Sobreviviendo a la tentación [2.3]

Capítulo 2| Una estrella en tu cama

A Z U L⭐⭐⭐

A Z U L
⭐⭐⭐

La primera noche me costó mucho dormir, primeramente, por el dolor y segundo porque no estoy acostumbrada mucho a dormir, es algo que no necesitamos las estrellas. Anker me dejó dormir en su cama, pero lo escuché moverse toda la noche, es bastante inquieto para dormir o no se acostumbra a la cama. Cuando los rayos del sol salieron yo llevaba despierta hacía mucho, un pitido despertó a Anker que se levantó aún adormilado y estirándose un poco salió de la cama. Se giró para verme y estuvo un rato mirándome como si no recordara que anoche le había gritado.

—Buenos días, bajaré por el desayuno y te traeré algo. No hagas ruido aún no le dije nada a mis padres, están un poco estresados por el trabajo y no quiero sumar algo más a sus preocupaciones —las palabras de Anker se sintieron casi como un reproche hacia mí, yo no quería causar problemas y mucho menos por bajar a la tierra cuando nadie me lo autorizo. Mis ojos se llenaron de lágrimas al pensar que estaría perjudicando al príncipe y la princesa del inframundo, no los conocía, pero mis hermanas me habían mostrado su relación. Siempre que los veía me traían tanta felicidad, ambos se demostraban amor de una manera que me causaba mucha curiosidad, ellos no eran como los otros dioses. Sentí como comenzaron a correr por mis mejillas mientras continuaba viendo a Anker, él se acercó rápido a mí con el frasco que le dio la princesa Mar anoche. —¿Te duele la espalda? —niego con la cabeza secando las lágrimas que se me escaparon, de todas mis hermanas soy la más sensible, explosiva y curiosa. Por todas estas cosas terminé atrapada en el mundo humano sin posibilidades de volver a mi mundo hasta quién sabe cuándo.

—No quiero causar molestias —pegando mis piernas a mi pecho las abrazo tratando de esconderme de la mirada del príncipe, este mundo me era familiar, pero siempre había sido una espectadora, jamás una protagonista. —Quiero volver a casa —susurro contra mis rodillas y las manos del príncipe sobre mis brazos me hacen levantar mi cabeza, él estaba allí con una sonrisa amable y un paquete de pañuelos.

—Lamento mucho haberte tratado tan mal anoche, me siento culpable porque estés aquí de no ser por mis sentimientos quizá jamás hubieras bajado del cielo y no tendrías esas heridas en tu espalda. No eres ninguna molestia, puedes quedarte cuanto quieras solo déjame hablar con mis padres. Son algo excéntricos y un poco exagerados con todo —responde él con una pequeña sonrisa de lado, mira la puerta y vuelve a observarme con el vestido que tenía puesto anoche. —Te daré algo para que te pongas mientras esperamos que Mar venga con ropa para ti, luego pueden ir juntas al centro comercial por algo de ropa para chicas —levantándose de la cama el príncipe busca entre sus cosas hasta que saca una remera que me la lanza un buzo abrigado y unos pantalones.

Todo me iba a quedar un poco grande, pero era mejor esto, que seguir con este ajustado vestido y debía cuidar mi herida del sol. Iba a quitarme el vestido cuando Anker se apresuró a detenerme antes de que lo hiciera, no entendía por qué me estaba parando, es decir vi que muchas veces los humanos hacen eso se desvisten frente a otras personas para cambiarse. ¿Estaba haciendo algo mal?

—Azul debes saber que no puedes quitarte la ropa como si nada, primero debes estar sola y segundo este no es el lugar adecuado primero deberías darte una ducha. Ven te llevaré ahora que no están mis padres y hermana, vamos te prepararé el baño —tomando la ropa que me prestó Anker me guía por la casa hasta uno de los cuartos con artefactos un tanto peculiares. Espere a que preparara todo y el príncipe me hizo esperar hasta que trajo algo que estaba en una pequeña caja de color rosa. No hacía falta que sea un genio para identificar que aquellas eran un par de bragas nuevas, que supongo le sacó a su madre. —Bien está listo solo debes meterte dentro pasarte esto con cuidado por todo el cuerpo y en cuanto salgas te secas con esto, luego te pones la ropa —sin decir más se fue del cuarto y yo me quité la ropa dejándola donde me había indicado y me metí en aquella fuente con agua caliente y espuma blanca.

Me sentí al principio un poco extraña, pero luego esa sensación se pasó y el dolor en mi espalda casi había desaparecido. Estuve en aquel lugar por un largo tiempo y cuando me decidí a salir mis dedos se habían arrugado como los de una anciana. No me molestó para nada me sequé como me habían dicho y me puse la ropa del príncipe que en verdad me iba un poco grande, pero no podía quejarme después de todo me estaban ayudando. Salgo del cuarto encontrando al príncipe en el pasillo que nada más verme se me acercó para llevarme hacia abajo.

Me senté frente a una mesa y me puso comida de humanos delante, algo dudosa me llevé aquella cosa a la boca, era la primera vez que probaba comida de mortales. Para mi sorpresa no sabía para nada mal, me gustaba su sabor y el aroma que tenía. Me lo comí todo pidiéndole más al príncipe que me sirvió otra cantidad que no tardé mucho en devorarla por completo. Anker a pesar de sonreír viéndome comer con aquellas ganas continuaba estando algo decaído y las palabras que le dije ayer en la noche se me vuelven a la cabeza. Fui demasiado dura con él, no conozco las emociones del amor, pero tampoco debería haberlo juzgado de aquella manera.

—Anoche mis hermanas se burlaron de ti por llorar por la hija de Selene, les grité que no podían burlarse de emociones que no entendemos y ellas me dijeron que tú eras un debilucho comparado con tus padres. No recuerdo muy bien cómo, pero en un momento de enfado termine viajando a la tierra y te grite. Lo siento, no debí haber hecho eso —hablo dejando mi plato de lado, extraño a mis hermanas, pero existen momentos donde son tan asfixiantes que me hacen enfadar muchísimo. Llevando hacia atrás las mangas del buzo que me quedaban enormes apoyé mis manos en el borde de la mesa sin atreverme a mirar al príncipe a la cara. Por impulsividades como estas es que mis hermanas siempre me tratan como si fuera una bebé, dicen que debo madurar y que me faltan miles de años para comprender cómo ellas ven el mundo.




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