Sociedad Flaubert

Prólogo

 

21 de enero del 2017, Brooklyn.

«Cristo mira desde el muro,
con su rostro impenetrable,
y si me ama en su bondad,
como ella me asegura.
¿Por qué estoy tan sola?»

Leo sintiendo la poco conocida comprensión de los sentimientos ajenos. Acaricio las páginas suspirando; no sé quién está más jodida, si Carrie dentro de las crueles páginas de su historia o yo, que soy golpeada constantemente por la realidad. Leí el libro cuando tenía dieciséis y nunca me llegué a sentir tan comprendida por nadie, yo me veía reflejada en sus palabras, a veces llegaba a pensar que Stephen King se había inspirado en mi vida para escribir la novela; cada vez que lo veo busco las páginas que ya sé de memoria y leo mis partes favoritas.

Siento ganas de comprarlo, pero dejo el libro en la estantería, nunca me he atrevido a llevar a Carrie conmigo, si lo hago lo leeré otra vez y reviviré recuerdos de mi adolescencia con los que no podré lidiar.

—¿Ya decidiste qué llevarte? —pregunta mi mejor amigo Declan, sorprendiéndome.

—Si, creo que estos dos —digo levantando dos pequeños libros de poemas.

Él acomoda su gorra hacia atrás para ver mejor, dejando que un mechón de cabello rubio caiga sobre su frente.

—¿Ves? No fue tan malo venir.

—Me sacaste a la fuerza de la tienda. —Se encoge de hombros restándole importancia.

—Solo quería pasar tiempo con mis mejores amigas, entre tus viajes por tu segunda colección de vestidos, las pasarelas de Katherine y mi poco tiempo libre por el restaurante no hemos hablado...

—Podemos hablar sin juntar a tres figuras públicas en una librería —sugiero viendo como Kate aparece con un montón de libros en su regazo. Se recuesta de uno de los estantes enrollando un bucle de su cabello rubio entre los dedos observándonos.

—Las cámaras están sobre nuestros traseros saliendo o no saliendo de casa Harper, relájate y disfruta antes de que se aparezca un fotógrafo y tengamos que salir de aquí —dice Kate.

—Como si no te entusiasmara la idea de tener a un fotógrafo con la lente enfocada en tu lindo culo de modelo. —Replica Declan aguantándose las carcajadas.

—Se que amas mi culo D, pero deja de ser tan evidente ¡Cielo santo! —suelto una carcajada desviando la atención de los dos rubiales frente a mí. No río con frecuencia y presenciarlo es como un milagro.

De niña tampoco reía mucho, no se me permitía. Mis padres son fanáticos religiosos, por tanto, Padre siempre pedía silencio para orar días completos y Madre gustaba de hacer votos de silencio en vez de ayunar, arrastrándome en sus decisiones junto a ella. Ciertas costumbres como esa se me inculcaron con tanta fuerza que es difícil dejarlas ir… incluso ahora, después de tanto tiempo.

Ambos dejan pasar mi pequeña demostración y continúan bromeando.

—Bueno, ustedes ya eligieron que llevarse, van a tener que esperarse.

—Tengo tanta hambre D, puedes terminar de elegir que llevarte —se queja Kate después de ser arrastradas por Declan hacia la sección de libros para jóvenes adultos.

—Siempre tienes hambre Katherine… —digo abrazándola.

—Pero hoy más que nunca. ¿También piensas llevarte esos libros que tienes ahí? —cuestiona incrédula viendo la cantidad de libros que tiene D bajo el brazo.

—No es un libro para mí el que busco, es para Harper —abro los ojos de par en par ¿Un libro para mí? Pero si yo ya escogí dos. Él nos muestras una enorme sonrisa sardónica hasta que se agacha y saca un libro de la parte baja de la estantería.

—No necesito más libros —rezongo siendo consiente que, aunque me queje, patalee y rompa los platos Declan no declinará sus ideas. Nadie puede con él cuando tiene algo entre ceja y ceja, y si es en contra mía Katherine se le une como una sanguijuela.

—Necesitas diversificarte. Siempre lees poemas, vamos a buscar algo más apto para tu edad. ¿Sabes al menos que es sexo oral o doble penetración? —abro los ojos desmesuradamente y le pego un manotazo en el brazo.

Kate suelta una risilla mientras niega repetidas veces.

—Declan, el chico de la caja registradora de seguro te escuchó. —digo mirando el final del pasillo donde está el chico para fijarme si nos ha oído. Gracias al cielo tiene unos audífonos.

—Ojalá lo haya hecho, parece gay. Y quiero que sepa que juego en su equipo. Sin embargo, ando hablando de estos temas al lado de dos chicas despampanantes, cosa que no coloca credibilidad en mi afirmación. Así que Harper María Russell, por ti y tu correcta salud mental-sexual estoy arriesgando una posible cita. Tienes que leer algo más que poemas de romances medievales.




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