Isabela
La brisa matutina me refrescaba el rostro mientras caminaba hacia el café donde había acordado encontrarme con el principal inversor del proyecto. A pesar de que el cielo estaba despejado y el sol naciente tenía buena pinta, mi estómago era un nudo de nervios. Tenía que admitirlo: las reuniones de alto nivel siempre me ponían tensa, pero esta era diferente. Esta reunión lo era todo.
Mientras avanzaba por las estrechas calles empedradas, intenté distraerme admirando las fachadas color pastel y los balcones llenos de geranios. Era hermoso, sí, pero mi mente no dejaba de repasar lo que iba a decir. Tenía que sonar segura, apasionada y sobre todo, competente. Este inversor, del que había oído maravillas y horrores por igual, podía decidir el futuro del proyecto con un simple “sí” o “no”.
¿Y si no le gustaba mi propuesta? ¿Y si pensaba que era demasiado ambiciosa o demasiado idealista? Intenté calmarme, pero mi corazón seguía martillando contra mi pecho. En mi cabeza, repasaba los puntos clave de la presentación: sostenibilidad, impacto económico positivo, respeto por la cultura local. Eran argumentos sólidos, pero ¿serían suficientes?
Cuando llegué al café, un pequeño lugar acogedor con mesas de hierro forjado y sombrillas rayadas, me detuve un momento para respirar hondo.
─ Esto es por mí, por demostrarme que soy capaz de lograrlo─ ajusté mi bolso sobre el hombro, enderecé la espalda y entré con la mejor versión de mi sonrisa profesional.
Un hombre de cabello gris, vestido con una camisa de lino perfectamente planchada, estaba sentado en una de las mesas del fondo. Tenía una taza de espresso en la mano y un expediente abierto frente a él. Era imposible no reconocerlo: el mismísimo Alessandro Vitale, el magnate de la hotelería y el inversor que podía hacer o deshacer mi carrera.
Mi sonrisa decayó cuando me percaté de la presencia a su lado. Luca Moretti, el imbécil impetrante de ayer. Estaban teniendo una aparente conversación agradable hasta que la mirada de Luca se percató de mi presencia acercándose, su sonrisa inmediatamente desapareció y su expresión se volvió hosca y sombría. Traté de ignorar deliberadamente la presencia de ese ser intratable y me dirigí directamente hacia Alessandro, que apenas me vió se levantó y me saludó con un fuerte apretón de mano.
─ Debe ser usted la famosa Isabela Santos─ dijo, intentando sonar “agradable”. Pero era demasiado obvio que lo de famosa lo traía más que nada por el hecho aparente de que nadie quería realizar un cambio significativo al paisaje.
─ Un gusto─ respondí, ignorando mis pensamientos.
Ambos tomamos asiento, yo delante de él y Luca quedando justo al lado de Alessandro. No quería topar una mirada por equivocación con el imbécil salvavidas.
─ Deja que te presente a mi compañero de trabajo─ señala de costado a Luca─ Luca Moretti.
─ ¿Compañero de trabajo?─ dije con confusión viendo directamente a Luca, pero él me ignoró por completo. Y eso no me gustó. Para nada.
─ La comunidad quiere alguien que les asegure un buen cambio, nada mejor que a manos de Luca. El chico ha vivido aquí desde que cumplió sus dieciocho años y se ha dedicado únicamente a ser el salvavidas de la playa.
Mis cejas se arquearon ante la información que me acaba de proporcionar Alessandro acerca de Luca. El salvavidas por fin parece creer que soy un poco digna de su atención porque su mirada se posa en la mía. Directa y fija, demasiado incómoda. Mi cara debe de ser de pura irritación así que trato de arreglarla con una falsa sonrisa que estoy segura me sale más como una mueca.
Alessandro frunce el ceño ante las miradas que nos damos ambos, y estaba a punto de hablar hasta que es Luca el que toma la palabra dirigiéndose a mí con indiferencia y aburrimiento.
─ Te veo de nuevo, brasileña.
─ ¿Ustedes ya se conocen?─ la pregunta de Alessandro es dirigida a ambos, lo que provoca que ambos respondamos al mismo tiempo.
─ Sí.
─ Es una lástima que sea así─ contraataca Luca.
Mi cara debe de ser una obra de arte, y una batalla de miradas sin fin hace que Alessandro se aclare la garganta y sonría un poco incómodo. Lo que me recuerda que esto es meramente profesional y cualquier malentendido fuera de ello no puede afectar ni mi carrera, ni mi objetivo en este lugar.
— Tuvimos un pequeño encuentro en el muelle ayer por la tarde. Pero Luca tuvo que irse de pronto por un pequeño imprevisto, se aseguró de darme una cálida bienvenida— mis cejas se arquearon con falsa expresión de agrado viendo a Luca a los ojos. Mi sonrisa estaba tan apretada y la sonrisa de costado que me dió Luca echándose hacía atrás en el asiento fue todo lo que necesité para saber que iba a ser un auténtico grano en el culo.
…
Luca
Le gustaba retar con su juego de miradas, con la forma en la que te veía fingiendo ser agradable y con sus comentarios que contenían un montón de frases secretas.
No me caía bien Isabela, era una brasileña con un cuerpo en perfecto estado y una mirada cargada de un ego imposible de rozar. Una típica princesita acostumbrada a conseguir todo lo que quisiera.
Su cabello en ese momento se balanceaba con el viento que corría en el café y sus ojos penetraban mi rostro que estaba cargado con una sonrisa sarcástica, una especialmente para ella.