Condición
Al bajar del autobús miro de reojo al chico que esta a mi lado y este tiene una mueca de confusión en el rostro.
—Es peligroso estar aquí —dice sin rodeos.
—Claro que no, todos me conocen aquí así que no tengo miedo.
—Tu no le tienes miedo a nada, eres una lunática —masculla con sorna.
—Seré lunática pero no miedosa como otros... —dejo la frase flotando el en aire y comienzo a caminar por la calle llena de baches y botellas de diferente tipos de bebidas alcohólicas al borde del camino.
—No tengo miedo —replica el para luego correr un poco y alcanzarme, esta demasiado cerca de mí, signos de miedo y desconfianza del lugar en que esta.
Juro que estoy reteniendo las carcajadas.
—Claro que no princesito —me burlo mientras doblo al llegar a la esquina.
—Oye yo no...
Dejo de escuchar su voz y de sentir su presencia a mi lado y me volteo de inmediato, se le ha quedado el pie trabado en un pequeño pozo. No puedo más, lanzo una carcajada sonora mientras lo veo mascullar maldiciones por lo bajo e intentar sacar su pie del pocito.
—Deja de reírte y ayúdame —me dice con el rostro teñido de rojo.
—¿Cómo se dice? Vamos repite después de mi "Jane, sexy y hermosa Jane dueña de mis fantasías podrías por favor ayudarme a sacar mi pie de un pozo porque soy lo más idiota que puede existir en esta tierra y me he quedado atrapado" —sigo riendo cuando lo veo fruncir el ceño. Uh, ¡Se ha enojado!
—No voy a decir eso, y si no quieres ayudarme, vete no me importa quedarme aquí y morir por un ataque vandálico o por una asesino en serie suelto —Bah, solo esta actuando.
—No seas exagerado Grinch, di lo que te pedí y todo arreglado.
—No lo haré Denisse.
—¿¡Cómo sabes mi segundo nombre bicho!? —grito con histeria mirando a mi alrededor esperando que nadie haya escuchado mi nombre oculto, es muy... chica chicle (ya saben, las chicas que se visten de rosa y todas esas chorradas) con extra de azúcar.
—Solo lo sé.
—Te ayudaré con una condición... —susurro acercándome él y sonríe.
—¿Qué no le diga a nadie sobre tu segundo nombre?
—No, eso se que no lo harás porque si lo haces te quedarás sin descendencia —murmuro con tranquilidad— tienes que decirle a Maddison —la chica chicle mayor, que suele hablar mucho con él— que es más fea que dos traseros arrugados juntos.
—¿Por qué haría eso? —dice con confusión.
—Porque no me cae bien y me da flojera pintar su auto que ya por ser rosa chillón es feo —hago una mueca para restarle importancia, no comento el hecho de que ya me han llegado dos denuncias por parte de la putizorra, o mejor dicho por parte de su madre.
—Pero Maddison es muy linda —replica y se que habla con sinceridad, ese tono de broma o el índice de actuación típico en él no aparece por ningún lugar.
—Pues que te ayude Maddison —exclamo con enojo y me volteo para comenzar a caminar pero unos brazos se enredan en mi cintura deteniéndome. Lo peor, lo peor es que no hago nada para resistirme y me dejo llevar por ellos.
—Lo haré —susurra en mi oído y tiemblo levemente antes de reaccionar y separarme de él.
Toso disimulando mi anterior debilidad y volteo hacia el para luego agacharme y comenzar a sacar su pie del bache del demonio.
—Cualquiera que nos viera en esta posición pensaría mal —comenta divertido y yo no puedo evitar reír y darle la razón.
Yo agachada frente a él, frente a su entrepierna, ustedes entienden.
—Lo sé —termino de reír y quedo con una sonrisa vaga en el rostro.
—Wow —exclama él sorprendido por algo y yo lo miro.
—¿Qué sucede? —pregunto sin dejar de sonreír pero frunciendo levemente el entrecejo. Mientras tanto mis manos logran liberar su pie.
—Gracias —dice antes que nada y sonríe, me encojo de hombros al tiempo que me pongo de pie— es que te reíste de mi comentario en vez de golpearme —finaliza, es verdad. Vaya.
Me pongo seria nuevamente al escucharlo decir eso y me volteo para seguir caminando, escucho un suspiro por parte de James a mi espalda pero no digo nada. Me comporté como alguien agradable frente a alguien que no es ni Becky ni Ali, ni nadie permitido, eso no puede volver a pasar. Una vez que visualizo el cartel del taller de Chuck a lo lejos acelero mi paso, sin dejar de escuchar atentamente como el pelinegro me sigue detrás, no quiero que le pase nada por mi culpa tampoco.
—¡Eh! Miren quien llegó —exclama Fabricio, uno de los chicos que trabaja en el lugar, es unos años mayor que yo y tuve algo con él hace un tiempo, digamos que me "desfloró" cuando tenía quince y el dieciocho, no fue una relación porque realmente nunca fui una chica hecha para esas cosas ni lo voy a ser, un día nos cansamos el uno del otro y decidimos seguir como lo que siempre fuimos sin problemas: amigos.
—Jane Jane esta en la casa —grito con emoción y abrazo al muchacho sin importarme lo sucio que está.
—¡Eh pequeña rubia! —escucho la voz de Gonzalo, el padre de Fabricio y co-dueño del taller, y me separo del chico para chillar y saltar sobre el hombre que es como mi segundo padre.
Aunque no lo crean, viví casi toda mi niñez en este lugar con mi madre, mi padre y mi hermana, Chuck , el dueño del taller, y Gonzalo eran los mejores amigos de mi padre y siempre veníamos a visitarlos y a pasar el día aquí, se sorprenderían de todo lo que se puede hacer en un taller para des aburrirte. Al irse mi madre papá no pudo con todo y decidió buscar a alguien para que lo ayudara, muchos años después conoció a Lilian y se casaron, nos tuvimos que mudar con ella y mi vida cambió totalmente. Sinceramente prefiero vivir en una casita minúscula que vivir en el castillo gigante de mi horrible madrastra. Se preguntarán ¿Cómo conocí a mis amigas si no son unas pobretonas como yo? Siempre fuimos a la misma escuela, y allí las conocí a ambas. Al principio las odie, les tire del pelo y las molesté, pero con el tiempo empecé a protegerlas y se convirtieron en mis hermanas.