Socorriste mi hablar

Socorriste mi hablar

Multitudes de personas se esparcían por toda la plaza formando un pintoresco recuadro adornado por un atardecer color purpura y dos lunas. Las palomas comían y volaban, mientras unos ancianos sentados sobre bancas de madera les lanzaban migajas y los pequeños niños corrían chapoteando en la pileta debajo de los chorros de agua que brotaban de la fuente. Una pareja intercambiando sonrisas al mismo tiempo que unos jóvenes hacían las acrobacias de su amado parkour.

-¡Mierda!- dijo alguien a quien nunca había escuchado en mi vida al mismo tiempo que algo atrás mío golpeó mi cabeza dejándome desorientada y haciendome retroceder unos pasos. Luego de unos segundos percibí la figura de una chica de cabello morado como el cielo vestida con una pijama dando absortos pasos sin rumbos.

La seguí con la mirada hasta observar un bello rostro de rasgos finos pero angustiados, perdidos; tocaba su garganta y movía sus labios o expandía sus labios al máximo y tensaba el rostro. Cuando sus ojos empezaban a parecer lagunas brillosas me trasladé deprisa a su lado.

-Tranquila- le susurre con mi palma por debajo de su oído y mi pulgar sobre su tímpano.

La chica me miró como si hubiera estado luchando por salir en las oscuras profundidades de una masa de agua y hubiera encontrado la luz, su salida, su salvación. Me miró con alegría mientras movía sus labios sin resultado alguno, parecía que su preocupación retornaba con mayor fuerza por lo que suavemente agarre su mano, la coloqué sobre mi oído y amablemente le dije: -cuéntame que es lo que te agobia.

-¡PERO NO ME ESCUCHAS!- con una voz quebradiza me gritó liberando las brillosas lagunas que retenía y moviendo su rostro exaltado.

-Claro que te escucho, háblame- le dije tras acercar mi rostro al suyo hasta dejar nuestras frentes pegadas y nuestras palmas sosteniendo nuestras miradas conectadas.

Se ruborizó y por reflejo (supongo) retrocedió, y yo sin pensarlo me acerqué lo que ella retrocedió tratando de transmitirle con mi mirada paz. Pareció funcionar ya que después de un tiempo cerró los ojos y exhaló. Cuando los volvió a abrir me sonrió, y yo, agradecí mi impulsividad por tan solo ver esa sonrisa, era como ver un arcoiris en una tormenta.

-No sé si me vas a escuchar... - comentó mientras me miraba penosamente y cerraba sus dedos sobre mi oído. -. Lo he intentado con mis mayores esfuerzos y no puedo hablar.

-Yo te escucho perfectamente- Le ilustré levantando mi ceja sarcásticamente, a lo cual ella abrió sus ojos como un par de estrellas brillosas. Empezó a saltar y a mover los labios con gran vivacidad hasta que luego de unos segundos volvía su preocupación conjunto de sus movimientos agitados tensando los músculos de su garganta como queriendo expulsar algo por su boca.

Me acerqué a ella (de nuevo) colocándole mi pulgar sobre su oído y le pregunté que cuál era su tormento. No hizo nada más que exteriorizar su pánico por lo que viré los ojos, agarré su mano y la coloqué sobre mi oído. - Si te alejas así no me podrás decir nada y no te podré ayudar.-. Terminé de decirle después de colocar mi mano sobre su oído.

Giró su cabeza a un lado lanzándome una mirada extrañada y confusa, yo realmente no comprendía su confusión.

-¿Me escuchas? – me preguntó tras haberme agarrado las dos orejas con sus tersas manos. Luego de mi asentimiento afirmó con alivió, como que si su duda estuviera resuelta. A pesar de toda su tranquilidad anterior, su firmeza fue momentánea y sus lágrimas ya recorrían sus mejías hasta caer en la distancia que nos separaba.

-Gracias. Muchas Gracias, estaría aún más perdida sin tu ayuda. No sé si soy un fracaso existencial, si me golpeé la cabeza y me dio amnesia o si por fin enloquecí. Lo que conozco, lo que es real... ¡No sé qué es verdad!... o si sufro una pesadilla... pero gracias por todo. Me has dado calma y yo te he usado para descargar mi frustración, perdón. Además, me has enseñado como hablar en este mundo que desconozco. No encuentro las palabras para agradecerte, enser... i... o...- Antes de que ella me pudiera responder las estrellas brillaban en la oscuridad de la noche junto a los faroles que alumbraban los sendero. Tanto las aves como una gran parte de la multitud ya se refugiaban en sus hogares, solo unos cuantos deambulaban bajo la luz de la noche. El paisaje había cambiado, igual que mi centro de atención ahora lo proclamaba una cabellera morada con unos ojos celeste tan claros que se podría decir que eran casi blancos. Mis brazos la apresaban, quería protegerla, quería espantar sus tormentas, quería estar con ella.-. Gracias.- exclamó mientras caía sobre sus rodillas.

-Me has agradecido demasiado, no pasa nada.- Comenté mientras mi pulgar suavemente despojó de sus pigmentadas mejillas aquellas lágrimas manifestadas por sus preocupaciones pero que aún dejaban ver una linda sonrisa.

Me miró, sentí como nuestras miradas se conectaron y algo más entre nosotras se entrelazó. Sus mejillas parecían pintadas, su color rosado había incrementado resaltando sobre su piel blanca.



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Editado: 18.03.2019

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