Sobreviviendo a Nil Brenon

El gran secreto de los Bradford

Mis inseguridades me decían que me odiaba, que esta decepcionado de mi por no haber sido capaz de entregarme a él, Alen no había regresado y ya habían pasado algunas horas, llegué a pensar que se había ido a dormir a otra habitación y cuando el sueño por fin me estaba venciendo, escuché un llanto que me erizó la piel.

Eran las cuatro de la mañana, todo esta muy oscuro, hacia frío y la madera hacía ruidos extraños, parecía que una presencia se aproximaba a mí de manera lenta y tenebrosa, al principio creí que se trataba de un sueño, pero mi corazón casi se me sale del cuerpo cuando claramente escuché aquellos sollozos, entonces la curiosidad me llevó a ver de quien se trataba.

—¿Y si me encuentro a un fantasma?.—me pregunté temerosa.— Este castillo es muy antiguo debe de tener su historia, cuantas personas no habrán muerto aquí…

Cuando vivía en el internado de monjas, las chicas de mi cuarto contaban la misma historia, la madre que se quitó la vida en el ultimo piso donde se tocaban las campanas, decían que se había ahorcado por que se había enamorado de una persona indebida y como castigo para frenar su inmundicia, decidió colgarse justo en medio de las campanas, decían que su espíritu deambulaba con los pies colgando y gemía simulando sus últimos quejidos antes d perder la vida, siempre me he considerado una miedosa para este tipo de cosas, especialmente para las sobrenaturales, quizá fue por la broma que mis compañeras de cuarto me hicieron, una de las superiores me castigó como de costumbre por mi vanidad incontrolable, todo por que me encontró un espejo debajo de mi cama, uno que ni si quiera usaba y nunca supe como llegó ahí, eran las doce de la noche y me ordenó ir al ultimo piso a limpiar las campanas, ni si quiera me dejó ponerme mis sandalias o un abrigo, estaba aterrada por que recién habían contado esa historia, el corazón me latía con violencia y mis sentidos estaban alerta, cualquier ruido casi me provocaba un desmayo, como pude llegué al ultimo piso y me fui de espaldas cuando vi una figura sombría que estaba colgada en medio de las campanas, quería morirme, grite tan fuerte que desperté a todas con mis alaridos, las risas de mis compañeras no se hicieron esperar, habían colgado una muñeca de trapo que habían hecho para el momento indicado, después de eso, las cosas me asustan un poco más.

Así que dejando mis traumas de lado, se me vino a la mente que tal vez Alana se encontraba en apuros, o alguna de las sirvientas que trabajaba para esta familia tan misteriosa había tenido un incidente y con el corazón en la garganta y el miedo a flor de piel, salí de mi cama con la lampara de mi celular a la mano, no había nada con lo que pudiera defenderme, excepto por los gritos que despertarían a todos en la casa, después de todo, sabía que podía gritar demasiado fuerte.

Odiaba el rechinar de la madera y el frío que entumía mis huesos haciéndome sentir rígida y mecánica, pero la curiosidad me estaba llevando a rastras hacia afuera y comencé a recorrer los pasillos mientras el sonido de mis dientes chocando contra otros me acompañaba.

—Esto no está bien, debería regresar a la habitación ¿que tal si Alen regresa y no me encuentra? Además, no quiero que piensen que soy una entrometida…pero…¿y si alguien necesita ayuda?

Armin avanzó tanto que aunque tuviera la intención de volver, ya se había perdido y no reconocía el camino.

—No puede ser…¿cual era el camino de regreso? ¿Por que no puse atención?—se preguntó Armin alarmada.

El frío de la madrugada era cada vez más intenso, de la boca de Armin salía humo y titiritaba con los escalofríos que le daban, estaba descalza y esa ropa ligera no la cubría del cruel abrazo de la madrugada y cuando más perdida se sentía, volvió a escuchar un llanto desolador que la hizo pegar un brinco y apresuró el paso.

—Dios mío, no hay nadie aquí, esto no esta bien, debo salir corriendo…—pensó Armin asustada.

Y entonces el llanto se volvió más insistente y se escuchaba cada vez más cerca, eso le recordó mil historias de fantasmas, especialmente la de la mujer que lloraba por sus hijos a los que ella misma asesinó, entre otros más.

Armin sintió que se desmayaba, pues cuando creyó que no podía sentir más miedo, sus ojos vieron a una mujer que caminaba directo hacia una de las puertas principales y las abrió de par en par para salir de la mansión.

—¿Quién es ella?—se preguntó Armin tapándose la boca para no gritar.—no debe ser un fantasma, ha tocado la puerta y a salido por su propio pie.—pensó mientras su cuerpo la traicionaba moviéndose por si solo en dirección ha donde se había ido la mujer misteriosa.

Las puertas seguían abiertas de par en par, dejando entrar un frío espantoso, Armin tenía miedo, pero ahora estaba más interesada en conocer la identidad de aquella mujer que lloraba desconsoladamente y sintió pena por ella, por que ese llanto reflejaba un gran dolor, cuando salió, la luna brillaba en todo su esplendor, resaltando aun más la belleza de aquella mujer.

—¿Por que un ángel estaría llorando?—se preguntó Armin embelesada y siguió a la mujer hasta el interior de los jardines.

Ella era por mucho, la mujer más hermosa que había visto en mi vida, era una mujer asiática con ojos rasgados y un cabello liso y negro como la misma noche, tan pálida que parecía que si la tocaba mis dedos quedarían marcados en su piel, ella me había hipnotizado, no supe cuando me aré de valor para tocar su hombro y ella se giró hacia mi dejando al descubierto su rostro divino.

—Usted se parece mucho a Alen…—susurré sorprendida y ella me miró fijamente, como aterrorizada.

—Ayúdame…quiero volver a ver a mi familia…por favor llévame con ellos antes de que los lobos nos devoren.—me dijo la mujer con la voz temblorosa y me percaté de que tenía la nariz roja, al igual que la punta de sus dedos, se esta congelando.

No tenía nada a la mano, excepto por el sostén que llevaba debajo de la camiseta, pero la mujer solo llevaba un fondo blanco que apenas si le cubría el cuerpo, era muy delgada y eso no le quitaba lo hermosa, así que no lo pensé dos veces y me quité la camiseta y la envolví lo más que pude para subirla del frío he insistí en que me acompañara adentro, pero ella se negó rotundamente.




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