Sola en el Mundo

VENTIUNO: Los problemas.

D A N N I E L.

Entro a mi habitación, sintiéndome muy agotado. No mentiré, usé toda mi fuerza de voluntad por no mostrarme celoso, no iba a arruinar la reunión y el ánimo de todos. Estuve a punto de insultar a Harry cuando vi a Cara a punto de llorar porque él no quiso contestarle un maldito mensaje. Dios, ¿en serio era tan inmaduro? En fin, al final tuve que callarme toda mi opinión y solo consolar a Cara. Lo que un buen amigo hace. No tenía pensado perder mi amistad con ella solo porque le gusta alguien más, primero estamos nosotros y esos años juntos como amigos.

Hoy fue un día bastante agotador. Entre preparar la comida, atender a ese montón de chicos ruidosos e inquietos y soportar ver a mi mejor amiga besarse y sonreírle a un chico que acaba de conocer… Simplemente se llevó toda mi energía. Y ahora solo quiero dormir y despertarme mañana al mediodía.

Imitar a Cara por una vez no mata a nadie.

Por desgracia, cuando estoy a punto de dormir, alguien toca a mi puerta, sacándome de mi ensoñación. ¿Qué tiene el mundo en contra de que duerma luego de atender a los amigos de Cara? Joder, ya es la segunda vez que ha pasado. Me levanto perezosamente de la cama, maldiciendo para mis adentros a quien sea que me interrumpa mi sueño. Abro la puerta y, de inmediato, corto mi hilo de maldiciones mentales al ver que se trata de mi padre.

―¿Te desperté? ―interroga, notando mi expresión somnolienta.

―Eh, no, no ―me apresuro a decir―. Estaba por irme a dormir.

―Oh, lo siento, no quise interrumpirte, pero… ―se corta un momento, pensando― alguien vino a verte.

Vale, ¿por qué siempre debe pasar que alguien me necesita cuando me dispongo a descansar?

―Ah, ¿sí? ―él asiente―. Bueno, pues… Dile que no estoy. Bye.

Intento cerrar la puerta con velocidad, pero la sujeta antes de que pueda hacerlo. Diablos, ¿por qué tiene tanta fuerza?

―Danniel… ―uy, ese tono de advertencia no predica nada bueno―. Ve y atiende a esa persona.

―¿Siquiera me dirás quién es? ―digo, ya un poco malhumorado por el inconveniente.

―Lo iba a hacer, pero te pusiste grosero. Ahora, atiende a quién sea que te esté buscando ―dice, para luego darse media vuelta y caminar por el pasillo―. Estos chicos y sus groserías…

Jo-der. Solo quería dormir, solo eso. Salgo fuera de mi habitación, mirando con tristeza a mi cama una última vez, para luego bajar hasta la sala de estar para recibir a quien sea que me haya venido a buscar. En la sala están los amigos de Cara, ella y… Bueno, nada más y nada menos que Artemis Tucker, quien escucha la conversación de los chicos, pero no parece especialmente interesada. Me acerco a ella, y en cuanto siente mi presencia, alza la mirada, viéndome. Ella me sonríe y yo le devuelvo el gesto.

―Hola ―saluda.

―Hola.

En ese momento noto que todo está en silencio, me giro hacia los chicos y ellos de inmediato giran la cabeza, fingiendo que no estaban mirándonos fijamente. Por Dios, parecen unos adolescentes, se supone que todos son adultos.

Le hago una seña a Artemis para que me siga, cosa que ella hace sin chistar. Salgo hasta el patio trasero y me siento en una de las sillas de jardín, siendo una bombilla y la luna nuestra única iluminación. Ella se sienta en una silla a mi lado, retorciendo sus dedos. Está nerviosa.

―¿Qué sucede? ―pregunto, señalando con la cabeza sus dedos.

―Ah, eh… ―dice, dejando de juguetear con ellos―. Pues, quería saber si… ¿irías conmigo a una reunión de A.A.?

Vaya, nunca creí que Artemis Tucker, la chica popular del instituto, la que nunca admitiría que bebió de más, me pediría que fuera con ella a una reunión de Alcohólicos Anónimos. Un nombre que, por cierto, le queda fatal. Son pocos los que logran mantener el anonimato, es un pueblo pequeño, todos saben quiénes son los alcohólicos de GOODMAN.

―¿Quieres que vaya contigo? ―pregunto, sin intentar ocultar mi sorpresa―. ¿No prefieres que vaya tu novio o…?

―No tengo novio ―dice, mirándome de forma significativa. No negaré que una parte de mí se alegró de oír eso, pero no se lo diría―, y mis amigas se niegan a ir conmigo a esas reuniones. Dicen que son una pérdida de tiempo y que te guste el alcohol es algo normal a nuestra edad.

―Sí, pero no como para desarrollar dependencia como la tiene tú ―suelto, sintiéndome furioso con sus amigas.

Nunca me agradaron, siempre la incitaban a hacer tonterías. Ellas eran quienes le metían en la cabeza que yo la engañaba, ni siquiera sabían si era así, solo les interesaba hacer drama con la vida ajena. Cada vez que iban de fiesta, le insistían para que se drogara con ellas, por suerte yo lograba evitar eso. La conocía, sabía que no quería hacer nada de eso, les teme mucho a esas cosas, pero también sabía que haría lo que fuera por complacer a esas cabezas huecas.  Muchas veces le pedí que se alejara de ellas, que dejara de hacerles caso, pero ellas le decían que lo que lo hacía por querer controlarla, manipularla y alejarla de todos. Básicamente que yo era, y cito, «Un tóxico de mierda».

Ojalá me hiciera caso y se alejara de ellas de una buena vez.

―Lo sé, por eso no les insistí, pero igual iré ―dice, mirando al suelo, volviendo a juguetear con sus dedos―. Pero también tengo miedo de ir sola, por eso te pido a ti que me acompañes.

―¿Estás segura de eso? ¿No preferirías que fuera Oliver, tu hermano? ―pregunto.

La verdad, es que hasta hace poco me di cuenta que aun soy débil ante ella, aun siento algo, pero no creo que sea correcto estar con ella con mis ataques. No quiero que ella pague los platos rotos.

―Oliver está furioso conmigo, no me ha hablado desde ayer. Ni siquiera me ha sermoneado.

―¿No sería algo incómodo para…?

―Si te sientes incómodo está bien ―me interrumpe, evitando mi mirada.




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