Isabela
Subo al coche de Luca con el mismo entusiasmo con el que se entra a una sala de espera para un hospital. Me abrocho el cinturón y fijo la vista en la carretera, como si mirar por la ventana fuera lo más interesante del mundo.
Él cierra la puerta con más fuerza de la necesaria, se instala en el asiento del conductor y arranca sin decir una palabra. Perfecto. El silencio es incómodo, pero al menos no tengo que escucharlo.
─ ¿Tienes idea de cuánto tiempo tardamos en llegar?─ pregunto, solo para romper el hielo. No quiero parecer una ingrata, pero tampoco quiero que esto se convierta en un viaje en absoluto silencio.
─ Depende─ respondió sin mirarme.
─ ¿Depende de qué?
─ De si decide hacerme hablar toda la maldita carretera o me deja conducir tranquilo.
Me giro hacia él con una sonrisa falsa.
─Vaya, qué encantador eres. Un verdadero anfitrión de lujo.
Luca exhala con fastidio, pero mantiene la vista en la carretera.
─ No pedí ser tu chofer.
─ Y yo no pedí que fueras tú quien me llevara. Estamos empatados.
El coche se llena de un silencio espeso. La brisa nocturna entra por la ventanilla entreabierta y juega con un mechón de mi cabello. Intento ignorarlo, como si no me molestara la tensión que hay entre nosotros.
─ Solo intento hacerte un favor─ dice de pronto, con un tono más bajo, como si intentara calmarse.
─ Y yo solo intento no hacer esto más insoportable de lo que ya es.
Nos miramos por un breve segundo. Luego Luca vuelve la vista al camino y aprieta los dedos en el volante. Tal vez lo estoy irritando de más y soy yo la cabezota en este momento, pero tal vez no me interesa ni un poco.
─ Entonces hagamos un trato─ propone─ Tú no hablas, yo no hablo, y llegamos al hotel sin problemas.
Suelto una risa breve.
─ Hecho.
Y así, con ese acuerdo silencioso, seguimos adelante, cada uno fingiendo que el otro no existe.
El interior del coche olía a sal y cuero envejecido por el sol. Me acomodé mejor en el asiento del copiloto con el conjunto brillante sofocandome. Cruzo las piernas y miro por la ventana mientras Luca pone en marcha el motor con un gesto de fastidio apenas disimulado después de parar en un semáforo en rojo.
─ No hace falta que me lleves─ digo, rompiendo el silencio tenso─ Pude pedir un taxi.
─ Habíamos acordado el silencio. No hay taxis a esta hora─ respondió él sin mirarme.
─ Ah, claro, olvidaba que esta isla sigue en la Edad Media.
Luca resopló, como si no tuviera paciencia para ese comentario, pero no respondió. En su lugar, subió la radio. Reprimí una sonrisa satisfecha. Así que le molestaba mi actitud.
El coche avanzaba por la carretera angosta, flanqueada por arbustos y el murmullo lejano del mar. El silencio se estiró entre nosotros como un hilo tenso a punto de romperse. Finalmente, Luca habló, con un tono neutro que no convencía a nadie.
─ ¿Por qué un hotel aquí?
─ ¿Por qué no?─ respondí en su lugar, girando el rostro para observarlo─ es un lugar hermoso.
─ Hermoso, sí. Tranquilo también. Hasta que lleguen los turistas con su ruido y sus exigencias.
─ Oh, lo siento ─repliqué, fingiendo sorpresa─ No sabía que las personas que disfrutaban del mar y la buena comida eran una amenaza para la civilización.
Luca frunció los labios, como si contara hasta diez antes de responder.
─ Solo digo que no todo el mundo quiere que las cosas cambien.
Crucé los brazos y desvié la mirada de nuevo hacia la ventanilla. Era increíble cómo alguien tan atractivo podía ser tan insufrible. Lo bueno era que no quedaba nada para llegar al hotel.
En este momento odio con toda mi alma a Scarlet, estoy segura que esto fue obra de ella. Se notaba que disfrutaba de todo lo que había sucedido en el bar.
Increíble.
─ El cambio es inevitable─ murmuré.
Luca no dijo nada. La conversación había llegado a un punto muerto, como si ambos supiéramos que cualquier palabra de más solo empeoraría las cosas.
El resto del trayecto transcurrió en un silencio casi desafiante. Ninguno de los dos quería ceder, pero tampoco estábamos dispuestos a empezar una guerra. Aún no.
No estuve de acuerdo cuando se ofreció a llevarme, mucho menos cuando me tocó estar en un silencio de lo más incómodo en el camino.
El coche se detuvo frente al hotel, el motor en silencio, pero por dentro, todo estaba hecho trizas. La tensión en el aire entre Luca y yo era palpable, como si se pudiera cortar con un cuchillo, pero no era una tensión cualquiera. Era algo oscuro, visceral. Algo que no podíamos ignorar, aunque lo intentamos. Estaba claro que ambos estábamos lidiando con algo que no podíamos explicar, y eso me incomodaba profundamente.
Luca permaneció en su asiento, mirando al frente, como si no me hubiera visto o como si yo fuera solo una molestia en su vida. Sin embargo, el silencio entre nosotros era denso, como una cuerda tensa a punto de romperse.
De repente, me giré hacia él, incapaz de soportar más el silencio. Necesitaba romper esa burbuja que nos envolvía.
─ ¿Qué demonios te pasa?─ le solté, mi voz cargada de rabia contenida─ ¿Por qué eres tan... tan difícil?
Luca me miró en ese momento, y la furia en sus ojos era tan evidente como la que sentía yo. Sin dudar ni un segundo, me devolvió la mirada con una frialdad calculada, como si ya estuviera esperando que estallara.
─ ¿Yo?─ dijo con una risa burlona─ Tú eres la que no sabe manejar su propia vida. Y no me vengas con esa actitud, Isabela. Sabes que no me gustas, y no entiendo qué demonios haces aquí.
No lo podía creer. No podía creer que estuviera diciendo esas malditas palabras, como si no tuviera idea de la guerra interna que estaba librando dentro de mí.
─ ¡Oh, claro!─ dije con sarcasmo─ Tú no sabes ni lo que quieres, ¿verdad? Solo te la pasas mirando a los demás con esa mirada de niño arrogante, pero en el fondo, sabes lo que quieres. Y tú… tú te lo complicas todo.