Sobreviviendo a la tentación [2.3]

Capítulo 28| Destino marcado

A V R I L⛓🌼⛓

A V R I L
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La guardería de la isla es siempre ruidosa, salvo a la hora de la siesta y es cuando me gusta venir a ver a los niños. Pacíficamente dormidos en el suelo acolchado de goma. Reina me había permitido entrar a verlos si mantenía silencio, con que se despierte uno antes de tiempo, es una sinfonía de llantos que me amenazaban con soportar hasta que todos se vuelvan a dormir. No me interesaban para nada los niños, su llanto o su asfixiante búsqueda de contención y cariño. Sin embargo, me encontraba allí, viéndolos dormir con sus mantas, muñecos de felpa y algunos muy pequeños todavía con los biberones colgando de sus bocas.

—General Argent —una de las cuidadoras habló a mis espaldas. Por su tono de voz nadie le había notificado que estaba en la guardería visitando a los niños, se me da mejor verlos cuando están dormidos. No les doy miedo. —No esperaba encontrarla aquí. Necesita que despierte a...

—No —la interrumpo elevando solo un poco la voz, pero no lo suficiente como para despertar a los niños —Estaba por irme —respondo luego de una larga pausa.

Salgo de la guardería a paso firme, los pocos semidioses que cruzó en mi camino hacen un saludo protocolar que correspondo mandándolos a descansar. Dirigiendo mis pasos a la oficina de la madre de los perdidos, cuyo lugar era el más vigilado de toda la isla y contaba con los mejores soldados para proteger a la diosa. Soldados los cuales me debían respeto por ser su general a cargo y los cuales apenas me vieron me dejaron ingresar en la oficina.

—Supe que me estabas buscando —hablo, apenas ingresó en la pulcra y acogedora oficina.

El lugar era sumamente limpio, con paredes pintadas de blanco, bibliotecas empotradas en la pared del mismo color de esta, con libros antiguos muy poderosos. Un elegante escritorio de cristal transparente, con una silla blanca. Un poco lejos del escritorio se podía ver un sillón para tres personas de color gris claro, una alfombra blanca y una pequeña mesa ratona de cristal.

Colgando del techo se encontraba una lámpara araña colgante, se encontraba apagada, pero por la noche, cuando se la encendía a través de sus cristales, se reflejan muchos arcoíris en las paredes. Ahora durante el día los enormes ventanales se encargaban de jugar con la luz del sol para reflejar arcoíris en las paredes, un truco llamativo de la madre de los perdidos.

Ella estaba observando a través de su ventana la isla, su pequeño imperio en la tierra. La isla está en constante movimiento, lo cual la vuelve perfecta para no ser detectada y con las protecciones que le puso la diosa todos sus habitantes son indetectables ante los demás dioses. Esto vuelve a la isla uno de los sitios idóneos para que fugitivos y mercenarios como yo, tengamos un sitio donde escondernos.

—Me han informado que visitaste de nuevo las guarderías —dejando de ver por la ventana, posó sus ojos en mí, sus alas blancas dejaron de estar en reposo y se extendieron. Estaba enfadada. —Te dejé muy claro en que no quiero que te acerques a mis niños, sus padres le dieron la espalda, ahora yo soy su única mamá. —Afirma con los puños cerrados a los costados de su cuerpo, me miraba con rabia, pero yo era incapaz de sentir nada.

—Los estaba visitando madre, no quiero robarte a ninguno.

—Avril, te quiero hija, pero no dejaré que corrompas a tus hermanos y hermanas. Aquí todos los que decidan actuar en el plan de venganza deben ser por propia voluntad, no por imposición. Mantente alejada, es lo mejor si quieres que ella no sufra por...

—Es suficiente. —Advierto para que no me siga hablando de algo que para mí es asunto cerrado. —No más visitas a la guardería y si quieres que entrene mejor a mis hermanos y hermanas, necesitamos más equipamiento de seguridad y nuevas espadas —comentó juntando mis manos tras mi espalda. Le debo mucho a la madre de los perdidos y para sacar el mejor provecho para mi conveniencia es mantenerla tranquila, de lo contrario no tendré un refugio seguro en el cual esconderme de los dioses.

—Perfecto. Me encargaré de que te llegue el nuevo equipamiento y la próxima vez que quieras asustar a la estrella, avísame antes. Sabes que puedes salir de la isla como los demás y no como una criminal que busca fugarse de una cárcel de máxima seguridad.

—Las cosas son más divertidas cuando las haces en silencio madre.

Dando media vuelta me fui de su oficina. Tengo que volver al área de entrenamientos, necesito golpear a alguien. Desde que me fui de esta isla al mundo mortal no había tenido que rendirle cuentas a nadie, pero desde que se me permitió regresar a mi antiguo hogar, recordé por qué me fui en primer lugar. Pero no puedo abandonar la isla, los dioses me están respirando en la nuca, intentan atraparme, pero siempre me termino escapando en sus narices.

—General Argent, tenemos un problema en la arena de entrenamientos —uno de los guardias detuvo su carrera frente a mí, se veía agitado y un poco cansado por correr.

—¿Qué hicieron ahora esos engendros?

—Tomaron una de sus espadas... Y dañaron a una niña con esta —comentó con miedo. Detuve mis pasos siendo golpeada apenas por su cuerpo chocando contra mi espalda y antes de que dijera otra tontería me gire tomándolo del cuello de su camisa.

—Dime, ¿qué espada tomaron y donde está la niña? ¡Ahora! —exijo con furia.

—Una espada de hoja negra general, tenía una piedra de rubí en el mango y la niña está en la enfermería —responde temblando.




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