Sólo Déjame Amarte

Capítulo 7. La Academia.

Venecia

Estamos en el auto yendo hacia el aeropuerto. Isaac va manejando y muy concentrado, Vico va jugando y tarareando la canción de Peppa Pig en el celular, sigo sin poder creer que le guste ese juego, ruedo los ojos al ver lo infantil que puede llegar a ser ese chico, sin embargo sonrío porque es quien me alegra la existencia.

En la mañana salimos súper tarde del hotel, ya que aún no le traían el carro a Isaac, y tenía que llenar unos papeles de no sé qué carajos, entonces mientras él llenaba eso, Vico, Sergey y yo esperábamos en la entrada del hotel; al parecer la nota que dejé encima de su cama no hizo algún efecto en Sergey, ya que aún estaba frío y distante. Intenté hablar, aunque sea que pronunciara algo más que sí o no, pero solo me contestó con monosílabos y muchas veces ni me contestaba, así que ahora no he intentado nada en el auto, empiezo a extrañar su voz gruesa pero a la vez dulce y melódica

— ¡Maldita cerda salta cuando yo te lo diga! — me exalto ante el grito pegado por Victorio, el cual sigue peleando con el juego, se exaspera cuando no logra hacer saltar porque se traba la pantalla del celular, bufo con impaciencia, pero escucho la risa del ruso, y por más que no quería, sonreí de igual modo, no lo miré, seguí viendo el camino por la ventanilla, como dos personas extrañas que éramos, sin hablar y sin dirigirnos una sola mirada o palabra.

Llegamos al aeropuerto y fuimos directamente al lugar donde hay que entregar los autos, luego de que a Isaac le tocara de nuevo hacer el bendito papeleo, fuimos hacia el chequeo de maletas y toda es cuestión. Minutos después, terminamos yendo hacia la sala de embarque

— ¿Te podés hacer conmigo? No quiero tener que rogarle que me hable — pregunto a Vico mirando al ruso que esta adelante de nosotros, junto con Isaac

— ¿Qué onda? — la pregunta sale sin mucha emoción

— Nada, no sé qué carajos le pasó, pero me dijo que mantuviéramos espacio y esa mierda, te juro que no sé qué le hice, viejo. Después dicen que las mujeres somos las bipolares — respondo sonriendo y en tono burlón

— Capaz es gay — hace su conjetura de forma seria

— ¿Vos decís? — pregunto, él me mira por un momento mientras hace su análisis mental y al final, termina encogiéndose de hombros

— Jmmm no sé, Nessie, y pregúntale

— Si claro, llegaré diciéndole: ¡Hey, ruso! ¿Sos gay por casualidad? — me dirigió una mirada de “está bien, entiendo tu punto”. Al terminar de discutir las preferencias sexuales del ruso, llegamos a la sala de embarque, decido andarle un mensaje a Mel

Yo: “Holiiii, ya estamos en la sala de embarque, ¡¡¡deséanos buen viaje!!!”

Mel: “Holitas jajaja buen viaje nena, dormí mucho porque llegas acá y te toca de nuevo entrenamiento”

Yo: Jajaja que pasada que sos, ¡déjame disfrutar mis últimas horas de descanso, boluda!

Mel: ¡Tampoco es tan terrible, che! Te espero yaaaaa.

Yo: Besos, Teñida, te quiero.

Mel: Te quiero más, duende.

Me río del apodo que me tiene Mel, si fuera otra persona ya me hubiese incluso molestado, pero Mel siempre ha sido así. La conozco desde el secundario, nos hicimos amigas el penúltimo año y es raro ya que antes nos odiábamos, me decía duende maldito, por el contrario yo le decía rubia teñida, pero después de muchas idas y venidas, terminó siendo mi mejor amiga, más exactamente cuándo se dio cuenta que me odiaba sin razón alguna

— ¿Hablás con la teñida? — la pregunta la hizo Victorio, recuerdo que él me ayudaba a joderla, pero lo hacía principalmente para llamar su atención

— Sep, le avisaba que ya estamos en la sala de embarque y nos deseó buena suerte — respondo guardando el celular dentro de mi abrigo, después le agarro la mano y me recuesto en su hombro, cerrando los ojos.

— Nessie, ¡Venecia! — Escucho un grito y me sobresalto, es Victorio intentando despertarme y con ese grito nos ganamos muchas miradas, volteo a ver a Vico y niega con la cabeza — ¡Qué facilidad tenés para dormirte, ya nos están llamando! Vení apúrate — ordena. Estoy sonrojada, ya que pasé una escena bastante incomoda, veo al ruso y me mira con una mueca algo divertida, le quiero sonreír pero no sé cómo reaccionaría así que solo me giro hacia el avión, siguiendo a Isaac y a Vico. Al llegar a nuestros puestos Vico se sienta al lado mío, se acomoda y me mira, le sonrió y lo miro por un rato, es un chico demasiado sexy para su propio bien, aunque no lo podría ver de una forma amorosa

— Victorio, estás en mi asiento — demanda mi nuevo compañero con un podo de rudeza

— ¿Qué? ¿Ahora respetás las normas? — su pregunta sale con gracia, pero el ruso lo mira como si quisiera clavarle dagas — ¡Che, no te enojés! Es joda, boludo — Victorio levanta sus manos en señal de redención y se levanta del asiento, no le refuta ni nada, ya que el moreno tiende a ser pacifista, aunque no te quejes si le sacas de quicio, puede ser mortal, ya que es muy grande y sabe realmente pelear.




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