Sobreviviendo a, ¡mi ex!

Capítulo siete: Medusa inmortal.

—La Turritopsis nutricula es mejor conocida como la «medusa inmortal» ya que es capaz de revertir su ciclo vital cuando su reloj biológico está a punto de perecer. Es decir, cuando está viejecita es capaz de volver a formar su pólipo para ser una jovencita y así va creando un ciclo misterioso y eterno. Son pequeñas así que es una suerte haberla visto ¡¿No son hermosas?! Galder me dijo que son igual de horrorosas que yo— dejo de hablar al oír la sonora carcajada de Kaito. Lo miro con reproche. 

—Tu hermano es todo un caso—dice, sin dejar de sonreír. 

—Sospecho que piensas igual que Galder—enarco una ceja fingiendo estar enojada. Kaito ríe y toma mi mano para atraerme hacia él. Toma mi barbilla y la acaricia. Mi corazón no puede evitar latir desembocado.  

No es mucho lo que llevamos conociéndonos, pero cuando estoy a su lado siento una familiaridad y complicidad que jamás en mi vida he sentido con nadie. Íbamos rápido, lo sabía. Pero yo no era de meditar demasiado las cosas o reprimir lo que sentía. Incluso lo besé en la primera cita y no me arrepiento ¿Quién se arrepiente de comer un bombón después?  

 Nadie. 

Y si se arrepienten, al menos lo disfrutan en el momento. 

—Eres la mujer más hermosa que conozco. 

—Dices eso porque estás enamorado. Me vez con ojos de amor—hago un puchero. 

—Eso debe darte algún indicio. Porque no vería con ojos de amor a cualquiera—acarició mi mejilla, me acerqué aún más, queriendo sentir la calidez de su piel—, solo a ti—sonrío embelesada, sus labios rozan los míos, pero no termina de besarme y se aleja, mirándome burlón—. ¿No seguirás tomando las fotos? 

—Sí, pero después de que vengas aquí y me des un beso como Dios manda. 

—Si te beso ahora, no tomarás esas fotos hoy—mi rostro se calienta al escucharlo.  

Asiento y dejo la cámara en el banco, me abalanzo sobre él y lo abrazo, dejando un rápido beso en sus labios. Me aparto y le sonrío con picardía. 

—Al diablo las fotos.

Sus labios se apoderan de los míos en un ritmo sutil y delicado que se va afianzando a medida que necesito más y más de ellos. Toma mis piernas y las alza para que las enrolle en su cintura. Estamos en altamar en el catamarán de mamá así que nadie puede ver nuestro arranque pasional.  

Siento un vacío terrible cuando se aparta de mí y protesto, intentando volver a besarlo él se aleja un poco y sonríe, acunando mi rostro en su mano y mirándome de aquella forma que hace que me sienta en las nubes.

—Quiero que nuestro amor sea como una medusa inmortal. 

—¿Una medusa inmortal? —inquiero divertida. Él asiente. 

—Si en algún momento comienza a perecer, quiero que se rejuvenezca y vuelva a convertirse en ese amor que sentí desde el primer instante; joven e intenso. 

Uno mi frente a la suya y cierro mis ojos, disfrutando del momento y guardando sus palabras en un rinconcito de mi corazón. 

—Yo también lo quiero. 

—¡Oficial Murphy! 

—¡Aqué estoe!—me levanto de golpe. El supervisor me mira con reproche y bostezo, sintiendo el dolor en mi rostro ante el gesto. 

—¿Por qué te has puesto una máscara anti espinillas en el trabajo? 

Toco mi cara, la mascarilla ya se ha endurecido. Me quedé dormida esperando a que secara y ahora parezco una anciana recién inyectada con Botox. 

—Ne tenea nede qué hacer, soperveser. 

—¿No tenías nada qué hacer? ¿Qué hay de registrar todas las multas que has hecho? ¿Por qué no puede ser igual de productiva que la Oficial Nakamura? Siempre está al pendiente de los asuntos en el departamento de guardacostas por si necesitan algo y les ayuda con el papeleo.

—Eso es porque está que babea por el teniente coronel—me murmura Akiko. Empuño mis manos, negándome a sentir aquella opresión en el pecho.

— ¡¿Oficial Akiko, usted también se ha puesto una mascarilla?! Es una funcionaria vieja ¡Debería dar el ejemplo! 

—¿Me ha dicho vieja? —Akiko se levanta, aun con su mascarilla negra cubriendo todo su rostro. El supervisor retrocede, temeroso. 

Charles entra corriendo a la oficina. 

—El presidente Konoe está aquí—dice, con el rostro pálido. 

Nos levantamos de inmediato.  

¡Había olvidado la cita del presidente! 

Akiko agarra la escoba y comienza a barrer mientras el supervisor corre hasta su escritorio y comienza a ordenar los papeles. Charles corre hasta el monitor y se para allí fingiendo que está estudiando algo mientras Ryan solo sale de prisa hasta el baño. Comienzo a arreglar mi escritorio y recuerdo que tengo una máscara negra en la cara.  

¡Demonios! 

¡¿Por qué nadie me dijo que quitarse esta cosa dolía tanto?!   

Creo que me arranqué un pedazo de mi ceja izquierda. 

—¡Presidente, que sorpresa verlo por aquí! 

Dejo de arrancarme la mascarilla y me levanto. El presidente Konoe Yamato entra escoltado por los dos gorilas que me dieron el aventón ayer, tiene un bastón negro en sus manos y está muy bien vestido. No le dice nada al supervisor, solo corresponde su reverencia con una menos inclinada y le sonría con calidez. 

Viejo hipócrita. 

Su vista baja inmediatamente hacia mí. Me cruzo de brazos, no dejándome intimidar y tratando de lucir como una funcionaria seria y respetable. Sin embargo, su cara extrañada me recuerda que aún tengo medio facial negro en la cara. 

—Señorita. 

—Presidente, tome asiento, por favor—le hago un ademán. Me arranco el resto de la mascarilla de golpe, ahogando un gritito de dolor. Me arranqué los cabellitos de mi sien. Duele como el diablo—. Espero que ya se siente mejor del corazón—le sonrío con la misma hipocresía que él. 




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