Sobreviviendo a la tentación [2.3]

Capítulo 29| Amante del té

A N K E R💀🔮💀

A N K E R
💀🔮💀

Si para Azul fue raro venir al liceo siendo escoltada por dos gorilas, para mí fue espeluznante.

Como miembro de la realeza estoy acostumbrado a tener una escolta personal, que la mayoría del tiempo no uso —procuró dejar mi protección en mis manos— pero la cual está disponible para cuando la necesite. Pero lo que le pasó a Azul es preocupante y nos deja claro que ella necesita más seguridad que todos nosotros. Y mi tía se encargó de eso, demasiado bien, no notabas que los gorilas estaban a menos que Azul tuviera que trasladarse a algún sitio.

Lo cual hizo que llevarla a patinar al punto fuera una puesta en escena interesante para todos aquellos mortales. Los escoltas de Azul son dos guardias esqueletos, pero con disfraces humanos que los hacen ver más grandes e intimidantes de lo que en realidad son. Y debo reconocer que hacen bien su trabajo escaneando primero el perímetro para luego dejar avanzar a una estrella algo confundida por su nuevo trato. No la culpo por sentirse como una prisionera, así es como me siento cuando me acompaña mi escolta, como un ave en una jaula. Aunque traten de aparentar que se siente libre por poder volar, se siente como estar en una gran jaula, sin libertad.

—Me voy a caer, me voy a caer, me voy a caer, me... —un jadeo de dolor calló las palabras de la rubia.

Detengo mi andar con los patines para ayudarla a ponerse en pie, la primera vez que me puse patines me costó un poco avanzar sin caerme. Pero tenía el presentimiento de que Azul con su poder gravitatorio propio pudiera mantener el equilibrio mejor que yo.

—Tienes que avanzar en pasos pequeños, de lo contrario té caerás. Avanza poco a poco y toma mi mano —digo. Entrelazando nuestras manos, comenzamos a patinar en pequeños tramos lentos. Azul se aferra a mi brazo con su otra mano y como si fuera un pilar se sostiene en mí para continuar.

—¿Cómo es que Red puede hacer esto montada en una tabla con ruedas? —interroga la menor. Aferrándose con mayor intensidad cuando está resbala y queda a pocos centímetros de caerse de nuevo.

—Práctica, Red es muy buena con la patineta, pero le pones un par de patines y la verás caer más veces que un caballo recién nacido —bromeó para que se relaje un poco.

—Te gusta verme sufrir, ¿verdad, bebé llorón? —contesta siguiendo la broma Azul. Continúa temblando a medida que avanza, pero continúa tomándome la mano para evitar caerse.

—Me atrapaste —comentó continuando su broma. —Te ayudaré a patinar.

Quedando frente a la rubia la tomó de las manos animándola a avanzar, despacio al principio para que se acostumbre a avanzar. Y comprobando que no le molesta que acelere el paso, la guio para que continúe por su cuenta, hasta que le solté las manos. Su mirada de terror fue reemplazada por una de felicidad cuando se dio cuenta de que podía avanzar sin mi ayuda y se mantuvo dando vueltas por la pista para principiantes, un rato.

—Acepto que esto es divertido cuando dejo de caerme —dice la estrella feliz. Caminando mientras somos seguidos por sus guardaespaldas, que para este punto siguen siendo algo incómodos, pero los ignoro por la seguridad de Azul.

—Te lo dije, es cuestión de práctica si quieres podemos venir por las tardes. Espero que tus heridas no empeoren con los golpes que te diste —comentó apretando un poco su mano para que nos detengamos al semáforo cambiar al rojo.

—Siendo honesta, no quiero que mis heridas sanen. Me gustaría permanecer más tiempo aquí, con los reyes del inframundo, con las chicas y contigo. Pero también extraño mucho mi hogar y a mis hermanas, esto de las emociones humanas me hacen experimentar tantas cosas al mismo tiempo que siento que no puedo procesarlo tan rápido. Es como si el mundo entero me fuera a tragar en un segundo... lo siento. Creo que hablar tanto con el rey del inframundo sobre mis emociones hicieron que me vuelva un libro abierto sobre ellas, con las personas adecuadas —desinflándose como un globo Azul ocultó su rostro tras su cabello.

—Nada de lo que digas me parece aburrido. Es más, considero que es difícil hablar de las emociones en esta época, muchos mortales suponen que si dicen cómo se sienten son débiles. Mientras que los que dicen cómo se sienten se encuentran peor porque consideran que abruman a sus seres queridos con sus delirios mentales. Pero conmigo puedes hablar de tus emociones o de lo que sea que pase por tu mente y quieras compartirlo conmigo, porque yo quiero hacer lo mismo contigo Azul.

Apartando el cabello de su rostro hago que me mire a los ojos. Con su intensa mirada celeste que me recuerda a las aguas cristalinas de las playas del caribe, bajando a sus labios finos pintados de un violeta claro que me invitaba a querer probar sus labios. Pero algo me detenía a continuar acercándome a ella y la sangre subió a mi rostro al recordar que los guardias estaban a pocos metros de nosotros.

—Si tú no lo haces, entonces lo haré yo —tomando mi mentón con una mano Azul me hizo agacharme a su altura y probar sus labios suaves.

Mis manos viajaron a su cintura, rodeándola con mis brazos para acercarla más a mi cuerpo. Profundizando el beso que me estaba haciendo estallar el rostro de lo rojo que me encontraba. Eso dejó de importar cuando al separarnos vi a la estrella con un brillo en su piel especial y como si quisiera matarme volvió a besarme robándome el aliento. Las manos comenzaron a temblar sobre su cintura y me aferré a sus labios como si fueran el elixir de la vida.

Porque sé que pronto ese elixir de la vida deberá marcharse para enseñar su luz a viajeros perdidos, ver a mortales vivir sus amores imposibles y a mí saludarla desde la tierra. Lo cierto es que apenas estamos iniciando algo y no puedo ser egoísta y obligarla a quedarse por algo que no sabemos si funcione a futuro.




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