguntó Irene con hostilidad.
—Eh… ¿por que estoy aquí?
—¡Tampoco te di permiso de hablar! —le dijo Irene mientras le daba una bofetada que terminó tirándola al suelo.
—!Ahhh!—Sara se agarró el rostro y comenzó a temblar y balbuceó temblorosa.
—jajaja ¿que esta diciendo?
—Te está insultando en su idioma jajaja.
—Me pregunto si las ratas tienen un lenguaje complejo jajaja.