Sola en el Mundo

VEINTICINCO: El viaje.

Este capítulo está dividido en dos, así que en la siguiente encontrarán inmediatemente la segunda parte.

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D A N N I E L.

Cuando cara se fue de mi habitación, me quedé analizando lo que había pasado. Acababa de sufrir un ataque de ansiedad, solo por saber que una universidad dejó las investigaciones... y eso ni siquiera es cierto. Le mentí para que perdiera esperanzas con ese lugar, pero no pensé que tendría una reacción tan mala, al punto de sentir que iba a morir ahí mismo. ¿Eso es lo que la señora Christina considera mejor para Cara? ¿Qué viva una vida sintiéndose mal porque nunca podrá tener experiencias como una persona normal? Niego con la cabeza varias veces.

Me niego.

No voy a quedarme de brazos cruzados mientras que Cara sufre toda su vida, sintiéndose mal, cuando podría buscar ayuda y acelerar un poco el proceso. Lo siento mucho por la señora Roth si no es lo que quería, pero no puedo quedarme sin hacer nada. Primero lo primero, debo crear una buena coartada para que la señora Christina no pueda sabotearme o echar a mi padre del trabajo ―algo injusto considerando que el que la desobedeció fui yo―, así que le mando un mensaje a mi padre para que venga a mi habitación a hablar.

Por favor, papá. Sé que odias los celulares y casi nunca ves el tuyo, pero, por esta vez, míralo y hazme caso.

Justo ahora estoy rezando todo lo que no recé en mi infancia para que mire su celular ­―que parece tenerlo de adorno―, y venga para acá. Él debe saber que me voy, pero no le diré los motivos reales, con menos sepa, más a salvo estará. El universo parece haberme escuchado, porque el mensaje aparece como leído y mi papá envía un emoji con pulgar arriba, lo que se traduce como: «Voy enseguida, hijo mío». O eso espero.

Comienzo a empacar ropa como para una semana, que es el tiempo en que probablemente esté por allá, quizá más o quizá menos, quién sabe. Tocan a la puerta varias veces, y, antes de abrir, escondo entre mis ropas la muestra de Cara que llevaré para los estudios, quizá eso ayude a alguna alternativa que le sirva a ella. Cualquier cosa, pero que le ayude. Abro la puerta y mi padre ingresa tan tranquilo como siempre, un poco confundido por mi mensaje, pero lo conozco, no dirá nada, solo esperará a que yo hable primero.

―Pa, me iré a Houston ―suelto sin más, no hay tiempo para previas.

Él abre enormemente los ojos, asombrado por mi declaración, y como no dice nada más, yo continúo empacando todo lo necesario para el viaje. Obviamente no podemos dejar los audífonos y los dos libros que me devoraré en una sola semana, porque me aburriría demasiado o me pondría ansioso y no funciona eso. Estoy centrado en mi labor, consciente de que mi padre aún está en la habitación sin decir palabra alguna.

―¿Cuándo? ―inquiere, hablando por fin.

Me giro hacia él, mirándolo directamente a él, con más serio lo confronte más fácil será convencerlo de que digo la absoluta verdad... o al menos una parte de ella.

―Mañana ―es lo único que digo.

―¿Tan pronto? Creí que ya no te irías, ¿por qué de pronto decidiste irte... tan de prisa? ―interroga, se ve confundido.

―Artemis me dijo que harían una fiesta de reunión de nuestros compañeros de la preparatoria, pero no sabe cómo comunicarse con Bash o Alec, así que me ofrecí a ir a buscar a Alec ya que... igual iría por esos lados ―respondo, aparentando tranquilidad, cuando por dentro me estoy muriendo de los nervios porque me crea.

―¿Alec y Bash? ¿Tus amigos? ―cuestiona, yo asiento―. ¿Y Alec qué estudia o dónde?

―En la universidad de Houston, estudia medicina.

Me mira ceñudo cuando digo eso último, creo, por un momento, que ha descubierto mi mentira, que me dirá que soy un puto mentiroso y que mejor me quede, pero no dice anda, solo asiente y se levanta de la cama para salir de la habitación. Todo en absoluto silencio, sin siquiera voltear a mirarme, quizá está molesto conmigo por haberle dicho esto a última hora.

―Pa, una cosa más ―lo llamo antes de que salga, me acerco a él y lo siguiente que digo lo digo en un susurro―: No le digas a Cara o a la señora Roth, no le digas a nadie que me voy o cuándo o a dónde.

Sé que lo ideal es que él no esté ocultando nada, pero con más tarde se enteren de mi partida, menor será la probabilidad de que puedan detenerme. Papá me gira a ver, se ve muy serio, sabe que oculto algo, pero no piensa preguntármelo, en su lugar, solo asiente.

―No sé qué estás pensando hacer, Danniel ―dice―, pero espero que tú sí.

Dicho eso, sale de mi habitación y cierra la puerta detrás de él. Sabía que adivinaría que le estaba ocultando algo, pero también sabía que no me preguntaría nada, sabe que no le diría nada por más que insista. Me volteo hacia la maleta, busco mi celular y me aseguro que el horario del vuelo no haya cambiado, por suerte ya había comprado el boleto. Reviso los datos de mi vuelo y me doy cuenta que aún quedan asientos libres, de hecho, el asiento que queda está justo a mi lado. ¿Será esta una señal? Sin pensarlo demasiado, compro un boleto más.

Espero que diga que sí.

Marco su número, el cual repica varias veces antes de que me atienda.

¿Hola? ―dice Artemis al otro lado de la línea, se oye como si se acabara de levantar.

―Hola, bella durmiente ―saludo con un tono alegre―. ¿Qué? ¿Te dormiste luego de reventarme el celular a mensajes?

Ah, eso ―dice, soltando un bostezo―. Mi Wi-Fi estaba malo, esos mensajes los había escrito hace una hora, se enviaron cuando finalmente se acomodó, supongo yo.

―Mmm... ya ―digo, muy bien, es ahora o nunca―. Eh, no llamaba por los mensajes.




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