(Narra Eliel)
Veo llover por la ventana mientras sujeto la taza de manzanilla que me he preparado. Huele bien, y me calma por dentro como un agradable bálsamo. Dejo de fijarme en las gotas que se deslizan por el cristal y observo la ciudad. Las calles están mojadas, y las luces de los coches se reflejan en el asfalto con intensidad. Hay hojas secas por las aceras y charcos de aquí para allá. Los altos edificios de la lejanía se entremezclan con las montañas y los árboles de hojas rojas. Creo que he empezado a acostumbrarme a la vida humana, pues estas vistas me parecen maravillosas.
—Creo que la película ya va a empezar, Ely —me avisa Dorian. Yo me alejo de la ventana y me siento en el sofá. Dejo la manzanilla en la mesa con delicadeza.
Cada otoño, Dorian y yo nos marchamos a Tao y nos quedamos en su apartamento. Ya que ésta es una estación que me pone algo triste, él hace todo lo posible por alegrarme aquí. Creo que es una de las razones por las que me he acostumbrado tanto al reino de los humanos. Ver que otros elfos y hadas también se han integrado a él me alegra mucho.
Dorian se sienta a mi lado y deja un cuenco con palomitas en la mesa. Hay un anuncio de champú en la televisión, actuado por un elfo de cabellos dorados y un humano de piel morena. Pero cuando termina, la película empieza prometiéndonos unas horas de entretenimiento y misterio. Creo que era una película de misterio e intriga. Hay elfos, humanos y enanos actuando en ella.
—¿Tienes frío? —me pregunta él mientras coge mi mano. Yo sonrío.
—Un poco.
En realidad, no tengo tanto frío, pues estoy acostumbrada a las temperaturas de Álfur. Pero sé lo que Dorian pretende, así que finjo tenerlo. Él nos arropa a ambos con una mullida manta, y nos quedamos acurrucados. Yo sonrío, y él besa mi cabeza a la vez que me rodea con sus brazos. Jamás había estado tan cómoda con alguien como lo estoy con él.
Envueltos en esta cálida manta, disfrutamos de la película. Bajo ella, y junto a él, yo siento que estoy en un lugar donde nada ni nadie podrá hacerme daño.