Sobreviviendo a Nil Brenon

El olor del miedo

El señor Bradford cuidaba celosamente su oficina, nadie podía entrar más que a llevarle su café cada mañana y solo había una sirvienta que día limpiar aquel misterioso lugar, la señora Plericoth, Nicolas estaba sentado en aquella silla tan imponente y una vez que terminó de hacer esa llamada, sacó una llave de su bolsillo y abrió un compartimentó secreto que tenía en su buró y de ahí sacó una vieja fotografía, la cual miró con gran profundidad.

—Estaba seguro de que te había dejado bajo tierra, me encargué de bocarte de este mundo, jamás me imagine que volvería a ver tu rostro en esa niña, tu hija es el vivo retrato de la mujer que tanto desprecié…¿acaso viviste atormentarme? No me obligues hacer con ella lo que contigo no pude hacer…ahora la tengo en mis manos ¿te levantarás de la tumba para ayudarla? No queda nadie que quiera salvarla, el apellido Tesland es igual a un leproso, nadie quiere estar cerca de tu hija, su nombre y su linaje es sinónimo de una maldición ¿te arrepientes de haber elegido a ese don nadie? Tu esposo no fue capaz de protegerte, no pudo salvarte, Thomas siempre fue un fracasado, jamás olvidaré la vergüenza de haber perdido ante él…—dijo Nicolas apretando los dientes.

De pronto, alguien llamó a la puerta, se trataba de Megmed que llevaba su taza de café y el llamado a la puerta, hizo que sus pensamientos frenaran en seco.

—¿Quién es?—preguntó Nicolas con seriedad.

—Soy yo señor, Megmed, le traigo su café.—le dijo ella con el rostro hundido en el reflejo de la taza.

El señor Bradford dejó la foto a un lado de él y le ordenó a Megmed que pasara y ella respiró profundamente antes de hacerlo.

Lo primero que la recibió fueron esos ojos profundo y maliciosos, Nicolas parecía entrar en el alma y se aseguraba de que no guardara secreto alguno, tenía las manos entre lazadas, Megmed juraría que una daga le picaba la garganta, pues esos ojos eran los de un asesino.

—Servirle a los Bradford, era igual que servirle a seres malignos y sin alma, no había uno solo de ellos que se salvara, estaban corrompidos por la maldad y la avaricia, especialmente él, el líder de la manada, el alfa que guiaba a su familia a masacrar a todas sus víctimas, de todos los sirvientes, yo soy la de menor rango, porque apenas acabo de pasar la prueba de fidelidad, la señora Plericoth es de las de mayor rango, por que tiene derecho de antigüedad, los criados aquí son como los gatos de un loco que los castra, los engorda y los adopta para que formen parte de su familia, pero esa es una comparación muy dulce, mejor corregiré mis palabras, todos los que servimos a los Bradford, somos como ganado comprado y educado para hacerles la vida más fácil, conocemos todos sus secretos, todos sus pecados, los criados que nacen aquí, son como robots, amaestrados para nunca desobedecer sus ordenes, ellos son de los que hay que cuidarse, porque esos sirvientes sienten un gran selo por sus amos, son esclavos que custodian y velan por la seguridad del clan más importante del país, todos los sirvientes debemos pasar por las pruebas de fidelidad, como es eso? Debemos probar que podemos arrancarnos la lengua para no hablar de más, que somos ciegos para ignorar sus crímenes y que somos sordos para nunca contar todo lo que escuchamos aquí, ayudarnos a deshacernos de los cuerpos de sus enemigos, matar, envenenar cercenar, lo que ellos nos pidan, eso debemos hacer, todos los que vivimos vato este techo, somos criminales, esta noche recibiré la aprobación de los patrones para convertirme en una criada confiable, ¿que tuve que hacer para llegar hasta aquí? Venderles mi alma, ni más ni menos, he enterrado cuerpos, he disparado a quema ropa, he lavado mis manos con año sangre de los inocentes, aunque a los que yo enterré no eran para nada buenos, se trataban de los criados que explotaban y abusaban de las riquezas de la joven presa.

Todo fiel sirviente, tiene marcada toda la espalda, si, como ganado, una gran marca que nos cubre la poca humanidad que nos queda, con la “B” de los Bradford, que indica a quienes pertenecemos, odio la idea de sentir el hierro caliente sobre mi piel desnuda, detesto pensar que no tengo manera de retractarme y odio aun mas que esa muchacha me haya hecho sentir tanto con ese estúpido abrazo.

—¿Que haces ahí parada? Estoy ocupado, deja el cafe y regresa a tus actividades.—le dijo Nicolas con el ceño fruncido.

—Lo lamento señor, enseguida me iré.—Megmed logró ver de reojo aquella fotografía y se asombró del gran parecido que tenía con Armin.

—Largo de aquí Megmed.

—Si necesita algo más, avíseme y con gusto lo atenderé.—le dijo ella conteniendo su asombro.

Megmed salió de la oficina, pensando en aquella fotografía.

—Ella debe ser su madre, la señora Emilia Tesland, la mujer que el señor Nicolas deseaba con locura…Armin es idéntica a ella, que peligroso, con razón el señor le presta tanta atención…¿Y si intenta hacerle algo raro?—se preguntó Megmed angustiada y añadió.—No, eso a mi no debe importarme, sabia desde el principio para que la traían, no es más que una presa.

Megmed sacudió la cabeza y a la distancia Armin la saludaba desde el jardín sonriente y agitaba sus manos con alegría.

—Ay niña…¿por que sonríes de esa forma?

—Ahí esta Megemed, ¡hola Megmed! El día es muy hermoso ¿no quieres salir a caminar un rato?—le peguntó Armin con alegría, pero Megmed la rechazó, negando con la cabeza, indicando que tenía mucho trabajo, además la señora Plericoth ya la había regañado.

Momentos atras…

—¿Que fue todo eso? ¿Por que tomas responsabilidades que no te corresponden? —le preguntó la señora Plericoth y la abofeteó con fuerza, haciéndola tambalear.

—Lo…lo lamento señora.— Megmed se tocó la mejilla y mantenía la mirada en el suelo.

—No se te olvide que eres una criada de menor rango, aun puedes perder tu marca si no te comportas a la altura, si no eres capaz de obedecer las ordenes que se te dan, entonces no le sirves a los Bradford ¿entendido?—le gritó su superiora llena de esa amargura que la caracterizaba.




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