Sobreviviendo a, ¡mi ex!

Capítulo seis: sensaciones ocultas

Al menos el anciano fue lo suficientemente educado para ordenarle a sus hombres que me llevasen de vuelta a pesar de nuestra «Ligera» discusión. Intento entablar una conversación en todo el camino con los hombres que me escoltan, pero, o bien siguen resentidos por intentar electrocutarlos o bien me detestanpor ser una extranjera que multó a su superior. Sea cual sea el caso, me parece inaudito. Solo estaba defendiéndome y haciendo mi trabajo.  

Me dejan frente al edificio.  

—¡Gracias por el aventón, muchachones! Espero que no haya rencores ¿eh? Los resentimientos generan arrugas en la cara ¡Cuídense bien y beban mucha...! —apenas bajo, aceleran el carro como si la vida se le fuese en ello—, agua. 

Bajo mi brazo y suspiro. Camino hasta el edificio. Ese edificio donde solo hay escritorios y papeles endemoniados. De solo pensar en las multas que tengo que pasar a nómina me da un terrible dolor de... 

—¡Cu...! —tapo mi boca de inmediato. Kaito está frente a mí. Observa sobre mi hombro y luego su vista se posa en la mía, intensa.  

—Oficial Murphy. 

—Teniente Coronel—hago una reverencia rápida y me dispongo a huir a la velocidad del corre caminos. 

—¿Dónde se encontraba? —me detengo de golpe al oír su pregunta. Lo observó, aun asimilando que me ha dicho más de una palabra mientras nos encontramos solos. Ha notado que su pregunta me ha generado turbación, pues repite—. ¿Dónde se encontraba en pleno horario laboral, oficial Murphy? 

—Haciendo mi trabajo, teniente coronel. 

 Enarca una ceja. Sé que es una clara señal de que no está satisfecho con mi respuesta. 

—¿Colocando multas? 

Bien dicen que pueblo chiquito, infierno grande. Los chismes se riegan como la pólvora. 

—¿Han ido a quejarse con usted? Disculpe, son gajes del oficio—le sonrío con hipocresía. 

—Es usted una novata recién llegada que está poniendo multas a diestra y siniestra en un puerto pequeño y unido. Le aconsejo, como una de las principales autoridades de este puerto, que— 

—No me dirá como tengo que hacer mi trabajo—le interrumpo, enojada—. Yo no opino en el suyo. 

Endurece su gesto y me observa con severidad. No me quedo atrás.  No seré yo quien esta vez agache la mirada, muy a pesar de que aquellos negros profundos y oscuros generen tantas sensaciones dentro de mí. No demostraré que aún me sigue afectando.

Antes de que él pueda replicar, escucho que alguien grita mi nombre. Bueno, no mi nombre. 

—¡Bañora!—jamás pensé que me sentiría tan aliviada al oír ese nombre o ver a Ryan acercarse a nosotros. No me gusta estar cerca de Kaito. No me gusta todo lo que me provoca—. Dios, mujer, ¿dónde estabas? Pensé que nadie me pagaría el almuerzo hoy—no puedo evitar sonreír al oírlo.

—Iba de camino al puerto para mi trabajo de campo cuando dos amables sujetos se me cruzaron, pero pensé que eran unos maleantes y electrocuté a uno, después me dieron una tarjeta y me llevaron por un camino lleno de hermosos árboles de cerezo y— 

—Espera. Respira profundo—me hace un ademán para que me detenga. Por un momento pienso que lo he cansado con mi palabrería debido al nerviosismo y la adrenalina que aún corre por mis venas, pero luego me sonríe divertido, tranquilizándome—. ¿Electrocutaste a alguien? —se carcajea—. ¿De casualidad no sabes si había cámaras cerca? Me gustaría ver eso—aprieto mis labios y lo miro con cara de pocos amigos. 

Es cuando vuelve a ponerse serio y mira a un lado mío que me percato que Kaito aún no se ha marchado, nos mira a ambos, severo. Sé lo que piensa; nuestra actitud le irrita. 

Vuelvo a hacer una reverencia y tomo a Ryan del brazo para retirarnos lentamente y así no seguir incordiando a Kaito con nuestra presencia. 

—Te sigo contando arriba—le susurro a Ryan. 

—¿Por qué él seguía ahí mirándonos tan escalofriantemente? 

—No le gustan las personas ruidosas. 

—¿Cómo lo sabes? 

—Bue-bueno. Es evidente y casi todos aquí detestan a las personas escandalosas. 

—¿Por eso estamos susurrando? —asiento, aún sin soltarle. Ryan observa el agarre y me sonríe, alzando sus cejas insinuantes—.¿Acaso es esto una excusa para tocarme, bañora?—cierra sus ojos cuando ve mi mano a unos centímetros de su frente—. Es broma, es broma. 

—Si tuviese solo un poco más de confianza contigo, te hubiese dado el manotazo.

—No vuelvas a salir sola—me detengo. Aún conserva su sonrisa, pero sé que sus palabras ya no guardan ninguna broma—. Si quieres ir a hacer trabajo de campo, te acompañaré de ahora en adelante—lo miro, sorprendida. Ríe—. Me has contagiado un poco tu entusiasmo—sonrío. 

—¡Me alegra escuchar eso! 

Cuando me giro para cerciorarme si Kaito aún sigue detrás de nosotros, me tenso cuando noto que no se ha movido del lugar y nos observa. Dejo de mirarlo rápidamente. Estoy segura que piensa que sólo he venido aquí para fastidiarle, pero yo tampoco estoy cómoda con esto. Sólo espero poderlo seguir sobrellevando sin ningún percance.

Lo menos que quiero es desempolvar el pasado. 

Konoe Yamato. 

¿Quién se cree esa muchachita forastera? 

Vaya dolor de cabeza el que se me cruzado. Pensé que a partir de ahora las cosas marcharían de maravilla. Con esa maldita multa veía el puesto de asambleísta demasiado lejos. 

¡Esa niña! 

—Señor, ¿quiere algo de té? 

—¡No quiero té! —maldigo por lo bajo—. Tanto trabajar durante años y años para tener una vejez tranquila ¡Y es lo menos que he tenido! 

Me voy a terminar muriendo uno de estos días.

Takahashi, mi secretario, me observa mortificado. Vaya idiota, como si fuese un vejete delicado que pudiese morirse por cualquier impresión. 

—Cálmese un poco, señor. Piense en su presión.

—¡Al diablo mi presión! ¡¿Cómo quiere que me calme cuando una muchachita con el cabello azul me ha multado y se ha reído en mi cara faltándome el respeto?! ¡Una extranjera en la tierra que he trabajado durante años quiere atormentar los pocos años de vida que me quedan! —suspiro, cansino. A este paso, también terminaré muerto por causa suya—. No permitiré esto. No voy a dejar que esa muchachita se burle de mí—Giro mi rostro al escuchar el sonoro portazo—. ¡¿Quién se atreve a dar portazos en mi casa?! Oh, Kaito, hijo, eres tú ¿Por qué estás enojado? No me digas que intentaste hablar con esa funcionaria loca y también se rio en tu cara porque si es así—




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.