Mire hacia el cielo. Como si fuese absorbida por el profundo y oscuro que este era. Lo mire como si estuviese encantada por él. !Ahhhh! lanzo este gran suspiro.
Eso me hizo recordar a una historia que escuche hace un tiempo atrás. Si mi memoria no me falla uno de los líderes de “LEGION”, estuvo narrándola durante una noche que acampamos; mientras realizábamos nuestro trabajo.
Se trataba de una guerra civil en la época feudal, un pequeño poblado en el que vivía un maestro llamado Zen. Llegando la noticia de que un temible general se dirigía a su dirección para invadir y tomar la zona. Con la llegada del ejército toda la aldea huyó, con la excepción del anciano maestro. El general, tras encontrar la aldea prácticamente desierta y sabiendo de la existencia del anciano, ordenó que el maestro Zen se presentará ante él, pero este no lo hizo.
El general rápidamente se encamino hacia el templo donde el maestro descansaba. Furioso, sacó su espada y acercándose a la cara, gritándole que si no se daba cuenta de que estaba simplemente parado delante de quien podría atravesarle en un instante. Con gran tranquilidad, el maestro Zen le contestó que precisamente el general estaba ante alguien que podía ser atravesado en un instante. El general, sorprendido y confuso, terminó haciéndole una reverencia y marchándose del lugar.
En algún momento de la historia menciono que esta reflejaba la cualidad del autocontrol emocional y el valor de tener la capacidad de mantenerse sereno en cualquier circunstancia. El caso es que “cualquier cosa” puede pasarnos en “cualquier momento”, perturbados ante ello no nos conduce a nada.
No sé por qué, me vino esa remembranza a mi mente en este preciso momento. Tal vez se deba a que me encontraba analizando el próximo movimiento que iba a realizar.
Tan pronto me di cuenta, ya había llegado una hermosa alborada, la cual indicaba otro día lleno de placeres cotidianos. Tan cotidianos que a veces pensaba ya eran parte de mi rutina diaria.
Una rutina que me aburría, y en ocasiones me llenaba de desesperación. De pronto comienzo animarme a mí misma diciendo: "LO HARÉ MEJOR LA PRÓXIMA VEZ”. Es una manera de mantenerme alerta, o tal vez por encima de lo opuesto a mi mente. Porque mi cuerpo tenía claro que el agotamiento era más allá de lo esperado.
¡Vamos a quien miento! es algo que ha estado dando vueltas por mi cabeza bastante tiempo. Debo de cargar con ese deber con el cual me convertiré en la Destrucción del Mundo, que se encuentra bajo mis pies.
¡Qué irónico, (chasquido)! Salvar al mundo. Nunca fue mi intención, ni jamás lo será. Pero, gracias a que perdí la apuesta, tengo que hacer algo que realmente no me gusta.
Y eso que varias veces escuché al anciano <<Servir y ayudar a la gente de este país>>. Ni que fuera idiota, si no me pagan por mi trabajo, se pueden ir a la mierda.
Dejando mis revoloteados designios a un lado, me levanto del lugar en donde me encuentro mostrando una pequeña sonrisa. Quizás es una forma para levantar mi ánimo.
Debo terminar lo que he de comenzado.
Soy Sword Mairen, residente de Cipreses. Profesión *Jäger* desde los 21 años. Aún sigo en este trabajo, no gano una gran fortuna, pero me permite sobrevivir con lo necesario. Lo que más me importa son los <<bezahlen>>, y el que YO cumpla con MI trabajo. El resto me da igual.
De nacionalidad mixta entre raza asiática y europea, mi físico extremadamente extraño causó confusión entre todos aquel que me ve.
Cabello rubio y largo, con un cuerpo voluptuoso, con gran fuerza física, ojos azul cielo que palidecen en contacto con la luz. A pesar de mi estatura promedio, parezco ser más alta debido a la figura delgada que tenía.
Antes de convertirme en *Jäger*, forme parte del ejército de mercenario más grandes de su época los Gurkha. ¿No tienes idea de que estoy hablando? ¿Cierto? Gurkha, era una especie de ejército militar que es una etnia nepalí conocida por su ferocidad en la batalla. Armados de su cuchillo curvado kukri, guardado en los cuerpos especiales.
Cierto que antes participaba con el grupo "LEGION", denominado como una tirajo el cual era un grupo de pequeña escasa que realiza sus labores solo por dinero. Otros les llamaban **νομάδε**.
A lo largo de estos senderos los cuales eran transitados por varios obstáculos para todos ellos. Su sueño era abrirse camino en el mundo, matando aquellos monstros y encontrando tesoros. Si podían ganarse una recompensa en su camino, sería mucho mejor. La verdad no era nada: los aventureros terminaban sus luchas y volvían a su vida cotidiana. Debían darse cuenta que todo tiene su momento y su lugar. Sin embargo, hay personas en estos lugares, que tenían sus manos llenas, aún conservaban su devoción y diligencia de preocuparse por otros. Esas personas se juntaban y creaban algo que era como los antiguos lugares de reunión.