Sobreviviendo a la tentación [2.3]

Capítulo 8| Insomnio

A Z U L⭐⭐⭐

A Z U L
⭐⭐⭐

 

La tierra siempre fue la fuente de incontables aventuras las cuales siempre presenciaría siendo una espectadora, pero ahora que estaba en la tierra debía ser la protagonista de esta terrible trama de terror. Poco a poco iba entendiendo las costumbres humanas, no obstante la que detestaba más era el dormir de noche, no podía y durante el día estaba muy cansada porque es cuando se supone descanso. Cambiarle el sueño a una estrella debería ser considerado un crimen mortal, aun así no lograba conciliar el sueño por las noches y me había cruzado al rey Hades incontables veces en la cocina comiendo su bocadillo nocturno. Esta noche no fue la excepción, cuando entré en la cocina sin encender las luces porque tengo la capacidad de ver muy bien en la oscuridad me encontré con el rey comiendo directo de la fuerte torta helada.

—¿Todavía no puedes dormir de noche? —pregunta el patriarca de la familia Black llevando a su boca una cucharada de pastel helado, para la mayoría de los mortales la primera impresión que tienen del dios de la muerte es el miedo. La primera vez que lo contemplé me sentí pequeñita, insignificante por el poder que él posee, pero no sentí miedo y cuando me trajo a su casa pude terminar de comprobar que no debía sentir miedo ante su presencia.

—No, Melione se durmió en mi cama luego de ver el último capítulo de la serie Shadow and Bone y por más que lo intente no puedo dormirme. Baje a tomar un vaso de leche caliente la reina Perséfone me dijo que eso ayuda con el insomnio —susurro para no despertar a nadie, caminó a oscuras hacia la heladera abriéndola para sacar la botella de leche, tomo una taza de la alacena y lo pongo en el microondas como me enseñó la reina del inframundo.

—Perséfone sufre de insomnio, cuando se mudó al inframundo no dormía casi de noche, le costó acostumbrarse al lugar y desarrolló trucos para poder dormir. El vaso de leche caliente siempre le funciona, algunas noches cuando ni eso le funciona le cantó hasta que se duerme —comenta risueño encendiendo con su poder las luces de la cocina, el microondas suena avisando de que la leche ya está lista y sacándola con cuidado me siento frente al rey.

—Cuando me desvelaba por el día y no podía dormir durante el día mis hermanas me cantaban hasta que me durmiera. Lo que más extraño de mi hogar son mis hermanas, ellas siempre tenían opiniones diferentes con respecto a los humanos y me gustaba escucharlas hablar de eso. Hasta la noche en que hicieron comentarios hirientes sobre Anker, algo en la actitud de mis hermanas me molesto y terminé gritándoles. Después de eso solo recuerdo aparecer frente al príncipe y me puse a gritarle cosas, me desmayé por la gravedad de mis heridas —confieso tomando un trago del contenido de mi taza, ya no tenía sentido mentirle al rey del inframundo cuando es tan amable conmigo.

—En verdad fue un accidente el que terminaras en casa de mi hijo, eres demasiado joven para viajar a la tierra sin supervisión de una de tus hermanas mayores. Únicamente vienen solas cuando están enfermas, pero tú no lo estas o de lo contrario Nyx te hospedaría en su taller.

—¿Cómo lo sabe? —interrogó al dios que sonríe bajando la cuchara que se estaba llevando a la boca.

—Perséfone es amiga de Nyx, la diosa vive en la mansión de la noche en el Tártaro, junto a su esposo Érebo. Muchas veces ambas diosas se ponen de acuerdo para verse y charlar, las profundidades del inframundo pueden ser aburridas y un poco solitarias cuando lo único que te rodean son almas torturadas —afirma el rey sonriendo con la mirada perdida en un punto lejano, sus ojos oscuros regresaron a mí —Nyx confía en nosotros, de otro modo no te habría dejado quedarte con nosotros. Las estrellas son sus pequeñas bebés jamás las dejaría a la deriva y estoy seguro de que está trabajando para que tus heridas se curen pronto —asegura levantándose de la silla para y tomando lo que quedaba del postre helado guardándolo de nuevo en la heladera.

—Gracias por la charla —susurro observando como se marcha apagando tras de sí las luces de la cocina. Me encontraba sola en la cocina con un vaso de leche a medio tomar y el más absoluto silencio, ni siquiera se escuchaban fuera a los insectos.

Abriendo una de las ventanas cerré los ojos cuando el aire frío de la noche golpeó mis mejillas, cerré los ojos sintiéndome como en casa, ese gélido frío que me recuerda que aún sigo viva. Mis párpados se abren mirando al cielo nocturno, mis hermanas están sobre aquella pasarela negra de la noche y un sentimiento de tristeza abruma mi pecho. Calientes comienzan a descender mis lágrimas, cubriendo mi boca con una mano siento el dolor en mi pecho expandirse haciendo que me cueste respirar.

 Llore viendo a mis hermanas hasta que el sueño me gano y termine quedándome dormida en el suelo de la cocina. Unos pasos me despertaron a la mañana siguiente junto al murmullo de unas voces muy suaves que apenas si lograban despertarme.

—Azul —bramo en voz alta Melione, sentí como su mano sacudió mi  hombro al momento en que abrí mis ojos con pereza. —Te dormiste en el suelo de la cocina, no sé en qué momento te fuiste de tu cuarto —exclamó la princesa tendiéndome su mano para que me levante del suelo, me dolía todo y fue aún peor para mi espalda.

—Vine por un vaso de leche y me quede dormida contemplando a mis hermanas —aclaró frotándome los ojos, las empleadas de la casa dejaron de murmurar cosas al ver que la princesa las observa. Cada una volvió a hacer sus quehaceres y se pusieron a preparar el desayuno, Melione me llevó hasta mi habitación donde me dejó prepararme para luego bajar a desayunar con ella y sus padres.




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