6 de Enero de 2019.
Querido Diario…
No. Tachemos eso. El que lea esto pensará que soy una niña de doce escribiendo en su diario de Hello Kitty.
Bitácora de Nerea. Día uno.
Así se lee más maduro.
Han pasado cinco días desde que el barco en donde me hallaba, naufragó. Créanme cuando les digo, que ya no es un pesar para mí saber que casi muero ahogada y que ahora estoy aquí varada.
Digo…
Se supone que no debería extenderme porque sólo tengo un lápiz y medio. Qué más da, es mi bitácora y la uso como me de la gana.
Digo, estoy en una isla desierta, con enlatados para una semana, llena de bichos y animales que salen en la noche para no dejarme dormir, mosquitos que tienen una maldita trompa para picar que no es de este mundo, una sola pantis, sin papel higiénico ni cepillo dental, un ventilador o ¡Wifi!. Sin contar que mi familia debe estar muy preocupada.
Pero puedo asegurar que todo eso no me aqueja, de verdad, me he visto todas las temporadas de "supervivencia al desnudo" y "a prueba de todo" estoy segura que puedo sobrevivir en esta isla desierta hasta que me encuentren.
Lo que me causa estrés…¡es mi jefe!.
—¡Señorita González!.
Corrí y me oculté debajo de una palmera. Miré hacia arriba para ver si el mono que me lanzó un coco ayer andaba por ahí. Al ver que no había “monos en la costa”—me rio por mi propio chiste. Moros, monos, en la costa porque-Olvídenlo— me quedé quieta, como las salamandras se quedan cada vez que me ven porque saben que serán mi cena. Observé como mi jefe me pasó por un lado peleando con las palmas que le pegaban en la cara y mirando de un lugar hacia otro tratando de encontrarme. Sonreí victoriosa. Tantos años pasando desapercibida para él dieron sus frutos.
No iba a dejar que me quitara mi pedazo del cuaderno, era lo único que me mantenía cuerda y que evitaba que no me lanzarae al mar para ser merendada por tiburones martillo. Tampoco iba a dejar que mate a lupita, la tortuga.
Ajá, como venía escribiendo.
Stefan Murphy .
Quien lo viera no le pasaría ni de refilón en la cabeza que es un…hijo de su papá.
Es que, quién puede pensar que semejante hombre nórdico esculpido a mano por el mismísimo Odín cayera como cae la leche con frijoles y limón.
Acomodo a lupita en mi regazo para que deje de moverse y sigo escribiendo encima de su caparazòn.
Y Ya lo sé, ya sé que el que lea esto dirá “¡Vaya la chica se ha quedado varada con su jefe que está más bueno que comer pollo con las manos, que suertuda!”.
Pues no. De suerte no tengo nada más que la mierda de los pájaros que me ha caído en la ropa los últimos días.
Sé que no van a creerme. Lo sé. ¡Lo sé porque he leído muchas novelas de jefe y empleada y sé como va la cosa!.
Por eso voy a empezar desde el principito, cuando yo tenía pantis limpias y no estaba en esta isla ocultándome de mi jefe para que no me quite mis lápiz y medio, la mitad del cuaderno y quiera cenarce a mi lupita.