Diego y Jacob estaban tan entregados a la pasión que sentían cuando estaban juntos, que no se dieron cuenta que detrás de ellos tenían un espectador que los obligaría a cambiar el rumbo de sus vidas. De un momento a otro, Diego fue empujado hacia atrás separándose de su compañero. Vio cómo su novio perdía el color de su rostro, con puro terror y nerviosismo observaba a alguien que se hallaba a su espalda. Se giró al instante para ver quién los había interrumpido, se quedó mudo y tragó en seco cuando observó a Eduardo. El enojo también se abría paso por sus venas y sin esperar nada más, levantó su puño y lo estrelló tan fuerte en la nariz de su mejor amigo, mandándolo al suelo. Mucha sangre comenzó a brotar de la nariz del joven y más enojado aún, se puso de pie, Diego se volvió acercar con la intención de propinarle otro golpe cuando Jacob se interpuso en su camino - Cariño por favor - le suplicó el muchacho a su pareja, este no pudo replicar nada y solo apretó sus puños frustrado. - Vas a arrepentirte de esto, Diego - dijo Eduardo, mientras cómo podía trataba de detener la sangre que todavía salía de su nariz. ¿Estás amenazándome? - le preguntó incrédulo su amigo aún más enojado que antes - Sólo estoy anticipándote lo obvio, estúpido maricón- eso último lo dijo con tanto odio y repulsión, que no fue hasta ese instante que Diego se percató de la gravedad del asunto, los habían descubierto en el acto con su novio. Estaban en graves problemas, habían quebrantado la única regla que sabía, que su padre jamás perdonaría. La desesperación se adueñó de él, tomó del cuello a Eduardo y lo estrelló en la pared más cercana - Tú no vas a decirle nada a nadie, idiota. O el que lamentará las consecuencias será otro - dijo con la mandíbula apretada, mientras el agarre en el cuello del muchacho se volvía cada vez más fuerte.
Eduardo intentaba soltarse de las manos del que ahora era su ex mejor amigo. Jacob se aproximó a donde estaban los muchachos, cuando vio que su novio no tenía intención de soltar al chico, ya que su cara estaba tornándose roja, se preocupó mucho. Tomó los brazos de su amado y trató de jalarlo para que lo soltara; no tuvo éxito alguno - Amor por favor ya suéltalo, nos meterás en más problemas - le dijo entre súplicas. Diego de manera brusca soltó el cuello y el joven cayó al suelo tosiendo y tratando de recuperar oxígeno. - Estás advertido Eduardo, no dirás nada de lo que has visto a nadie, o iré a buscarte y desearás jamás haberme conocido - le dijo desde su altura al muchacho que todavía se encontraba en el suelo. Tomó la mano de su novio y juntos se fueron de ahí a paso rápido. - El que va arrepentirse de haberme conocido serás tú, querido Diego - expresó Eduardo con una malvada sonrisa en su rostro, lleno de sangre seca por el golpe que recibió.
Lejos de ahí en las oficinas de la alcaldía, se encontraba Leonardo máxima autoridad del pueblo de Quetzal. Era el hombre más respetado y temido de todo el lugar. Todas las normas y decretos que ahí habían, eran gracias a él. Tenía una bella familia, eran ejemplo de todas las demás, con una hermosa esposa y dos excelentes hijos; no había nada que pudiera pedir para que su vida fuera más que perfecta.
Se encontraba tratando un caso donde los padres de una jovencita, que había perdido su virginidad antes de casarse, pedían que no fuera expulsada o castigada de manera tan cruel como la ley lo exigía en esos casos. - No hay nada que pueda hacer por ustedes señores Gómez, su hija quebrantó la ley y tiene que afrontar las consecuencias de sus actos - la respuesta del alcalde, causó el llanto inevitable de la mujer enfrente de él. Aburrido de presenciar tan absurda escena, se levantó de su asiento y caminó hacia la salida sin voltear a ver. Una vez afuera, llamó al comandante del escuadrón y pidió que sacaran a la pareja que se encontraba en su despacho - Claro señor, enseguida serán retirados de su oficina - dijo su fiel aliado y buen amigo, - Otra cosa más comandante, necesito que vayan esta noche a las 8 pm por la joven Alessandra, hija de los señores y quiero que sea expulsada al bosque - la petición del alcalde lo tomó por sorpresa - Pero señor, siempre que se expulsa algún habitante se hace una asamblea y enfrente de todo el pueblo se destierra a la persona, ¿por qué esta joven tiene que ser expulsada a escondidas prácticamente? - el alcalde lo miró fijamente y encogiéndose de hombros respondió - sus padres me dieron algo de pena y digamos que les ahorraré el bochorno que la expulsión pública les causaría - sin nada más se alejó de ahí.
- Señor alcalde, espere - escuchó que una voz a sus espaldas lo llamaba, se detuvo y giró para ver de quién se trataba y se sorprendió al ver a Eduardo, mejor amigo de su hijo mayor, y por lo que sabía pretendiente de Nicole, aunque esta última estaba de novia con Jacob el hijo de su mejor amigo. - Muchacho que sorpresa verte por aquí, no se supone que tendrías que estar en
clases - cuestionó en dirección del joven, este solo asintió a lo que el alcalde le dijo y es que estaba muy nervioso por lo que haría, sabía que quizá el alcalde no le creería, pero en su celular llevaba las pruebas a todo lo que estaba dispuesto a confesar. - Necesito hablar con usted señor - fue lo único que salió de su boca y se sorprendió de que su voz le saliera firme y no demostrara su nerviosismo. El hombre frunció su ceño, confundido con la petición del muchacho - perdóname chico, pero tengo una junta muy importante con unos funcionarios, lo que sea que tengas que decirme, lo haces otro día, cuando no tenga tantas cosas que hacer - se volteó, - Señor, su hijo es gay - sin esperar respuesta, el alcalde continuó con su camino. Pero lo que dijo el muchacho lo dejó paralizado y toda su sangre se fue de su rostro; muy enojado regresó a donde todavía se encontraba el joven.
- ¿Qué has dicho? - miró fijamente a Eduardo y este tragó en seco cuando se dió cuenta que ya no había marcha atrás con lo que haría, ese día no solo cambiarían las cosas para el alcalde, sino para todo el pueblo.