Sobreviviendo a Alen Bradford

Una cita entre amigos

 

Estaba de más decir que no pude dormir bien esa noche, mi cabeza era un remolino de ideas y teorías acerca de la verdadera identidad de Oliver y Maria, además, pensar en el hecho de que Alen hubiera dejado de sentir algo por mí, me llenaba de pánico, sin contar con los fulminantes nervios que sentí, al pensar de manera detenida en aquella cita doble ¿por que le dieron ese nombre? Ahora tenía los nervios de punta.

—¿Ya estas despierta?—me preguntó Cecilia rodando hacia mí mientras me ponía las manos en la cara, me removió la boca, los párpados y la nariz tratando de descubrir si ya esta despierta.

—Ya son las ocho, en una hora pasarán los chicos por nosotros.—le respondí mientras suspiraba.

—Cielos Armin, tus suspiros me despertaron, entre sueños sentía que me faltaba el aire, te estas robando todo el oxigeno de la habitación, no me digas que pensar en Alen te deja así los pulmones, te va a dar asma o algo peor.—me dijo aun con los ojos cerrados.

—No estaba pensando solo en él, no puedo evitar estar nerviosa por lo que descubriere hoy a travez de las cámaras y los micrófonos que Fidel puso en toda la mansión, ademas…con esta salida, me siento..no sé, avergonzada, el corazón me late algo rápido.—le dije a Cecilia mientras sentía un montón de abejas en el estomago.

—Tienes razón, lo siento, debes sentirte terrible, pero sabes que estaré contigo mientras todo eso pasa, sea bueno o malo, ahí estaré contigo ¿de acuerdo? Solo no te sientas sola, por que no lo estas.

—Gracias Ceci…—una vez que terminó de hablar me gire de golpe y la abracé con todas mis fuerzas.

—Ay…me sacaste el aire…—exclamó sofocada.

—Lo siento, no pude evitarlo, estas tan suavecita como un conejo peludito.

—Si, si, ya déjame ir, no te acostumbres a estrujarme cada vez que te den ataques de ternura o gratitud, me vas a quebrar las costillas.

—Estas mas delgada.—le dije dls sentirla tan esbelta.—¿haz comido bien?—le pregunté con preocupación.

—He estado a dieta, preparándome para esta semana en la playa, iremos al caribe, arena blanca, aguas cristalinas, se puede practicar el buceo y el esnórquel , el bronceado perfecto, ay amiga es un paraíso me encanta…amo las Bahamas.

—Se escucha genial, nunca he ido a la playa…

—¿Que? ¿Estas bromeando?—me preguntó Cecilia exaltada.

—No, toda mi vida hasta ahora estuve en ese internado de monjas, era como un reclusorio, aveces pienso que mis padres me metieron ahí para simular que no tenían una hija.—le dije con tristeza.

—Esos desalmados…—expresó Cecilia apretando los puños y añadió.—sigo pensando que te mantuvieron en una prisión toda tu vida, con razón pareces un cachorrito que le mueve la cola a todo el que te da una caricia.

—¿Un cachorro?

—No es un insulto, es más como una comparativa a la inocencia que tienes, puede ser un defecto y atraer a lobos rapaces como…olvídalo, vamos a prepararnos, Levy me acaba de mandar un mensaje, nos ve en la sala de estar a las nueve en punto, si no nos apuramos es capaz de entrar y querernos cambiar el mismo.

—Deberíamos apurarnos entonces.—le dije instantáneamente.

—¿Que tipo de ropa trajiste?

—Bueno, estos vestidos y algunos pantalones.

—¿Que diablos es esto Amin? ¿Asaltaste el closet de tu difunta abuela?—me preguntó Cecilia horrorizada.

—¿Que tiene de malo? La uso desde que tengo como trece o catorce años, alguna era de mi mamá.

—¿No te parece demasiado anticuada? Esta ropa esta gritando que la quemen, me da las vibras de una mujer narcisista ¿que es esto? Mi perro wifi tiene mejor gusto que esto.

—Tienes razón, debí comprar ropa de moda hace mucho jeje.

—Creo que hoy renovaremos todo tu closet, es un alivio que yo este aquí para socorrerte, pareces mi hermana menor Armin ¿que harías sin mi?

Después de aquella reprensión de moda, terminamos de bañarnos, Cecilia me prestó un pantalón y usé una de las blusas que se veían más vintage y un suéter que ella me presto con margaritas bordadas, el suéter era entre amarillo y blanco, mi blusa era blanca de tirantes y el pantalón de mezclilla, también me prestó unas zapatillas bastante comidas y ella se quedó mis tenis.

—¿Pero no querías usar esta ropa hoy?

—Te la regalo, compraré tantas cosas que las tiendas se quedaran vacías, tengo una tarjeta negra, no tengo limites nena.—me dijo Cecilia guiándome el ojo.

—Tendré que pedirle una autorización a Oliver para poder comprar ropa también.

—Eso me huele a permiso, tu eres la dueña de la fortuna tesland, eres tan millonaria como la dueña de una mafia, dame tu teléfono.

—¿Para que?—le pregunte curiosa.

—Vamos a decirle a ese tal Oliver que gastaras un aproximado de dos millones en ropa.

—¿Que? Y eso es solo para la ropa de playa, le diremos que libere toda la tarde una tarjeta para que puedas gastar a lo bestia, malditos vividores, de seguro te roban en la cara.

—Jamás había gastado tanto dinero en mi vida.—le dije con culpa.

—¿Ya era justo no crees?

—Supongo…

—Vamos, Levy ya me amenazó en subir por nosotras si no bajamos en cinco minutos.

—¿Como me veo? Le pregunté con nerviosismo de pensar que vería al príncipe Brenon.

—Te vez preciosa, yo te maquille.

—ok…—le dije con una sonrisa y nos dirigimos a la sala de estar, donde Levy y Nil ya nos esperaban.

—Hola chicos, perdonen la tardanza pero no podíamos vernos simples.—les dijo Cecilia mientras movía su cabello.

—Que lindas se ven ¿se arreglaron ta to para nosotros? Jaja, esperamos estar a su altura.—expresó Levy sonriendo de oreja a oreja, se veía muy guapo y olía demasiado rico.

Mis ojos se cruzaron con los de Nil, ninguno pronunciamos palabra, yo pensaba en que parecía un príncipe, con su estilo old money y su lacio cabello.

—¿No vas a decir nada? ¿Como nos vemos?—le preguntó Cecilia a Nil dándose una vuelta.




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