Su cuerpo era una obra de arte, era un chico que se ejercitaba y le gustaba cuidarse, se notaba su disciplina, sabía que era hermoso, pero verlo sin esa playera me dejó anonadada, mis mejillas estaban rojas, supongo que esa fue la primera vez que sentí deseo, deseaba tenerlo entre mis brazos y disfrutar de todo lo que lo componía, el hambre de sus besos era más grande que que mi cordura, antes de que mis pupilas se posaran en él, yo era un poco más cuerda, pero había perdido el sentido común al verlo tan salvaje.
—Quiero que seas mía.—me dijo de manera tosca y salvaje, mientras me miraba fijamente.
—Ya soy tuya…—susurré con las piernas temblorosas, estaba ansiosa de recibirlo.
Estaba segura que esta sería mi primera vez, sentía que era muy rápido, no quería que Alen pensara que era una chica fácil, sabía que lo mejor sería esperar por lo menos un par de meses más, pero no sabía como decirle que no, después de todo, su familia me estaba cuidando, pensaba que se lo debía, él me hacía sentir que mi vida dependía solamente de él.
Alen me besaba tan fuerte que podía sentir sus colmillos cortando mi piel, las pequeñas mordidas que dejaban marcada mi piel, su tipo de amor era el de un animal en celo, uno que se aparea y después se come a su pareja.
Me quitó la camisa y me quedé únicamente con mi sostén esta segura que me lo arrancaría…
—¿Esti está bien? ¿Así deben ser las cosas? ¿Que debería hacer?—pensaba en mis adentros mientras mi cuerpo seguía estando rígido.
(Recuerdos de Alen)
—Esta todo preparado, esa muchacha vendrá a vivir con nosotros a la mansión, arreglé todo para que nadie pudiera reclamar el derecho de cuidarla, esta completamente sola, te la he dejado en bandeja de plata, tienes que acostarte con ella la misma noche que pise este lugar.—le dijo Nicolas mientras fumaba un abano.
—¿Entonces es cierto? Asesinaste a todos sus parientes para dejarte el camino libre.—externó Alen mirándolo fijamente.
—No me des todo el crédito, todos los Bradford lo hicimos, cada uno de nosotros puso su granito de arena, ahora te toca ti hacer tu parte.
—Quieres que me acueste con ella, pero es una monja, las mujeres virgenes son temerosas, necesitan más tiempo, apenas tenemos tres semanas de noviazgo, la conozco, se negará por completo.
—Si no puedes hacer algo tan simple entonces yo lo haré, te enseñaré que no existe una mujer que te diga que no cuando enciendes la mecha de manera correcta.
Alen apretó los dientes lleno de rabia.
—¿Por que me ves así? Si te parece escandaloso que yo la haga mi mujer, entonces le diré a Donovan, seguro que no se negará, se come casi cualquier cosa.
—Ni tu ni nadie le van poner una mano encima, ella es mía…—declaró Alen con rabia.
—Pues entonces haz tu trabajo, te casarás con ella de todas maneras y en cuanto salga embarazada y tenga a ese bebé, por fin podremos deshacernos de ella, no se te olvide que tu serás el próximo líder de la familia, es tu deber asegurar que nuestro apellido prevalezca.—le dijo Nicolas con esa soberbia que lo caracterizaba.
Todos esos recuerdos invadiera la mente de Alen mientras se encontraba encima de Armin, no quería obedecer a su padre, no quería que su intimidad fuera influenciada por alguien como él y entonces, abrió los ojos y se enfocó en Armin, se dio cuenta que ella estaba asustada, sus ojos estaban vidriosos y su piel tenía las marcas de sus garras.
Ella no era como sus otras chicas, Armin era más pura y frágil, sentía que tenía en sus manos un objeto de cristal que valía mucho dinero, entonces decidió parar.
—No tenemos que hacerlo si no quieres.—le dijo Alen separándose de ella.
—Pero tu quieres…
—Lo único que quiero es que cuando pase, tu estes de acuerdo, has pasado por mucho últimamente, entiendo que no es el mejor momento, puedo esperar.
—¿De verdad?—le preguntó Armin temerosa de haberlo decepcionado.
—Si.
Alen le dio la espalda, seguía pensando en su padre, seguro que estaría furioso de saber que lo había desobedecido, los Bradford veían a Armin como un objeto que habían comprado, creían que le pertenecía y podían disponer de ella a su antojo, pero Alen tenía un sentido de pertenencia más profundo todavía, Armin era suya, era su presa y nadie la podía tocar.
Poco a poco las manos de Armin le rodearon la espalda, hasta que finamente le rodeó la cintura con su abrazo, besó su espalda tiernamente mientras se recargaba en él.
—Te amo…te prometo que estaré lista pronto.
—Duérmete, saldré a fumar un rato.
—Ah…si…
Armin no pudo evitar sentirse muy triste y en cuanto Alen se fue, Armin se puso a llorar y así se quedó dormida.
Alen se encontraba en el jardín que daba hacia su habitación, la luna lo alumbraba dandole un aspecto sobrenatural.
—Si Armin será mi esposa, entonces yo decidiré que hacer con ella, no dejaré que esas ratas decidan por mi.
Alen revisó su teléfono, no había mensajes de Irene, miró un rato la pantalla y después lo arrojó contra los arbustos, mientras esto pasaba, Irene se encontraba indecisa en mandarle un mensaje.
—No…no voy a escribirle, es un idiota, si me extrañara ya me habría buscado…—Irene aventó su celular contra la pared y depuse sumergió su cabeza en las almohadas.—¿Que estás haciendo Alen Bradford? No me digas que tu si puedes dormir….
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Editado: 19.11.2024