Sobreviviendo a Nil Brenon

Eres mía ahora.

Ver a ese desgraciado parado ahí como si nada hubiera pasado, me revolvió el estomago, Oliver me daba asco, él y María me parecían repulsivos, los odiaba y todo lo que tuviera que ver con ellos me molestaba de gran manera, convertirme en la novia oficial de Alen me hizo olvidarme por un momento de ellos, pero aunque ese par de demonios trataran de destruirme, ese era mi hogar, yo era la dueña legitima de la fortuna Tesland y esa mansión era solamente mía.

Él me sujetaba fuerte, me acercaba a su oscuridad que crecía una luz brillante para mí, sentía que Galen tomaba mi autonomía y la encerraba dejando lejos la llave, no importaba lo que yo quisiera, siempre terminaba haciendo todo lo que él quería, hacer su voluntad era mi placer culposo.

—¿Dejas que tus criados sean tan atrevidos? Los míos ni si quiera se atreven a verme a los ojos—me preguntó Alen con una notoria molestia en su tono de voz.

—¿De verdad?.—exclamé sorprendida y añadí con ironía.—quizá deberías enseñarme a como ubicarlos, en especial a esos dos.

—¿De quienes hablas?

—Oliver y María, están encima de mí, lo han hecho desde que era una niña, al principio creía que lo hacían por amor, pensé que me amaban incondicionalmente.—le dije con mucha pena.

—Ninguno de ellos ama de manera incondicional, te maldicen en la cara por que desearían estar en tu lugar, si de ellos dependiera, envenenarían tu comida, morderían tu mano sin pensarlo, te sirven por que les das dinero a cambio, aun si fueran tus esclavos, soñarían con enterrarte una daga en el cuello mientras duermes con tal de no sentirse humillados.

—Ellos me quieren borrar del mapa.—exclamé con un nudo en la garganta.

—Explícate.—me ordenó mientras me clavaba los ojos encima.

—Si te lo dijera no me creerías, mejor te muestro la evidencia que tengo en su contra.

—Vamos, a mi auto.

Me armé de valor para mostrarle a Alen todos los audios y videos que había recopilado gracias a Fidel, no sabía que pensaba al respecto, permaneció en un profundo silencio, hasta que cerró mi computadora y se dirigió a mí con esa fiereza que tanto me encantaba.

—Voy a destruirlos, eres mía, no tienen derecho hacerte nada que yo no te haría.—Alen agarró mi barbilla y me besó con fuerza, me sentí a salvo, aun a pesar de su sutil forma de controlarme.

—¿Y como lo harás? Nil y Levy me ofrecieron su ayuda, ellos dijeron que…—Alen me tapó la boca con su mano y me miró fijamente captando toda mi atención.

—Yo me haré cargo, duerme tranquila esta noche, deja que yo lo resuelva.

Esas fueron sus palabras, pobres de Oliver y María, no tenían idea de que mi novio era el diablo.

Sus labios estaban llenos de veneno, el veneno más dulce y mortal que había probado, a Bradford no le importaba mi seguridad, ni lo que me habían hecho antes de él, pero ahora que yo era suya, nadie podía tocarme, ni para bien ni para mal.

—Ahora que se lo que estos bastardos piensan hacerte, no dejaré que estes sola con ellos ¿que crees que los hará enfadar más ovejita? ¿Que duermas hoy en mi casa o que el lobo duerma en la tuya?

Esa pregunta me aceleró el corazón, no esta preparada para todo lo que implicaba tener al lobo en mi casa.

—¿Qué?…

—Entonces me quedaré en tu casa.—me dijo con una sonrisa coqueta, en todo el camino me quede fría, él acariciaba mis manos, parecía ser bastante cariñoso y yo solo quería hundirme en la tierra, estaba segura que le daba placer verme en ese estado, se reía de mí, podía escucharlo, ver sus gestos, yo le parecía divertida y él era un viejo lobo de mar.

Por fin habíamos llegado a la mansión Tesland, esa frívola propiedad plagada de secretos y misterios, apestaba a traición y violencia, lujuria y avaricia, pero no voy a mentir, a pesar del nerviosismo que casi me deja sin vida, amé ver la expresión de Oliver y María cuando me vieron entrar de la mano de Alen, no podían creerlo, tenía ganas de cerrarles la boca para que no les entraran moscas, les estaba complicando sus planes, no les convenía que me rodeara de personas, ahora si me mataban, esas personas cuestionarían lo ocurrido.

—Señorita Armin…—exclamó Oliver tratando de contener su inconformidad.

—Bienvenida a casa mi niña.—añadió María casi tartamudeando.

—Preparen la cena, mi novio se quedará a cenar esta noche.—les dijo Armin sin siquiera regresarles el saludo.

—¿Su novio?—preguntó María en shock.

Recuerdo que nos seguimos de largo, hasta mi habitación, quería hacerlos enojar, que me creyeran una cualquiera y pensaran las cosas más horribles de mí, para ver si así me respetaban aunque fue solo un poco.

Alen ni si quiera los saludó, era soberbio y arrogante, por su puesto que no dejaría que tratara a Fidel y a mis otros empleados de esa manera, pero a ellos…a ellos podía insultarlos en la cara y yo no movería ni un solo dedo por defenderlos.

—Señorita Armin bienvenida a casa.—me dijo Fidel a quién recién me encontraba cuando subía las escaleras.

—¡Fidel! Me da mucho gusto verte, estoy al tanto de tu gran trabajo en la jardinería, gracias por cuidar las rosas del pabellón trasero, estaba bastante descuidadas, te daré un dinero extra por tu esmero.—le dije con una gran sonrisa, quería que Oliver y maría sintieran el látigo de mi desprecio y les abriera la piel y el alma, si es que tenían una.

—Nos alegra mucho que este en casa, es un placer conocerlo Joven Bradford.—le dijo Fidel saludándolo con amabilidad y al escuchar su apellido, la sangre se les fue a los pies a Oliver y a María, parecía que habían escuchado una mala noticia.

—¿Tu esposa ya se incorporó al grupo de trabajo?

—Si, me gustaría presentársela, después de que descanse, claro.

—Por supuesto, más tarde pasaré a conocerla y saludarla.

—De acuerdo señorita, fue un placer joven Bradford.

Alen y yo subimos a mi recamara, actuar como una novia normal fue faul hasta que entramos a la intimidad de mi alcoba, una vez que cerré la puerta, el me rodeo la cintura y me mordió la oreja erizando la piel.




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