~EMMA~
"NO TE QUIERO DE ESA FORMA"
No puedo creerlo.
¡Nos vamos a casar!
¡Me voy a casar con él!
Cuando recitó el sin fin de palabras por las cuales debería producirse nuestra unión no podía dejar de mirarle. Sus palabras eran cautivadoras, la forma en la que hablaba, como se movía y gesticulaba con sus brazos.
Sin duda, el mejor momento fue cuando colocó en mi mano el anillo de oro y gemas preciosas. Se atrevió, bajo las miradas de nuestra familia, a acercarse más de lo debido y susurrar en mi oído las palabras que desencadenaron un sin fin de emociones dentro de mí, y mil pensamientos en el interior de mi cabeza: "Estas gemas no son nada comparadas a tus ojos". Simples letras, que al juntarlas formaron las significativas palabras que me provocaron unas mejillas sonrojadas y una marea de emociones y mariposas dentro de mi estómago.
—Emma —Fred ha estado sumamente raro conmigo, bueno no solo conmigo, con la mitad de la sociedad... Es la primera vez en estos días que me llama de esta forma tan genuina y dulce para hablar conmigo. Estoy enfadada con él por haber tardado tanto, pero le quiero más de lo que jamás me podría enfadar, así que la sonrisa que se forma en mis labios al girarme y verle hacen que mi hermano no note ni una pizca de toda la frustración que acumulaba.—, ¿hablamos? —asiento, todavía con la sonrisa en los labios y los dos caminamos hacia una de las torres al final del gran pasillo por el que andaba antes.
—¿Qué pasa? —pregunto del todo intrigada.
—Solo... Bueno, quería hablar contigo en privado... —está nervioso. Sus manos le sudan, y como siempre que tiene que hablar de algo peliagudo su pie derecho repiquetea contra el suelo. Está intentando que no lo note, pero le conozco demasiado bien como para no percatarme de todas sus acciones.
—Me estás asustando.
—No, Emma, no es nada malo. Es algo... a ver, no es común pero creo que puede estar ¿bien?. Podemos ser felices, ¿no? —sino no me equivoco creo que está enamorado. Y ojalá sea así, verle feliz cuando yo voy a ser la mujer más dichosa en cuestión de días sería un sueño. Es mi hermano mayor, el único que aún no está casado y me alegraría verlo con alguien antes de irme de Whitedale.
—Claro que vamos a ser felices, hermano. ¿Quién es ella? —al hacerle esa pregunta su expresión dulce y tranquila cambia. Se tensa a niveles extremos, y me asusta oír el nombre de la dama, pues debe de ser de muy bajo rango para que le cueste tanto decírmelo. Solo espero que no se haya enamorado de una de las doncellas o incluso, de una de las señoritas del burdel del pueblo, mis padres jamás lo aprobarían, y sería algo tonto haber desarrollado estos sentimientos tan puro con nuestra clase, hacia alguien de tan poca estima social.
—No quieres saberlo.
—Pues claro que si, tonto —le doy un leve empujón en su hombro de manera juguetona, como siempre he hecho cuando se hace el interesante. Aunque esta vez está demasiado paranoico, demasiado temor hay en sus ojos.
—¡No! De verdad, no deseas saber su identidad... —un suspiro sale de sus labios. Está tenso, rígido, y con una expresión que nunca antes le había contemplado, no en su rostro, y menos en sus ojos.
—No entiendo porqué me trajiste hasta aquí, si no deseas contarme nada. Sabes que me exaspera que hagas eso.
—El problema es que si que quiero. Pero, no debo... —me giré hacia el horizonte, contemplando desde lo alto del castillo las diminutas casas del pueblo que desde aquí eran casi indistinguibles. Notaba su mirada fija en mí, en lo que hacía, pero decidí no apartar mi vista del paisaje hasta que se dignara a confesarme todo. —Está bien. Te lo diré. ¡Pero por favor no estés así conmigo! —notaba la vulnerabilidad emanar de todos sus poros, se le veía agotado mentalmente, y sobre todo, desesperado. ¿Por qué? O, ¿por quién? Eso era totalmente un misterio para mí, aunque no por mucho más tiempo.
—Hace unos meses me di cuenta de que algo en mi empezaba a crecer. En realidad, siempre ha estado ahí —pone su mano derecha sobre su pecho, enfatizando lo profundo de sus sentimientos. Sus ojos tienen un brillo casi melancólico. —. Lo he reprimido por años, pero creo —da un paso hacia mi, colocandose a escasos centímetros. Estamos en una cercanía francamente peligrosa. —, que como a tí no te queda demasiado tiempo en Whitedale... Creo que tenía que sincerarme contigo.
—¿A qué te refieres? —desde muy pequeños hemos tenido esa conexión única entre hermanos, nos hemos apoyado, hemos estado siempre para el otro; pero, nunca nos habíamos mirado como en este mismo instante. Esto es... bueno, sencillamente, es algo peculiar.
—¿A qué me refiero? ¿No es obvio? —la forma ilógica en la que no paraba de gesticular con sus manos y brazos me estaba desconcertando a niveles máximos. No conocía esta faceta exaltada suya. No le contesté, lo que le dio pie a seguir. —Lo que estoy intentando decirte es que siempre he estado loco de amor por ti, Emma.
¡Oh, santa mierda!
—Yo también te quiero, Fred —su sonrisa se relaja y se ensancha a partes iguales. y es entonces, cuando añado:—. Eres mi hermano favorito.
—Yo no te quiero de esa forma, pequeña. Te quiero de manera más profunda, más incondicional. Te quiero sobre todo, y sobre todos. Me da igual lo que puedan pensar o decir lo demás si estoy contigo. No me importa nadie más que tú, ni siquiera yo mismo, me estás volviendo loco. Tus labios, tu risa, hasta la cara que pones cuando no entiendes algo. ¡Toda tú es tan... perfecta! —esto no está bien. No debería estar aquí, no debería de estar diciendo todas estas cosas. No puedo corresponder sus sentimientos, no quiero y no debo. No siento el mismo tipo de amor que él siente por mi, y eso me llena de tristeza, tristeza por él y tristeza por nuestra relación. Doy un paso atrás, chocando contra la baranda del balcón. Su cuerpo me acorrala contra el muro, con sus brazos a cada lado de mi cuerpo. Siento miedo, es la primera vez que el temor se apodera de mí estando a su lado. —¡Mierda, no me mires de esa forma! ¡Tú, no! —sus gritos me hacen dar un pequeño salto de susto. Las lágrimas empiezan a acumularse en mis ojos, tengo miedo.