Sólo Déjame Amarte

Capítulo 2.

Sergey

La rutina siempre es la misma. Nos levantamos y cada una de las paredes de este lugar nos dice la mierda que hemos sido toda nuestra vida. Estoy acá por muchas razones, no diré ninguna en específico, no vale la pena, solo diré que estoy jodido, que maté gente que merecía morir, pero todas esas muertes que me encargaron fueron los jodidos mafiosos, esos hijos de puta que solo piensan en ellos y en el dinero, bueno no soy muy diferente a ellos, aunque no disfruté ninguna muerte, fui yo quien los mato así que, ¿cuál es la diferencia?

Estoy acá hace aproximadamente dos años y cada uno de los presos sabe mi nombre y parte de mi historia, solo una pequeña parte, no me conocen y tampoco quiero hacerme conocer, pero sé que muchos me temen por quien soy, por los crímenes que he cometido

— Todos los presos vayan al almuerzo — se oye en el altavoz, ¡joder! ¡No quiero comer de nuevo esa jodida mierda! Si no muero por una bala o sobredosis de anfetaminas, moriré por esa comida. Sin embargo me levanto y camino hacia el comedor. Camno con mi ususal seguridad, sin mirar a nadie. Hay presos que se dignan a mirarme y me saludan, otros que pasan simplemente como si yo les fuera a hacer algo, aunque es gracioso verlos como se escabullen, algo así como ratas yendo hacia el alcantarillado. Patéticos.

Al llegar al comedor de la prisión, agarro mi bandeja, la señora que sirve los almuerzos me observa y me sonríe, le sonrió de vuelta, estoy tan jodido que ya me vale tres mierdas hacerme el coqueto con cualquiera, cuando ya tengo mi pequeño plato de comida, camino hacia la mesa más aislada. Odio la compañía de cualquier tipo de persona aunque muchos de estos hombres se parezcan a mí, siguen sin gustarme. Me siento, y me como lo que hay en la bandeja, es algo realmente asqueroso, creo que otra teoría de mi muerte, aparte de las anfetaminas o las balas, es que algún día moriré intoxicado. Al otro lado del comedor, se escuchan voces y gritos, muchos de los hombres se van reuniendo en círculo, me parece tan ridículo que quieran pelear para hacerse "respetar", me río de los imbéciles que son, siempre he creído que el respeto te lo ganas por lo que tienes en tu mente o lo que tienes en tu cerebro, pero bueno vivimos en un mundo donde los idiotas abundan. De un segundo a otro, un tipo me escupe, y levanto la vista, cuando lo hago me encuentro con el tipo que hace 2 minutos se encontraba golpeando al otro, me miraba fijamente, y yo al igual que él, le miraba, sólo que se me notaba la indiferencia, este tipo no me asusta, ya nada lo hace, no le temo a la muerte

— ¿Por qué te ríes, niño bonito? — pregunta intentando imponerse, mientras limpio su escupitajo con mi uniforme

— ¿Crees que soy bonito? ¿Eres gay? — respondo sin mirarlo y me le río, al tipo no le hace gracia ya que me lanza un golpe en toda la cara, logro esquivar un poco el movimiento al escuchar el roce contra el viento, pero igual me da, odio que me toquen la cara, así que le devuelvo el golpe, soy muy hábil con las manos, con los golpes, me crié luchando y peleando, así que no se me hace tan difícil pelear con nadie

— Eres solo un niño bonito, no te hagas el que sabe pelear — me reta y sonrió de forma ladeada

—Vaya, ¡me impresionas! Nunca había visto una mente tan pequeña en una cabeza tan grande, gilipollas — susurré lo último, y definitivamente eso no le hizo gracia, intentó como loco golpearme hasta que se cansó y le golpee hasta dejarlo casi inconsciente — no te metas conmigo, no sabes quién soy — advertí agachándome para quedar más o menos a su altura. Me levanto de allí, camino por unos minutos, dirigiéndome hacia la parte trasera de la prisión, donde nos podemos "relajar". Al llegar, le pido al guardia el libro que estoy leyendo, "el arte de la guerra", sigo queriendo entender tácticas perfectas de guerra, siempre me basé en libros como este cuando planeaba mis andanzas, también sigo queriendo aprender teoría sobre las estrategias militares, y acepto que leer me da una paz, aunque aquella paz que siento al leer se ve esfumada en menos de un segundo, el Alcaide me llama para hablar de mi partida, según eso me iré mañana. Entro nuevamente al encierro y observo a Leonid, me hace un gesto y se pone en marcha, camino con él hacia la oficina principal, recuerdo las veces que he estado allí, las cuales son tres; la primera fue cuando me internaron y el tipo me dijo que no volvería a salir, irónico, ¿no? Pues mañana me iré; la segunda fue cuando casi mato a un tipo que me sacó de quicio y la tercera, fue cuando me dijo que posiblemente estaría en una misión con unos argentinos y esta es la cuarta

— ¿Y bien? — pregunto en mi lengua materna. Hablo 7 idiomas, así que no se me hará difícil la misión, aprendí el español en España hace 10 años, cuando conocí a la mafia italiana

— Sergey, estás por abandonar este lugar, pero de igual modo estarás vigilado las 24 horas, quiero que cooperes con esto, haremos lo que sea que haya que hacer para poder derribar de una vez por todas a estas mafias, así que mañana conocerás a los que serán tus jefes y tus compañeros, quiero que muestres respeto por estos, son personas intachables, que si van por una misión la terminan, así que ya sabes que hacer — ordena Leonid, aunque sea un tipo grande y bastante corpulento, se le nota en los ojos la bondad que tiene, creo que si no hubiera tenido la mierda de vida que tuve, hubiera querido trabajar para un hombre como él, de valores firmes




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