Sobreviviendo a Nil Brenon

La cara del demonio.

Por su puesto que Alen no pagaría por los pecados ajenos, tenía sus propias deudas con el karma, pero debía encarcelar a esos buitres y arruinarlos para siempre, sin más ayuda que la de ellos mismos para enterrarte solos, Armin esta desesperada con la idea de que Oliver y María pudieran lastimar a Alen, así que corría apresurada deseando que él estuviera bien, pero cuando llegó se encontró con aquella cruda escena, María esta ahorcando a Oliver mientras ella se le subía encima.

—¡No me mires de esa forma! Tu habrías hecho lo mismo…me habrías traicionado a la primera oportunidad…jaja…es…es por supervivencia ¿lo entiendes no?

Oliver la maldecía con la mirada, sacando espuma por la boca y como podía con la poca fuerza que le quedaba, la sujetaba del cabello y ya le había arrancado un mechón por la desesperación, al ver esto, Armin se horrorizó.

—¡Ya basta!—gritó ella a voz en cuello.

Fidel y su esposa intervinieron separando a María de Oliver, el cual estaba respirando de manera desesperada mientras tosía, Irina sujetó a María y al ver a Armin se quedó tiesa, pero ya era tarde para seguir fingiendo inocencia.

—Señorita Armin…fue…fue un accidente…todo se salió de control…—declaró María sonriendo de nervios.

—Fui…fuimos atacados por el joven Bradford…él…él quiere desprestigiarnos delante de usted…señorita Armin tiene que creernos…—declaró Oliver mientras trataba de ponerse de píe.

—Ja, son realmente patéticos…—les dijo Alen mientras los miraba con un gran desprecio.

Armin miró a Alen y al verle el golpe que tenía cerca de la boca se llenó de rabia contra Oliver y maría y comenzó temblar de coraje mientras estos dos delincuentes seguían hablando para confundirla y ablandarle el corazón.

—Señorita Armin…usted nos conoce…cometimos un error, sabe que jamás le haríamos un desaire…—añadió María tratando de acercarse a ella.

Pero Armin le dio un manotazo alejando de su lado.

—¡No me toques! Aléjate de mí…—vociferó Armin tratando de contener su ira.

—Pero…

—¿Como se atreven a lastimarlo? ¡Ustedes no pueden ponerle la mano encima!—gritó Armin enardecida y la mirada de Alen estaba llena de éxtasis, amaba ver que Armin estuviera al borde del limite.

El sonido de las ambulancias alteraron aun más los corazones de Oliver y María quienes comenzaron a estresarse y llenarse de ansiedad.

—Usted no puede confiar en este muchacho, nos ha tendido una trampa, vino aquí amenazándonos de contarle a usted que habíamos estado confabulando en su contra si no le mostrábamos la caja fuer…—en este punto, Armin se encontraba completamente cansada de sus mentiras y explotó ante tanto descaro.

—¡Ya cállense! Me tienen harta…¿como pueden mentir tan descaradamente? ¿Creen que no me daría cuenta de sus intenciones? Malditos parasitos…¡me robaron todo en mi propia cara! Confié en ustedes…los amé como si fueran mi propia familia, mis padres…—balbuceó Armin con quebranto.

—Ja…¿dices que nos amaste como a tu propia familia? Jajajaja, pero nunca nos quitaste los uniformes ¡nos mantuviste a tu servicio como tus empleados! ¡Fuimos tus sirvientes hasta el día de hoy! ¿A eso llama a mar? Maldita niña hipócrita…si te robamos fue por tu culpa ¡tu nos obligaste a esto!—le gritó María enardecida mientras escupía por la fuerza con la que hablaba, sus venas le resaltaban en la frente y estaba tan roja como un tomate.

—Cállate maría.—le ordenó Oliver adolorido por los golpes.

—Deja que hable, que escupa y saque lo que realmente tiene en el corazón, por muchos años la vi como a una madre, fantaseaba con poder llamarla así algún día, quien diría que sus abrazos se convertirían en puñaladas, tu deberías Mostrar tu verdadero rostro también, es en vano que sigan gastando sus energías en fingir algo que no son ¿no están cansados de tantas mentiras? ¡Lo grabe todo maldita sea! ¡Todo esta bajo evidencia! Sus asquerosos actos en esta oficina, cada palabra sucia, todo…están tan hundidos que ni muertos podrían salir de esta.—les dijo Armin con una mirada fiera, el amor y el respeto que les tenía habían desaparecido dejando en su lugar un sentimiento de resentimiento y asco total.

—Nosotros destruimos todas esas pruebas, María ripio las cámaras y los micrófonos, no tiene nada en nuestra contra.—exclamó Oliver con seriedad mientras se limpiaba la sangre de la nariz.

—Te equivocas, toda la mansión esta llena de eso…lo sé todo, y todos nosotros somos testigos de sus asquerosidades, mis amigos, Fidel he Irina, Alen, y todos los que trabajan en esta casa son testigos de lo que hicieron y dijeron y yo…yo jamás los perdonaré.

—No…usted jamás podría entregarnos a la policía, esta sola…nadie la quiere ¡somos todo lo que tiene!.—gritó Oliver a voz en cuello tratando de acercarte a Armin, pero Alen lo regreso de un golpe al suelo.

—Ni se te ocurra acercártele…yo no soy tan bueno como ella.—le dijo Alen de manera amenazante.

—¿que va hacer sin nosotros? ¡Su verdadera familia! Estará sola como un vil perro y nadie la amará de verdad.

—¡Te equivocas Oliver!—exclamó Fidel con valentía y dio varios pasos hacia adelante poniendo a Arminda tras de él y así mismo lo hicieron todos los trabajadores que se llenaron de agallas para defender a su señorita.—Todos aquí estamos agradecidos por el cariño y el apoyo que la señorita Armin nos ha brindado, es una buena patrona, amable, comprensiva y se preocupa por nuestras familias y nuestras necesidades aunque no sean problema suyo, gracias a ella tengo trabajo, me aceptó a pesar de no tener estudios, me dio la oportunidad de traer a mi esposa y ahora nuestra economía es más solida, no hables por nosotros, nadie aquí es tan miserable y desgraciado como lo son ustedes dos, que se atrevieron a morder la mano que los alimentó por tantos años.

—Fidel tiene razón, jamás he recibido un mal trato por parte de la señorita, sin embargo ustedes, nos pagaban la mitad de lo que realmente nos daba la señorita, abusaban de su autoridad y fumaban hierva mientras se encerraban aquí, me arrepiento de no haber sido capaz de hablarlo con ella, tenía miedo de perder mi trabajo, pero no más, ella no esta sola y yo le debo mucho.—dijo Jaime con arrepentimiento.




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