Mi cuerpo estaba temblando, no recuerdo haberme sentido tan nerviosa en mi vida, Alen Bradford estaba en mi habitación, el corazón estaba apunto de abrirme el pecho para salir corriendo y saltarle a los brazos, él dio tres pasos hacia delante, cortándome aun más la respiración, jugaba al gato y al ratón, quería sacarme las tripas con sus garras.
—No retrocedes, es evidente que tienes miedo, pero no te haces hacia atrás ¿es por que en lo profundo de tu ser me quieres? .—me preguntó la bestia mientras acariciaba mis mejillas.
—Claro que te quiero, esperé mucho para convertirme en tu novia…—le dije con las mejillas calientes y ruborizadas.
—Pensaste que no lo haría y te demostré que estabas equivocada.—me dijo el hermoso lobo mientras me miraba con intensidad.
Parecía un carnívoro salivando con el olor de la sangre de su presa desfallecida, sus pupilas estaban dilatadas, estoy segura de que los ojos le brillaban, pero dudo que fuera por culpa del amor, era la excitación de haberme capturado lo que lo hacía tan feliz.
—Creí que jamás dejarías a Irene…creí que la amabas.
Alen soltó una risita involuntaria al final ¿que era el amor para una criatura como él? ¿Si quiera sabia que significaba esa palabra? ¿Que se sentía? No…pero mi idiotez me hizo creer que si.
—Ella no significa nada para mí, ni antes, ni ahora…—escucharlo decir esas palabras hicieron que me diera frío, sin remordimientos, sin culpa, nada de empatía por lo que ella pudiera sentir en estos momentos, por que algo si era claro, Alen no la amaba, pero para Irene, él era todo su mundo.
—Yo quiero que a mí si me ames…—le dije con gran nudo en la garganta y me aferré a él sabiendo que era la razón de mi existencia, él me hacía sentir que solo estaba segura a su lado.
Mi corazón estaba vuelto loco, si embargo, el suyo no se sentía alborotado ¿realmente tenía un corazón? Yo sentía que no podía respirar sin él, el karma no puede hacerse de la vista gorda, Alen Bradford debe pagar por todo el daño que me hizo, en esta o en la otra vida.
Pero…ojalá me hubiera amado…ojalá lo nuestro hubiera sido real.
—Tu eres mía.—exclamó con su voz rasposa mientras me estrujaba.
—Entonces tu también eres mío.—le dije sin reparo y este sonrió ligeramente.
—No quiero ser un mal novio, si nos quedamos en tu habitación no me hago responsable de lo que pueda hacer contigo, mejor vamos a un lugar ventilado, tengo mucho calor.
—Eh…si…
—Deberías buscar a tu nueva sirvienta, yo recorreré la mansión para familiarizarme con ella.—le dijo Alen y después le dio un beso en el cuello que terminó por erizarle la piel a Armin y ambos se fueron de ahí.
Por otro lado…
—¿Que diablos esta pasando? La mocosa se esta llenando de amigos ¿que mierda es eso? Antes ni las moscas se le paraban, te dije que sacarla de ese maldito internado de monjas era una mala idea…—exclamó María mientras caminaba histérica de un lado otro y añadió alzando ligeramente la voz, pues no querían que nadie los escuchara.—¡Y para el colmo el hijo del señor Bradford es el novio de esa maldita mocosa!
—¡Ya cierra la boca estúpida! Te van a escuchar si sigues alzando la voz…¿quieres que de una vez descubran que somos unos parasitos? ¿He? Que nos hemos estado enriqueciendo de las costillas de esa niña? ¡No vales un carajo! ¿Acaso tengo que pensar por ti también?—explotó Oliver mientras se acercaba a ella para amenazarla con golpearla.
—¿Y como quieres que reaccione? Estoy asustada…no quiero ir a la cárcel…—-declaró María conteniendo las lágrimas.
—¡Cállate! Ese sería el menor de nuestros problemas, si por alguna razón ese niño Bradford se involucra en esto, estaremos perdidos, su familia tiene contactos peligrosos y podrían hacer de nosotros lo que quisieran, nadie buscaría Justina, nadie nos lloraría, por que Nadi sabría que nos pasó…
—¿Entonces que vamos hacer? Digo, no deberíamos alarmarnos tanto ¿verdad? Ni si quiera nos han descubierto todavía jeje, es decir…la mocosa nos adora, ella nos quiere…
—¿Que no haz visto como nos desprecia? Es una rebelde, trajo a su novio para revolcarse con él ¿crees que no sospecha nada? De verdad no sé si eres estúpida o ingenua, tenemos que hacer algo, un plan por si las cosas no salen como queremos.
—¿La matamos? Por favor…así nadie nos acusaría de nada, puedo envenenarla poco a poco empezando por hoy.—exclamó María emocionada.
—Podríamos renunciar, exigir nuestra liquidación y huir con todo lo que le hemos robado, con eso viviríamos como reyes, si la matamos, nada nos asegura que nos dejará algo en su testamento, no ahora que parece odiarnos. —dijo Oliver con el ceño fundido.
—Por eso volvamos a ganarnos su corazón, debe sentirse sola, abandonada, la Gerda ya no le poníamos tanta atención, así son los jovenes de hoy en día, me comprometo a ganármela y al mismo tiempo la envenenamos para que se muera al rededor de dos o tres meses.
—Eres una demente jajaja.—le dijo Oliver soltando una risa.
—Oye, espera… ¿Y si alguien viene a reclamar la herencia?
—Ella no tiene familiares, nos aseguramos de que no existiera ninguno, matamos a sus padres para que nadie nos estorbara, no hay ni primos ni tíos, ni nadie que la quiera a la muy desdichada.—exclamó Oliver sin reparo.
—Jajaja, pues entonces será pan comido, matémosla y en su lecho de muerte hagamos que firme el testamento donde nos deja a nosotros dos toda la fortuna Tesland…ay…por fin viviremos con los lujos que merecemos, nosotros nos hemos ganado el derecho de disfrutar de todos estos beneficios, esa mocosa no lo debe, es un fastidio lidiar con ella, fingí toda mi vida quererla y ser como una madre para ella, esa perra me robó mi juventud, ahora yo le quitaré la suya.—declaró maría con una mirada siniestra.
Pero no sabían que estaban siendo escuchados, la esposa de Fidel, Irina, estaba detrás de la puerta con su plumero en la mano, temblorosa por el descaro de esos dos, no entendía como existían personas capaces de hablar de quitarle la vida a otro ser humano sin remordimiento alguno, además se reían como dos monstruos sin corazón.
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Editado: 19.11.2024