Isabela
Estaba en la playa, el sol brillaba intensamente en Spiaggia dei Conigli y mi cabello de vez en cuando me golpeaba la cara. No podía dejar de maravillarme con el paisaje, todo parecía sacado de una postal. Seguí estando acá por el trabajo, pero después de tantas cosas pasadas en Brasil el lugar me relajaba de muy buena forma. Solo necesitaba un poco de calma, y qué mejor que un día como este para relajarse.
Me relajé en la toalla, de fondo se escuchaban las olas golpear con unos cuantos cuerpos que andaban por ahí. Era un claro recordatorio de que no estaba cerca de la rutina diaria, y era muy reconfortante. Llevaba ahí bronceándome una hora, y el olor a agua salada sacudió mis entrañas causando unas ganas de meterme ahí, al mar. De relajarme entre el agua cristalina.
Después de un rato, decidí que era hora de sumergirme en el agua. Ya no soportaba el calor que se acumulaba bajo el sol, y la idea de nadar en esas aguas azules me resultaba irresistible. Caminé hasta la orilla, donde la espuma rompía suavemente sobre mis pies. El agua estaba fría al principio, pero me adentré más, hasta que ya no podía tocar el fondo. Cerré los ojos y dejé que el mar me envolviera.
Y todo iba demasiado bien, pero una fuerte corriente jaló mis pies desde abajo. Y ya no estaba cerca de la orilla, ni tampoco cerca de alguien que me ayudara.
Iba a morir, y le iba a dar el gusto a Luca de dejar todo tal y como está. Pero, ¿Por qué demonios pienso en eso ahora? Comencé a remover mis brazos para intentar mantenerme a flote, pero sí que son traicioneras estas aguas.
─ Mierda─ murmuré, tragando un poco de agua lo que provocó que comenzara a toser desesperadamente.
Una mano fuerte me sujetó el brazo en medio de mi forcejeo con el agua, impulsándome y cargandome. Me aferré a ese cuerpo sin abrir los ojos, y cuando nos comenzamos a mover vi la cara que menos quería ver en ese momento. Mi cara de horror seguro reflejó un horror mayor cuando Luca me observó atentamente, y divertido.
─ Te tengo─ dijo tranquilamente, mientras se movía a la orilla.
─ Imbécil.
─ De nada.
¿Acaso no existe otro maldito salvavidas en esta isla?
Cuando mis pies tocaron el suelo arenoso y el agua ya no me jalaba me aparté de su cuerpo como si fuera veneno. Mis manos se fueron a mis rodillas inclinando mi cuerpo hacia el frente respirando entrecortadamente. Me sentía como si hubiera corrido un maratón.
─ ¿Estás bien?─ me preguntó Luca, con esa voz arrogante que me hizo querer golpearlo.
─ Sí, claro─ respondí, mi tono cargado de sarcasmo, mientras me alejaba de él lo más rápido posible, aunque mis piernas aún temblaban—. Qué bueno que estás aquí para hacer tu trabajo.
Luca no parecía ofenderse, pero su expresión cambió ligeramente, como si estuviera considerando mis palabras. No había nada en él que me invitara a confiar. Su mirada era dura, distante, como si todo fuera un simple trámite para él. Y sí que era un imbécil mayor.
—Es mi trabajo, sí —respondió con un encogimiento de hombros, como si salvar vidas fuera tan sencillo como respirar—. Aunque tal vez deberías pensar en no alejarte tanto de la orilla. El mar aquí no perdona.
─ Buen momento de avisar.
─ No estoy tan pendiente de tí como te gustaría.
─ Seguro que no.
Mis ojos se estrecharon al escuchar su tono despectivo. ¿Acaso me estaba dando lecciones? En un mar de turistas despreocupados, yo era la única idiota que se estaba ahogando y Luca, en lugar de ser simpático, parecía disfrutarlo.
—¿Sabes qué? Gracias por salvarme, pero no necesito tu sermón. —Le lancé una mirada fulminante, aunque por dentro sentía una mezcla de humillación y rabia.
Luca soltó una ligera risa, como si mi enojo le pareciera divertido. Pero no le di el gusto de que viera mi incomodidad.
—Como quieras, caprichosa —dijo, con un tono burlón que no pude ignorar. La palabra “caprichosa” me dejó un sabor amargo en la boca.
Me di la vuelta, ignorando su presencia. ¿Cómo podía ser tan arrogante? Si pensaba que me sentiría agradecida, se equivocaba. Estaba molesta, furiosa incluso. Y en ese momento, su indiferencia solo me hacía querer demostrarle que no necesitaba su ayuda. No lo necesitaba, a pesar de todo.
─ Imbécil.
─ ¿Ninguna forma más creativa de llamarme?
─ No eres merecedor de capturar mi imaginación.
Luca levantó las cejas, divertido. Se cruzó de brazos y se inclinó hacia mí susurrando demasiado cerca de mi cara:
─ Que lástima, tu capturas toda mi atención─ mi ceño se frunció en un gesto de asco y lo empujé por los hombros alejándolo de mí.
─ Mejor sigue trabajando.
─ Tengo que llevarte con mi compañero a revisar tus signos vitales.
Un suspiro se escapó de mi garganta y asentí, sabía que estaba haciendo su trabajo. Y ciertamente me sentía mal, tal vez ingerí más agua de la necesaria.
Estaba caminando detrás de Luca, y veía su espalda de forma clara y detallada. Iba sin camisa y con unos pantalones cortos, el típico traje de un salvavidas. Estaba realmente guapo.