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~EMMA~

“ME HA VISTO”

     "Las niñas son calladas. 

Las chicas son buenas.

Las mujeres son recatadas.

Y las princesas, mi querida Emma, son sofisticadas." 

Las palabras de mi madre resuenan por toda mi cabeza. Desde que era muy pequeña me han preparado para este momento, y ahora, no me siento preparada para afrontarlo. 

Los criados van de un lado a otro, recibiendo órdenes de mi madre o mi padre sin cesar, agobiados por el acontecimiento y angustiados por los altos estándares que mi madre siempre impone en actos públicos a los que, sin duda, siempre asisten cientos de personas. Hoy no he salido de mi habitación. La hija de la cocinera me ha subido el desayuno y me ha ayudado a vestirme para la gran comida que se celebrará hoy en la sala de las altas sillas, como me gustaba llamarla cuando era todavía una enana. 

Desde que tenía unos siete años mi madre y las damas de la corte, me han preparado para este momento, el momento en el que le conozca. Me han hablado tantísimo de él, que es como si ya le conociera. Tengo suerte, y se trata de un joven apuesto y guerrero, sólo dos años mayor que yo. 

—¡Emma, ven aquí! —llama mi atención Victoria. Se podría decir que es como mi mejor amiga, si tuviera que elegir a alguien de todo este castillo, sin duda, sería a ella. Desde muy pequeñas lo hemos compartido todo, la única diferencia entre nosotras, es que yo soy hija de dos reyes muy poderosos, y ella hija de un conde que vive bajo los mandatos de mi padre. 

Cuando llego hasta ella veo que también está Fátima, su prima. Llegó hace apenas unos meses a palacio y nuestro trato ha sido escaso por el número desorbitado de clases que tengo. Que si pintura, baile, modales, lectura..., un sin fin de aburridas clases para lo que, mi madre llama, formarse como una mujer culta y vivida. Ante esto solo me queda asentir con una sonrisa convincente y afrontar de la mejor manera esas horas insufribles junto con los instructores. La única clase que verdaderamente disfruto es el baile, e intuyo que el motivo por el cual me han llamado estas dos, sea mi gran obsesión por bailar.

—¡AYÚDANOS! ¡AYÚDANOS! —exclama mi mejor amiga mientras salta emocionada alrededor mía.

—Vale, pero cálmate —la sujeto de sus hombros para que deje de brincar en el pasillo de palacio —. ¿Qué pasa? 

—Mi padre me ha dicho que mañana se celebrará el baile —explica mucho más calmada, pero igual de excitada por el acontecimiento que dentro de muy poco inundaría las paredes del lugar. Yo también estoy nerviosa y ansiosa de que llegue, sobre todo tengo ganas de verle, de cerciorarme de las múltiples alabanzas que se le atribuyen. —. Ayúdanos con los pasos del baile de apertura, ¡por fi! 

Entre risas, acepto ayudarlas con los sencillos pasos del primer baile. Bajamos hasta el patio, el cual está casi desierto, sino fuera por las dos doncellas que están retocando unos rosales que mi madre mandó plantar la primavera pasada. Desde que era muy pequeña, este pequeño jardín siempre me ha acogido y resguardado de todo. Cuando estoy frustrada o nerviosa, vengo aquí y empiezo a bailar o a oler las preciosas flores que llenan todo el lugar. 

Empezamos a danzar, sin música, sin un ritmo establecido; simplemente bailamos y reímos las tres juntas. Cada vez se me hace más presente el hecho de que esto, probablemente, es una despedida. No volveré a ser esta niña que baila entre las enredaderas y las flores de la fortaleza blanca. Me estoy despidiendo tanto de ella, como del lugar que tanto me ha soportado. 

Levanto la mirada con la extraña sensación de que alguien me está observando. Mi mirada viaja por los altos balcones que rodean el patio central del palacio, donde mis padres suelen estar algunas tardes, sobre todo en primavera y verano. Pero, no son ellos quienes observaban. Dos caballeros y un noble de espalda ancha y fuerte acaban de estar observándonos, a mis amigas y a mí. Un escalofrío me recorre de la cabeza a los pies. 

     Es él, y me ha visto bailar, me ha visto incluso antes de conocernos.