Y así andaba por ahí, entre la gente,
e iba hablando por todas partes
de lo que hacía, sabía, tenía y podía,
para que, si Dios quería, alguien la ayudara.
Porque estaba totalmente sola en este mundo,
se había quedado completamente sola.
Y nadie le aconsejaba, le ayudaba o le mostraba [el camino].
Solo la escuchaban y ya está,
luego se iban y lo olvidaban todo.
"Que se vaya a acostar," [pensaba],
"que no se meta en mi alma."
Así andaba aquel ermitaño,
y empezó a odiar
a esa gente, a esos animales,
que todos lo habían dejado solo hasta la muerte.
Lo abandonaron como a un perro,
"aunque se rompa una pata,"
"aunque no coma ni beba,"
"que no muera de forma natural."
Pero la verdad es esta:
El ermitaño tenía negocios [o asuntos],
y era bastante rico,
pero no confió en nadie
y puso a prueba la bondad de todos.
Y como no pasaron el examen,
se quedó con todo para él.