Sobreviviendo a Nil Brenon

El demonio tiene nombre y se llama Nicolas

El señor Bradford me encajaba los dedos en la cintura, me recordaban a los abrazos de Alen, la manera en la que me dejaba las costillas adoloridas, parecía que era su forma de decir que algo les pertenecía, una manera inconsciente en la que reflejaban su instinto posesivo, pero el señor Nicolas me daba mucho miedo, cuando esta delante suyo, no podía dejar de temblar, al principio creí que era por los nervios de conocer a alguien tan intimidaste, poderoso y respetable, pero después entendí que lo que sentía era un terror profundo, un sentimiento de desesperación por salir huyendo de su presencia demoniaca.

—Parece que estas delante de un espectro ¿por que corres despavorida?—me preguntó Nicolas mientras me apretaba con fuerza de la cintura y el brazo.

—No estaba huyendo de nadie…solo que…

Nicolas desvió su mirada a mis pies descalzos, había perdido los zapatos en mi carrera por la supervivencia, Alana también daba miedo, pero un miedo de ser corrompido por su libertinaje, si el pecado tuviera un nombre, se llamaría igual que ella.

Cada vez que el señor Bradford me observaba, me sentía desnuda, llegué a pensar que podía leer mi mente, mi respiración se agitaba cuando sus pupilas se enfocaban en mí, me sentía muy incomoda, quizá otras mujeres se sentirían halagadas en mi lugar, Nicolas era un hombre muy atractivo, alto y fornido, se vestía de manera elegante y siempre esta limpio, pulcro, hablaba con elocuencia y su esencia varonil era innegable, pero era malo, un hombre que merecía arder en el infierno.

—Una dama no debería andar por ahí con los pies enlodados y descalzos, es indecoroso.—me dijo con seriedad mientras sus ojos se desviaban a mis piernas temblorosas.

Yo miré mis pies y traté de esconderlos entre el pasto, no sabía que decirle, ahora el padre de mi novio, creía que era una desvergonzada.

—Lo lamento…—me disculpé con la mirada en el suelo.

—¿Donde están tus zapatos?—volvió a preguntarme con un semblante grotesco.

—No lo sé…no se preocupe por mí, me iré a lavar, por favor disculpe…—aun no terminaba de hablar, cuando el señor Bradford me tomó por sorpresa entre sus brazos, me sentí como un conejo grapado entre las garras de un águila real.

—Ya te dije que es vergonzoso que la novia de mi único hijo este descalza como una pordiosera, te lavaré los pies en un lugar lejos de las miradas de la servidumbre.

—No es necesario, puedo hacerlo sola, no se moleste.—le dije en un tono suplicante, pero él ni sin Piera escuchó mi voz, mis ojos buscaban desesperados a Alen, rogaba que apareciera en algún lado y me librara de las garras de su padre.

Nicolas me llevó a un jardín privado, en el que había una fuente con una mujer que parecía un ángel, tenía un ala rota, era una obra de arte melancólica, el rostro de aquel ángel era deprimente, parecía que le habían arrebatado lo más valioso que tenía y las lagrimas que caían de sus ojos, eran las que llenaban un jarrón perforado de abajo que era lo que llenaba la fuente, no pude evitar perderme en la tristeza de aquella creación tan dolorosa.

—¿Te gusta?—me preguntó con su voz rasposa, mientras me sentaba en la fuente, él se encontraba hincado delante de mí sosteniéndome los pies.

—¿Que?—sentir el rose de sus dedos me dió escalofríos, realmente suba asustada.

—La estatua ¿te gusta?—volvió a preguntar mientras llenaba una charola con agua.

—No del todo…me llena d profunda tristeza verla.

—Entonces entiendes el significado, el sentimiento que esta escultura representa.

—¿Quién es?

—El artista fue un conocido de mi bisabuelo, cuando la creó se encontraba en una profunda depresión, su esposa lo había abandonado por otro hombre, uno más rico por supuesto, su única hija había muerto por una infección respiratoria, su pulmonía empeoró de la peor manera y no habían pasado siete días cuando encontró a su mujer con otro hombre, aquella desalmada no sentía dolor por la muerte de su hija, nadie nunca encontró a su esposa, ni a su amante, el artista dijo que s fugaron en medio d ella madrugada, pero antes de suicidarse, dejó una carta escribiendo toda la verdad, él los había asesinado, su esposa había caído de su gracia, era lo que más amaba, la tenía en un pedestal y la quitó de ahí arrebatándole la vida con una mazo de madera, los mató y los enterró en su propiedad, este ángel representa la santidad rota de su esposa, para él, ella era un ángel, un ser inmaculado y lleno de luz, pero su inmoralidad le abrió los ojos, no era más que un ángel caído y por eso la creó con el ala rota, sus lágrimas debían expiar sus pecados, llorando por la eternidad, por la muerte de su hija y su amante, después de terminarla, se ahorcó en ese árbol de allá, mi bisabuelo encontró el cadáver y debajo de sus pies, aquella confesión, fue un escándalo en aquella época.—dijo el señor Bradford con seriedad.

—No puede ser…que triste…—Para mi vergüenza, no pude contener las lagrimas, me había conmovido tanto la historía que no pude evitarlo.

Nicolas levantó laminada y al verme llorar quedó complacido, me veía como una virgen llena d pureza y eso despertaba aun más su maldad.

Me vació el agua helada en los pies haciendo que la respiración se me fuera de golpe.

—¡Ay!

—¿Esta fría?—me preguntó con una sonrisa maliciosa.

—Si…—le respondí tragando saliva.

Lo que hizo después me dejó perpleja, acercó uno de mis pies a sus labios y el calor de su aliento me dió alivio, me asusté tanto que quité mi píe de inmediato.

—¡No! Esta bien así…creó que ya me acostumbre al frío.—dije mentirosa ante aquel comportamiento inapropiado.

—Me alegro que ya te hayas aclimatado, vamos, te llevaré a tu habitación.

—Yo puedo irme por mi cuenta, ya no se moleste.

—Volverás a ensuciarte los pies ¿acaso quieres que te de un baño completo?

Apreté los labios con fuerza ¿que había sido eso? ¿Por que se tomaba esas libertades conmigo? Traté de justificar aquel comportamiento como el de un padre preocupado por la seguridad de su hija, pero no encajaba con sus acciones, él no era mi padre, y yo no era su hija.




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